¡DE ALGO TENGO QUE COMER!, ¿¡NO?!

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Los ojos desorbitados de Carl y sus gritos desmedidos la hacían encogerse y pegar botes en el mismo sitio, atemorizada. Atemorizada por su ya destruido trabajo y por el corazón de su amor platónico que estaba a punto de petar, según todas las probabilidades. Si se había salvado de su furia cocinera en anteriores ocasiones era por pura ventura del azar, ahora estaba frita como una papa, con los tímpanos explotados y de patitas a la calle.

Por su parte, la señorita tetas infladas ahora derretidas, se encontraba seguramente muy a gusto; de puta madre. Su reacción instantánea después del grito que profirió fue empezar a acusar a la buena de Clara con palabras hirientes y descorteces.
Le salió lo actriz de comercial de pasta dental, junto al hecho de que empezó a hacerse la vístima preocupando a todo el mundo y alegando que fue adrede todo el asunto del caldo. Razones no le faltaban, efectivamente muy accidental no fue.

Clara, siempre supo que sus habilidades de persuasión eran una porquería guiándose por la cantidad de situaciones desafortunadas que le atrajo esta deficiencia a su vida, y porque la actuación en este punto se le hacía bola, ya que, ¿cómo lograr un acto meramente salvable si no lograba convencer siquiera a un insignificante mosquito?

Saltó, bailó, canturreó, lloriqueo y nada absolutamente logró meterle la cabeza al papi rico Carl que lo que aconteció fue un pequeñito contratiempo. Capaz que la poca importancia que le ponía a la situación la dejaba en evidencia. Carl aducía el argumento razonable de que no era la primera vez que pasaban cosas similares, que ya había sido demasiado indulgente con ella y que ese percance parecía ser ejecutado completamente a propósito por razones que escapaban a su razón.

A todas estas, Clara deseaba que lo que le estuviese diciendo fueran puras palabritas de amor, y no un discurso de acusación próximo a la despedida, pero un rugido de: ¡¿SÍ ME OYES!? la despertó de la escenita que se tenía montada con su ex- jefe ahora, en la que se encontraban bajo la luz de la luna de París, junto a una cena pomposa y velas; bailando La vie en Rose, TODO ESTO EVIDENTEMENTE DESPUÉS DE CENAR porque le parecía una verdadera ordinariez y contrario a toda lógica humana estar en plan romantiqueo con el estómago vacío.

En resumen sí, fue batiqueada a su casa a la que con un nudo en la garganta se dirigió como soldado caído a hartarse de helado y atún como el que termina una relación sentimental y como quien poco amor le tiene a su sistema digestivo por el desligue nutricional de ambos alimentos.

Textear a su mejor amiga y contarle sus penurias durante una hora le acarreó una oferta que bien, podría ser bastante considerable. Eso SI EN ESA OFERTA NO SE ENCONTRASE LA PALABRA NIÑOS, LIGADA EN LA MISMA ORACIÓN. Clara sabía que apestaba con los críos y que parecían odiarla incluso más que las monedas con la suerte del azar cara y escudo, empero su frase icónica de: ¡DE ALGO TENGO QUE COMER!, ¿NO!? y su rechazo completo a estar inmersa en la pobreza completa le empujaron a dar el paso e intentarlo.

¿Cómo logró Clara obtener el puesto de niñera de dos infantes con horario de medio tiempo? es un misterio que aún no resolvemos. Estaba de bote a bote de la felicidad sin evaluar las posibles consecuencias CATASTRÓFICAS que eso acarrearía. Pensando en el dinerico y que tendría qué comer en este mes se adentró a una escena dantesca, a un infierno monumentalmente tortuoso, lo que podría resultar en su vejez prematura y el colapso de su corto juicio.

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⏰ Última actualización: May 03, 2020 ⏰

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