•Capítulo V•

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Paseaba sus manos alrededor de todo su delgado cuerpo, sus costillas parecían asomarse ahora que había dejado de comer tanto, quería tener un cuerpo tan pequeño y delgado como el de una mujer y, por fin, sus esfuerzos estaban dando frutos.

Tocó la zona de su plano pecho, rozando las yemas de los dedos alrededor de sus rosados pezones. Ahogó un gemido mordiendo sus labios, aguantando el hacer ruido, no quería que su amigo de clara mirada escuchara desde la habitación de al lado, aunque la mera acción de tener que hacer eso a escondidas lo excitaba en sobremanera.

—Anda, déjame oír tu ronroneo, gatita— Alentó Rubén— ¿O a caso tienes miedo de que tu querido amiguito escuche tus lindos gemidos?

Sus papilas gustativas saborearon la sangre que ahora brotaba de sus finos labios, los cuales eran aprisionados por los dientes del varón, mientras rezaba internamente por no ser oído. Escuchó la pequeña risita rebosante de picardía por parte del noruego, lo maldijo al ver como disfrutaba de su sufrimiento. Rubén, sin duda, era un sádico en potencia.

Mientras seguía pellizcando y masajeando sus pezones la puerta de su habitación fue tocada de imprevisto. Detuvo sus acciones de inmediato mientras sus oscuros ojos se habrían de par en par.

—¿Qué ocurre?— Inquirió Rubius al escuchar un silencio formarse en la línea.

—Es Perxita...

Todo esto se remontaba a una semana antes, cuando el de Valencia había viajado hasta Barcelona a hacer unos tramites para renovar su visado y ya de paso visitar a su querido amigo de toda la vida.

Raúl ofreció su casa como morada momentánea para que el chico ahorrara en los gastos que se llevaría el alquilar una habitación de hotel. Perxita había aceptado su ofrecimiento sin rechistar, más que el ahorrarse el dinero le emocionaba la idea de compartir tan cercanamente con el castaño. Por otra parte a Raúl no le importaba el tener algo de compañía más que la que le ofrecía su linda mascota Don gato. Desde que se había separado de su última pareja, la soledad había albergado casi que por completo su vida, aunque no se le hacía tan difícil de llevar como se esperaría, ya estaba bastante acostumbrado a ser abandonado... a estar solo; Sin embargo, no le molestaba el tener compañía de vez en cuando. La visita de su amigo el rubio teñido era más que recibida.

—¿No te molesta quedarte en el sillón?— Inquirió un preocupado Raúl al no tener otro sitio el que ofrecer a su amigo. Su apartamento sólo contaba con tres habitaciones y las tres estaban ocupadas. Una con su set de grabación, otra con su cuarto y la última con todo lo inservible. Esta última convertida en todo un desastre en el cual no se podía ni caminar.

Perxita negó de inmediato esbozando una radiante sonrisa.

—El que me dejes dormir aquí toda esta semana ya es mucho, tranquilo— Respondió comprensivo. Se acercó hasta quedar frente al mayor y volviendo a sonreírle subió su mano hasta quedar en la cabeza del castaño, ya allí comenzó a acariciar el lío que tenía por cabello. Raúl le miró desde abajo sin saber que hacer o decir ante aquel cariñoso gesto. Decidió simplemente callar y esperar que Perxita realizara su siguiente acción, el susodicho notó la confusión en Raúl. Rió levemente y despeinó –Si es que podía estarlo más– su rebelde cabello apartando su mano al finalizar y alejándose hasta quedar frente al sofá— Ya está muy largo, deberías cortarlo... mira, resbala por toda tu frente.

𝒁𝑶𝑹𝑹𝑨 •Rubiusplay•🥀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora