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Doyoung sentía que seguía cayendo, cayendo y cayendo. Parecía no haber fin de eso. El viento se arremolinaba alrededor del cuerpo del pequeño chico, sus delicadas extremidades agitándose en el aire mientras la fragil figura descendia.

Cayendo, cayendo, cayendo... y luego nada.

Doyoung se sintió caer contra lo que parecía ser una superficie dura. El suelo debajo de él era frío y áspero, raspando la piel delicada del pequeño chico, lo que le causó hacer una mueca de dolor por el malestar. Justo cuando Doyoung estaba a punto de abrir los ojos, oyó un ruido fuerte seguido por el peor dolor que había sentido en su vida.

Caía de nuevo hacia el suelo, Doyoung vagamente escucho fuertes sonidos huecos y gente gritando. Se deslizó en la inconsciencia con sólo un pensamiento en su mente...

La vida en la Tierra es una porquería...

***

- Señor, juro que no tengo idea, que no sé de dónde vino. Yo estaba conduciendo y entonces apareció de la nada en la calle.

- Jeno, los chicos no aparecen magicamente de la nada. Sólo porque atropellaste al chico no significa que puedas dar excusas.

- ¡Pero yo no lo atropellé! de verdad, fue como si acabará de caer en la calle del medio de la nada!

Doyoung abrió los ojos, desenfocadamente adaptándose a su nuevo entorno. Mirando hacia abajo, parecía que estaba en una cama decorada con sábanas de color blanco y una cantidad horrendamente grande de lujosas almohadas de oro. Las paredes de la habitación eran rojas y también tenian una colección de pinturas que Doyoung sabía que iba a tardar años para apreciarlas de verdad. El chico parpadeo un par de veces. Aquí todo era mucho más oscuro que en el cielo, por lo que le tomó un poco para acostumbrarse.

- ¡Oh, esta despierto!

Doyoung rápidamente volvió la cabeza para ver a dos hombres mirándolo. Uno de ellos era delgado y de piel muy blanca, con una mirada de disculpa en su rostro. El otro hombre era un poco más pequeño y lucia tranquilo, con una cara amable y pelo rizado que estaba cortado justo por encima de la nuca de su cuello. Doyoung sonrió a los dos hombres. Ambos se veían bien y eran casi tan hermosos como los ángeles a los que él estaba acostumbrado a ver, lo que lo puso más cómodo.

- Hola - Dijo el hombre de pelo oscuro, con una voz profunda y ronca, tan diferente a las dulces y melodiosas voces que Doyoung había escuchado toda su vida - ¿Estas bien?

Doyoung intentó asentir con su cabeza, sólo para sentir un dolor punzante a través del cráneo. Gritó y se tomó la cabeza, haciendo un puchero lindamente. El hombre de pelo rizado se rió un poco.

- Tu cabeza probablemente duela un poco, ya que fuiste noqueado en el suelo después de golpearte - Explicó con calma - ¿Te acuerdas de tu nombre?

- Doyoung - Gimió el chico, todavía con la cabeza palpitante - Kim Doyoung.

- Bien, Doyoung ¿Puedes decirnos cuantos años tienes o donde vives? - Preguntó el hombre de pelo rizado.

Doyoung negó con la cabeza, con su puchero creciendo aún más.

- ¿Por que no?¿No te acuerdas? - El hombre siguió preguntándole con voz tranquila y relajante. Doyoung negó con la cabeza una vez más.

- No puedo decirte mi edad porque eres un extraño - Respondió Doyoung con seguridad. No sabía mucho sobre la vida humana, pero cada vez que miraba hacia abajo en la Tierra, siempre veía a las madres diciendoles a sus hijos que no dieran información personal a extraños. El ex ángel pensó que era una extraña costumbre humana.

El Sonido De Una Campana ~JaeDo~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora