Capitulo 11

524 50 2
                                    

Agata intentó recopilar todos los datos que recordaba sobre el pasado de Kyle. Su actitud autoritaria se debía a la trágica muerte de sus padres cuando era pequeño. Había creído poder evitar el dolor ejerciendo un control férreo sobre quienes lo rodeaban. Probablemente, como ningún suceso fue tan trágico como la pérdida de sus padres durante el resto de su vida, había llegado a creer que la técnica funcio­naba.

Durante mucho tiempo, Agata se preguntó si Kyle sena siempre así o si al darse cuenta de dónde residían sus problemas conseguiría actuar de otra manera.

De pronto pensó en su padre y en cuánto había cam­biado cuando su madre los abandonó. ¿Habría él tam­bién intentado evitar otra tragedia controlando todo aquello que estaba a su alcance? ¿Sería ésa la razón de que hubiera intentado dictar sus acciones?

Por primera vez en mucho tiempo, Agata sintió el deseo de hablar con su padre y descubrir si sus sospe­chas eran ciertas. De serlo, ambos tendrían que esforzarse por mejorar su relación. Tal vez si su padre era consciente de que, por el hecho de serlo, ella siempre le amaría, tal vez conseguiría mitigar su necesidad de con­trolarla.

No era demasiado tarde. Lo llamaría esa misma no­che.

Agata se levantó, se cepilló el cabello e irguió la cabeza. Al bajar las escaleras hizo más ruido del necesario a propósito para que los que estaban en el despacho supieran que se acercaba. Pero cuando llegó a la puerta, sólo vio a Kyle. Los Morgan habían salido.

Kyle levantó la mirada al oírla. Sus ojos estaban ve­lados y su rostro ensombrecido. No dijo nada.

—He pensado que voy a llamar a mi padre —dijo Agata desde la puerta.

Temía que al conseguir lo que quería, Kyle se mos­trara arrogante y vengativo.

En lugar de eso, se limitó a asentir.

—Ahí tienes el teléfono —dijo, señalándolo con la bar­billa—. Te dejo a solas para que estés más cómoda.

Cruzó la habitación para salir, pero Agata lo de­tuvo.

—¿Kyle?

El se volvió.

Agata hubiera querido decirle lo que había descu­bierto y en qué medida había afectado la forma en que percibía a su padre, pero si lo hacía estaría admitiendo que había escuchado la conversación. Finalmente, se encogió de hombros y sonrió tímidamente.

—Iré a buscarte cuando haya acabado para que pue­das seguir trabajando.

Kyle asintió y se marchó.

Agata marcó el teléfono de su padre con dedos temblorosos. Cuando tuvo respuesta, respiró profunda­mente.

—Hola, papá, soy Agata.

Agata colgó el teléfono pensativa. Miró al reloj y le sorprendió comprobar cuánto tiempo habían hablado. Había valido la pena como una primera aproximación para redescubrir el amor que sentían el uno por el otro. No dudaba que su padre siempre querría opinar sobre lo que debía hacer, pero al menos había admitido que sen­tía miedo por ella y que quería protegerla de la dura rea­lidad de la vida. Agata confiaba en haberle convencido de que tenía que descubrir esa realidad por sí misma. Había sido un buen comienzo.

Y Kyle era el artífice de todo. Agata se levantó con una sonrisa en los labios. Tenía que ir a buscarlo y de­cirle que podía volver al despacho si quería seguir trabajando. Además de darle las gracias, aunque eso le hi­ciera creer que había logrado convencerla gracias a su autoridad.

Kyle apoyó los pies en la barandilla de madera y se columpió hacia atrás. El crujir de las hojas, los mugidos de las reses en la distancia y el ruido de los caballos agi­tándose en el corral, se fueron adueñando de la noche. Su hermana y Jake habían ido a dar un paseo. Agata llamaba a su padre. Y él estaba solo.

Al lado tuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora