Día 10. Una Nueva Oportunidad

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Había decidido cambiar su vida por completo.

Y para ello, la primera acción que haría en su nueva vida era cambiar su nombre, fue una decisión improvisada, pues entrando al convento, le preguntaron cual era su nombre.

-Luziana, pero pueden decirme Lucy- desecharía ese viejo nombre, aquél con el que las pesadillas que le atormentaban le perseguían.

Aquél que tanto le atemorizaba.

-Lucy bienvenida, yo soy Sor Samanta, pero puedes decirme Sammy- se presentó la alta mujer de moradas iris frente a ella -Adelante, te enseñaré el templo- ambas tomaron las maletas de la castaña.

Le explicaba algunas de las reglas del lugar, como que había una hora de queda, todas desayunaban temprano, las tareas se rotaban entre todas, su túnica estaría lista al día siguiente...

Subieron por unas altas escaleras y dieron vuelta para pasar por un extenso pasillo blanco, y cada cuantos metros había una puerta de madera, se detuvieron hasta el final del pasillo, frente a un enorme ventanal con un hermoso y gran árbol que les daba sombra.

-Esta será tu habitación- abrió la puerta la Sor y al entrar, podía ver como un lado del cuarto estaba completamente desordenado y el otro, pulcro -Esa Aurora... le dije que ordenará su habitación- mascullo la contraria, entrando con alguna maleta -Esa puerta de ahí es el baño, por lo demás, puedes preguntarle a tu compañera de cuarto que ya debería estar aquí-.

-Gracias- dijo una vez que sus maletas estuvieron a un lado de la que sería su nueva cama.

-Eres bienvenida, hermana Lucy, pero por favor, acompáñame, que esto es solo el comienzo- salieron de la habitación y cuando le dieron la espalda al ventanal, un pequeño toque en el cristal llamó su atención.

Y cuando dio la vuelta, unos hermosos ojos vino le miraban sonrientes.

-¡Aurora!- gritó Sammy -¿Qué haces ahí? No deberías estar sobre un árbol- la mujer del otro lado, apuntó hacía abajo, sobre el pestillo que mantenía la ventana cerrada.

Se acercó hasta el y abrió la ventana, permitiendo que la morena entrase.

-Gracias- agradeció la que había entendido, se llamaba Aurora, su túnica estaba un poco sucia y al igual que la Sor, su cabello estaba cubierto por el velo negro característico de las religiosas.

-Hasta que apareces, Aurora- suspiro cansada, ¿Era tan difícil ser Sor que, a plena mañana ya se sentía cansada? -Como te decía, Lucy, ella es tu compañera Aurora y Aurora, ella es tu nueva compañera Luziana-.

Aurora cerró sus ojos, bajando la cabeza como una pequeña reverencia para saludarle.

-Es un placer conocerte, hermana Luziana- le sonrió de nueva cuenta.

-El placer es mío, hermana Aurora y por favor, dígame Lucy- era un poco más pequeña, portaba un piercing en su ceja izquierda, no tan discreto y un poco de mascarilla para pestañas.

-Aurora, por favor, muéstrale el templo, tengo que ocuparme de unos asuntos- ambas se despidieron de su superior y quedaron solas al final del pasillo.

Miró a la de tez más aperlada por el rabillo del ojo, solo para notar que ella ya le miraba.

-¿Sucede algo?- la mirada empezaba a incomodarla, además de que cada ves se acercaba más e invadía su espacio vital.

-Eres muy hermosa- le soltó casi en un susurro, sacándole un sonrojo -Y tierna- dijo con una risita coqueta, antes de tomar su mano y caminar animada hacía el principio del templo.

-G-gracias- tartamudeó desde atrás, notando como, por el aire de la ventana abierta, creaba una corriente y ocasionaba que el velo de su nueva compañera de cuarto, se elevase y revoloteara, además de que sus cabellos traspasaban el largo de la prenda.

-Vamos por aquí, veremos todo de pies a cabeza- pronunció mientras subía otro pisó arriba.

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Le había contado un poco... ella había sido una huérfana, pues sus padres le habían abandonado en la puerta de esa iglesia sin nada mas que una manta y desde siempre había vivido en ese templo, pero cuando cumplió su mayoría de edad, se salió a conseguirse la vida.

La paso mal, se metió en temas ilícitos, se hizo tatuajes, se hizo aretes... y cuando creyó que no le quedaba nada, recordó el hogar que tanto tiempo le había acogido y regreso para ser protegida por la mano de Dios.

Finalmente, llegaron al patio de la iglesia, donde más hermanas jugaban con las pequeñas huérfanas que cuidaban o hacían algunas de sus tareas para mantener el lugar.

-Te presentaré a las demás- en todo el trayecto, nunca le había soltado la mano y si bien, al principio se sintió apenada, conforme sus pies la llevaban por el edificio, se acostumbró a la sensación de cosquilleo.

Y cuando le soltó para presentarla, sintió que extrañaba el calor ajeno.

-Ella es la hermana Dánae- mientras señalaba a una mujer con ojos amarillentos que le mostraba su mano en modo de saludó, por alguna razón le daba mala espina verla -Ella es la hermana Guillermina- una joven mujer con los ojos algo rasgados y verdes le sonreía. Ese día, a ellas les había tocado lavar la ropa, por lo que llevaban las manos empapadas de jabón.

Se acercaron a otro trío de monjas, que estaban sentadas en el suelo, haciendo un círculo donde todas se hacían una trenza.

-Ella es la hermana Alexa- su velo descansaba en su regazo y su corto cabello estaba siendo trenzado por un par de niñas, la mencionada levantó la mano y le sonrió con calidez.

-Y por último, mi par favorito, Manolita, Loli y Ángela, mis niñas adoradas- señaló respectivamente a la pelirroja de larga cabellera que era peinada por una castaña de lentes.

-Aurora- la voz de Willy, como le gustaba a la ojiverde que le dijeran, se acercó mientras limpiaba sus manos en su delantal -No la has presentado con el padre Rabos- el rostro de Aurora se iluminó, sin notar como detrás de Guillermina, Dánae contenía una risa.

-Tienes razón, cuando te pones, te pones, Guille- volvió a tomar su mano y le sonrió, como respuesta, sonrió para ella.

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Regresaron al interior del edificio, hasta la entrada que vio al principio de la mañana y en un extremo de la amplia recepción, estaban unas escaleras hacia el sótano.

Bajaron por dichas escaleras y al acercarse a la puerta, pudieron escuchar la aguda voz de la Sor desde adentro.

"Rubén..."

Las facciones de Aurora cambiaron con rapidez, le miró y con su mano libre, hizo una señal de silencio.

Soltó su manos, para tomar la perilla y rápidamente abrir la puerta, encontrando a la Sor Samanta en el regazo de un hombre con cabellos blanquecinos, que, al escuchar la puerta abrirse, habían dejado de besarse.

-¡Así te quería atrapar puerco!- señaló al hombre inquisitivamente, quien se sonrojo hasta el nacimiento del cabello.

-¡Aurora! ¿Qué te dije de tocar la puerta?- señaló Sammy molesta, levantándose de las piernas del padre.

Su compañera empezó a reír, confundiéndola.

¿No era extrañó ver un padre besándose con la Sor?

-Vayan a su habitación para esas guarradas, puercos, ¿Y si viene una de las niñas y los ve comiéndose? Yo por ahí no paso- levanta las manos en señal de rendición, mientras se adentra a la oficina.

-N-no íbamos a hacer nada- se quejaba Rubén, buscando una forma de excusarse, hasta que notó la presencia de la nueva hermana -¿Ella quién es?- Aurora volvió a tomar su mano, para acercarla y señalarla.

-Ella es Lucy, mi compañera de cuarto- su señal cambio hacía el de ojos lima -Él es un puerco, no le prestes atención y si puedes, regáñalo cuando lo veas haciendo este tipo de cosas- escuchó un quejido del padre, pero fue totalmente ignorado por Aurora -Nosotras nos vamos, no queremos ver como se comen el morro- caminaron hacia la puerta para salir, pero antes de volver a cerrarla, la de cabellos oscuros asomó su cabeza -Jesucristo los vigila- terminó de cerrar la puerta y regresaron por las escaleras, al parecer iban de vuelta al jardín.

Caminaban en silencio, y recordó la fracción de segundo en que observo como se besaban.

Parecía que se amaban.

Instintivamente, llevó sus dedos a sus labios, imaginando la sensación, ¿Cómo se sentiría besar a alguien que te gusta?

Los ojos vino le miraron y aunque le hizo una pregunta, no pudo escucharla, estaba concentrada observando sus labios rosados, ¿Qué se sentiría besarla? se terminó sonrojando por sus pensamientos y una mano en su frente le regreso a la realidad.

-¿Tendrás fiebre?- preguntó preocupada Aurora, rápidamente negó, no era esa la razón de su sonrojo, ella le observaba con ese matiz de preocupación, terminó desviando la propia -Ya veo... ¿Tienes curiosidad de que se siente un beso?- había dado en el clavo.

No pudo negar.

Los pasos de Aurora se acercaban a ella, cuidadosos y suaves, en cambio, los propios retrocedían.

-Puedes probarlo conmigo- invitó, a la par que llamaba su atención.

Las delgadas manos ajenas tomaron su cintura, evitando que se alejara más. Su rostro volteó al ajeno, sintiendo como sus miradas se conectaban y la distancia se acortaba.

Sus propias manos se elevaron, para tomar con suavidad las mejillas de ella y cerró los ojos.

El suave toque sobre sus labios, le dio un delicioso sabor a miel.

Inevitablemente se tuvieron que separar y siguieron su caminó hacia el exterior.

-Me violaron- rompió el silencio en el umbral de la puerta que daba al exterior -Mi padre... quería mostrarme que era un pecado ser lesbiana y le pagó a alguien para que me hiciera lo que quisiera- Aurora solo le daba la espalda, su mano apretó su agarre y no podía ver su expresión.

¿Sentiría asco?

Y entonces lo escucho, como un sollozo salía de los labios que había besado, y cuando pudo ver su rostro, los ojos ajenos estaban derramando montones de lágrimas.

Estuvo a punto de soltarla, pero la contraria le jaló hacía su cuerpo y escondió su rostro en su cuello, mientras mascullaba cosas inentendibles.

-No es justo- susurraba un poco más tranquila -Los ángeles no deberían sufrir tanto- pero ahí estaban, sabía que todas ahí habían sufrido de cierta manera y entendía ese sentimiento de injusticia.

¿Porqué las cosas malas le pasaban a las personas buenas?

-Dios me trajo algo mejor- susurro como respuesta a quien lloraba en sus brazos, sus manos acariciaban su espalda y las ajenas, apretaban su ropa -Me dio la oportunidad de conocerte y a las demás... la vida no es tan mala- bajó un poco la cabeza, para recostarla en la de ella -Gracias Aurorita, no sabía que necesitaba ese abrazó- la mencionada estaba un poco más tranquila y ahora limpiaba sus lágrimas.

-En ese caso... ¡Abrazo a la hermana Lucy!- todos los presentes, detuvieron sus actividades y corrieron hasta donde estaban, para darse un abrazo grupal.

Definitivamente estaba feliz de estar viva y aún más, de darse una nueva oportunidad.

Discord, zorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora