Maiwel despertó de su sueño gélido, después de haber estado meses congelado en su cápsula, soñando con su destino, y lo que le esperaba en el. Imaginó una esfera rocosa colosal, con un suelo de arena ardiente y un calor abrasador. Se imaginó monolitos de piedra sobresaliendo de la superficie, como monumentos al mineral que allí se encontraba. Imaginó tormentas de arena capaces de arrasar con una ciudad entera en solo unos minutos. Se imaginó sudando, trabajando, volviendo montículos en rocas, rocas en piedras, piedras en polvo. Tan solo pensar en el aire seco del planeta le causaba una sed insoportable, causada por la ansiedad y la tensión que le provocaba el pensar en su estadía. Ahora se encontraba sentado en el borde de su cápsula, ya añorando el frío de ella, sin siquiera haber puesto un pie aún en Eddon. Al principio pensó en entablar conversaciones con otros pasajeros, pero las miradas que recibió al tratar de generar diálogo lo desalentaron por completo. Querían estar solos, en silencio. Ya habría tiempo para hablar. Se reflejó en el cristal de su cápsula, observando su rostro con detenimiento por última vez. Había pensado en cortarse el cabello un poco cuando abordó el Eternum, la nave que le correspondía a el y a muchos otros abordar, pero se retractó al instante cuando miró por una ventana y vislumbró el planeta. No era como lo imaginó. Era mucho peor.
Se vistió con las ropas que los bots de apoyo le brindaron, se refrescó la cara y las manos, se mojó su cabellera marrón opaca, y se dispuso a salir de la nave. Tuvo que descender por una plataforma rectangular hasta lo que parecía ser un lobby mezclado con una bahía de carga, y en el fondo dos puertas gigantescas que se abrirían hacia arriba y hacia abajo. Miró hacia abajo en su descenso, y observó individuos de todo tipo, tanto recién llegados al planeta como él, cómo gente que se iba para nunca regresar. Vió gente abrazándose, llorando, dando carcajadas sombrías y repletas de pesar. Y luego vió a los que se iban. Todos en silencio, con la mirada perdida, en un estado de shock perpetuo. Muchos heridos de gravedad, todos cubiertos en polvo, sudor, arena e incluso algunos, sangre. La plataforma finalizó su descenso, y el continuó la marcha. Se preguntaba porque estaban las puertas cerradas, a que esperaban para abrirlas. No es que tuviera prisa, solo curiosidad. Y en unos pocos minutos, su curiosidad fue saciada. Las pesadas puertas se abrieron con el sonido de hidráulicos y pistones haciendo su trabajo, y aún mas gente abordó la nave. Solo que esta gente estaba esposada, encadenada, y aparentaban condiciones aun peores que los que ya habían abordado. Algunos mostraban serios signos de inanición y deshidratación. A varios les faltaba una extremidad, un ojo, oreja, mano o pie, o todas estas juntas. Algunos fueron trasladados en camillas por la ausencia de piernas, otros fueron empujados y zarandeados dentro por robots armados, de gran estatura y aparentemente blindados, por lo que Maiwel intuyó que eran de seguridad. O al menos, eso aparentaban ser, hasta que uno de los encadenados se soltó, echó a correr al planeta y estos vaciaron sus armas en él. Todos habían presenciado aquel fusilamiento, pero no generó ni una reacción considerable en ninguno de los observantes. Ahora no sabía si eran de seguridad, o de represión. Definitivamente no quería averiguarlo.
Se juntó con los recién llegados, con la mirada en el suelo y sin decir una palabra. Algo que no había notado hasta el momento, era que el número de humanos escaseaba de forma alarmante en esa nave. Hasta ahora, solo había contado unos 120 humanos aproximadamente, él incluido. Pensó en sentarse un momento, pero había estado durmiendo durante meses, y se obligó a mantenerse de pie, principalmente para evitar algún desgarro, calambre o problema futuro que pueda ocurrirle en una mala situación. Suspiró por lo bajo, tratando de relajarse un poco y mantener la calma.
???: Hey -escuchó una profunda y seca voz, y miró hacia el frente. Uno de los colonos que se marchaba lo estaba llamando. No era humano, eso era evidente por su piel rojiza oscura, sus ojos negros sin pupila ni iris, las protuberancias a los costados del rostro similares a pequeños cuernos, el largo cabello color plata cromado, y su destacable tamaño. Maiwel era medía 1 metro 76 por lo que no era bajo, pero ese ser era muy grande, le calculaba unos 2 metros 80 y tantos como mínimo. El colono volvió a repetir el llamado y le hizo una seña con la cabeza de que se acercara, cosa que Maiwel hizo.
Maiwel: ¿Ocurre algo?
???: Solo quería saber si estabas bien, nada más. ¿Tienes miedo?
Maiwel: ¿De qué? -tras decir esto, la criatura soltó una pequeña risa.
???: Esa es una buena pregunta. Pero me refería si tienes miedo a lo que te espera ahí fuera.
Maiwel: ¿Debería de tenerlo?
???: Si, deberías. Ese miedo te mantendrá con vida. Confía en mí - tras decir esto, levanto lentamente una mano, o lo que quedaba de ella. Parecía haber sido corroída, ya que mostraba marcas de quemaduras, además de la falta de dedos, partes de hueso y tejido que se habían vuelto un muñón extraño- Esto es lo que causa el miedo. Heridas. Dolor. Agonía. Pero también esto -y al finalizar la frase, usó la otra mano para señalarse a si mismo- te hace sobrevivir. -Maiwel se quedó perplejo ante tal demostración, sin saber qué o como responder al extraño que acababa de darle lo que sintió que era un consejo vital. Muchas cosas pasaban por su cabeza mientras buscaba una respuesta apropiada, por lo que solo se dignó a decir gracias, a lo que el colono asintió.
-Espera, ¿cómo es que hablas mi idioma, o me entiendes en general?
-Es un microtraductor. Te lo colocan detrás de la oreja mientras duermes mediante una especie de inyección rápida. Causa que las palabras ajenas a ti sean traducidas automáticamente a tu idioma natal.
-No me mencionaron eso en el contrato que firmé.
-Afortunado tú, que te dieron un contrato para firmar. -dijo, mientras miraba sus muñecas con lo que parecía ser tranquilidad.
-Entonces eres un esclavo, ¿no?
-Lo era. Me compré la libertad ayer. Hoy vuelvo a mi hogar...de casualidad, ¿tu nombre como era?
-Si, cierto, las presentaciones. Me llamo Maiwel. ¿Y como debo llamarte a ti?
-Llámame Orruun. Ese es el nombre que escogí.
-¿No tenías un nombre?
-Los esclavos no tienen nombre. Solo número. Cuando eres libre puedes optar un nombre que sea de tu agrado.
-Y ¿porque Orruun?
Orruun enseñó una pequeña sonrisa cargada de orgullo. Era la primera sonrisa que había visto desde que abordó.- Significa Espíritu Férreo. Es lo que necesitas para sobrevivir en este lugar.
Maiwel devolvió la sonrisa, y antes de que pudiese decir una palabra las puertas se abrieron por última vez, y los nuevos colonos comenzaron a salir al planeta. Orruun miró a aquél planeta del que tanto había luchado por salir, satisfecho, calmado, y volvió la mirada a Maiwel.- Parece que es tu turno, Maiwel. Es tu turno de batallar.- dijo, y se puso de pie para sujetarlo del hombro- Me recuerdas a mi mismo cuando llegué la primera vez. Por eso, te compadezco y te apoyo. Se fuerte. Mantén la esperanza. Lucha sin descansar. Y lárgate de este infierno con los bolsillos llenos de dinero.
Maiwel asintió, y comenzó a avanzar hacia ese árido planeta, mezclándose con los demás, sin saber con totalidad lo que le esperaba. No sabía que cargo ocuparía, cuanto tiempo estaría allí, ni siquiera sabía si sobreviviría. Solo sabía que sería muy duro, pero que no tenía alternativa. Sintió el aire seco del planeta, el polvo en su piel y el calor del sol abrasador en su cuerpo. Solo unos segundos tomó para que comenzase a sudar. Detuvo sus pasos un segundo, y miró atrás. Observó la nave, la gente que se marchaba, y vio a Orruun, sentado en la banca, llorando y riendo, con una sonrisa de oreja a oreja, mientras se sujetaba la cabeza. Podía volver aún. Podía evitar todo eso. Podía...¿podía? Se preguntó a si mismo. Cerró los ojos, recordó de donde venía, recordó su historia. Recordó a Alshin. Sacudió la cabeza y miró al frente, desvaneciendo toda duda. No, no podía volver. Y con el pecho lleno de convicción y voluntad, se adentró en Eddon.
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Los Habitantes de Eddon
Ficção CientíficaEddon es un planeta rocoso, usado por especies de diversos sistemas solares para el trabajo minero, enviando gente de todo tipo, desde trabajadores a sueldo, hasta convictos y esclavos. Estas son sus historias.