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Después de cerrar la reja de mi edificio detrás de mí, me acomodé en el frío escalón con las piernas cerradas, la falda en la posición correcta y mi mochila encima de ellas. Así, era imposible que mis bragas se notaran a simple vista.

Si, no había podido olvidar la situación del día anterior: me había estado sintiendo avergonzada durante casi todo el horario escolar. Sin embargo, no intentaba en este momento prevenir un vistazo dentro de mi falda porque estuviera esperando a que viniera el hombre de los cigarrillos... solo pretendía ser más precavida de ahora en adelante.

Eran las siete y media de la mañana y rogaba por que el autobús escolar llegara a recogerme antes de que a alguien se le ocurriese salir a sentarse en la escalera al igual que yo. Ya que el día de ayer y el día anterior a ese el vecino se había aparecido por esta hora, me preguntaba si volvería a manifestarse el día de hoy.

Cuando volteé por un momento hacia el otro lado del escalón, los recuerdos del día anterior invadieron mi mente, al igual que la tensión sexual que se formó en el ambiente el día que me miró por primera vez.

¡Caray! ¡Basta, Rosemarie!, me recriminé enseguida.

En ese instante, el hombre abrió la puerta del edificio y la entrecerró con cuidado antes de posicionarse en el mismo lugar que los días anteriores. Ya tenía un cigarrillo prendido en su mano, así que le dio una calada larga para luego soltar todo el humo contenido en su organismo hacia el exterior, cubriendo el ambiente de una forma casi artística. Algo de este se introdujo a mi nariz, por lo que contuve un carraspeo.

Entonces, me miró cuando se dio cuenta de que lo estaba observando. Sintiendo la temperatura de mi cuerpo subir en consecuencia, llevé la vista a mis manos en un intento de desaparecer.

—Buenos días.—pronunció sutilmente una voz ronca. Exquisita y segura. Una voz más sensual que agradable, de tono extranjero.

Levanté la vista hacia el hombre que me observaba con expresión traviesa, sin disimular la sorpresa en mi rostro. ¿El hombre... me había saludado? ¿Me había saludado a mí o mis oídos me estaban jugando una broma?

Titubeé al momento de responder sin poder evitarlo:

—B-buenos... ¿días? —Aquello había sonado más como una pregunta que un saludo, por lo que me di una cachetada mental.

El atisbo de una sonrisa de lado se formó en su rostro maduro antes de darle una calada a su cigarro con su vista fija en mis ojos. Insegura, le devolví la sonrisa, sin mostrar los dientes y con más intensidad: un intento de sonrisa torpemente forzada debido a que el estupor de haberlo oído no me dejaba reaccionar de la forma adecuada.

El hombre no desvió su vista de mi rostro mientras fumaba su cigarro hasta que, largos segundos después en los que me sentí dominada por completo, el autobús apareció. Subí a este sintiendo cómo el calor de una vergüenza contenida empezaba a concentrarse en mi rostro. Desconcertada y muy sonrojada, miré de soslayo a través de la ventana al hombre de los cigarrillos, quien continuó observándome inexpresivo hasta que el bus arrancó.

Su saludo no dejó de retumbar en mi mente durante todo el camino. «Buenos días.» había dicho. Sentía una ligera presión en mi pecho, ¿estaba emocionada? Quizás era la sorpresa de haberlo escuchado por primera vez. Es decir, no lo conocía, pero su mirada enigmática me llenaba de curiosidad y no había considerado posible entablar una conversación con él. Hasta hoy.

No estaba segura de cómo me sentía, solo quería dejar pasar el día para volver a escuchar a la mañana siguiente la voz del hombre de los cigarrillos.





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Memories.

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⏰ Última actualización: Apr 24, 2020 ⏰

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El Hombre de los Cigarrillos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora