ପ Capítulo 14.

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— Señor, despierte —. Murmuró Alfred por enésima vez esa noche, frustrado al no lograr despertar al de gorrito de oso, quien roncaba plácidamente, ignorando al pobre mayordomo. Pronto amanecería y su amo seguía desaparecido, su frente comenzaba a sudar frío. Un balde con agua quizás era la última forma de despertar al alfa y no dudaría en sacarlo del inventario.

— Perdóneme, señor, pero no es hora de invernar —. Suspiró el mayordomo y volcó el agua sobre el rostro del alfa, guardando el balde vacío en su inventario y tomando un pañuelo de este.

— ¡¿Pero qué cojones?! — Gruñó el rubio, frotando sus brazos sobre su rostro mojado en un por demás sobresaltado intento de secarse.

— Era mi última opción, señor, si no fuera importante, jamás le haría eso —. Se inclinó hasta el alfa, ofreciéndole el pañuelo. — El amo ha desaparecido y no puedo dejar la mansión.

Rubius sostuvo el pañuelo sobre sus manos, observando las gotitas que se deslizaban por su barbilla caer sobre la tela, dejando pequeños rastros de humedad. — ¿Vegetta desapareció? —. Preguntó con la voz ronca, temiendo de cierta forma escuchar la respuesta. ¿Y si todo aquella parafernalia era algún plan para destruir Karmaland? Entonces, ¿La cita había sido una simple pantalla para sus verdaderas intenciones? ¿Ya era demasiado tarde?

— Sí, señor, desapareció, y soy consciente de lo que está pasando por esa cabeza hueca que usted posee —. Respondió el mayordomo, cogiendo el pañuelo de sus manos para secar el rostro del alfa. — Si usted cree que mi amo tramó engatusarlo con su pequeña demostración romántica, déjeme decirle que está completamente equivocado.

Rubius desvío la mirada con las mejillas levemente sonrojadas. Aquel mayordomo era demasiado amable... o demasiado astuto. — ¿Y cómo sé que puedo confiar en ti? Vegetta seguramente ya saqueó la aldea por completo y va camino a explotar a todos los aldeanos o... ¡O algo mucho peor! No puedo imaginarmelo realmente... — Habló con el entrecejo fruncido, tragando saliva. — ¿Crees que no sé cómo es que consiguió esta mansión? Robando —. Alfred gruñó, tirando el pañuelo en el suelo de madera. Rubius levantó la vista confundido ante el repentino cambio de actitud.

— El amo tiene razón, se ha enamorado de un idiota —. Murmuró el mayordomo, observándole con desprecio. — No conoce nada de él, no sabe del hermoso omega que está perdiendo por abstenerse a dejarlo entrar en su vida.

Las palabras lo golpearon como, irónicamente, un baldazo de agua fría. Una pequeña parte en él era consciente de que aquello que el mayordomo acababa de reprocharle era verdad. Hace tiempo que se engañaba a sí mismo, intentando con todas sus fuerzas negar como su corazón se aceleraba con tan solo tener al ojimorado cerca. Pero su moral era más fuerte que sus sentimientos, por mucho que doliese. El alfa se levantó del suelo, aún más confundido que antes. Todo su ser se encontraba ansioso y no comprendía la razón.

— Desde que conozco a Vegetta, él siempre ha sido así de perturbante, manipulando a las personas que conozco y... ¡Hasta los del pueblo viven hablando pestes de él! ¡Como si fuera el peor ser humano! ¡Seguramente todas sus pertenencias son robadas y no me sorprendería que su mansión también lo haya sido!

— ¡BASTA! — Gritó Alfred haciendo callar a Rubius, quien dio un paso hacia atrás. — ¡No sabes lo que ha sufrido el pobre muchacho desde que nació! — Pasó sus manos sobre su rostro, frustrado, mientras caminaba en círculos alrededor de toda la casa de árbol. — No soy quien para hablar de su vida personal, y, como su mayordomo, tengo el deber de mantener mi boca sellada desde que firme el contrato, no soy… — Intenta mantener la compostura, recordándo las reglas pactadas.

— Ya has hablado, Alfred, ahora suéltalo —. Murmuró el rubio, acercándose al adverso. — Dame respuestas del por qué tengo como alma gemela a ese omega, porque yo... Yo no lo entiendo...

🈀۪ ; ⌜ THE EVIL OMEGAS ⌟ ⊹˚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora