Harry
El motor de la limusina arrancó dejándome con mis maletas en la entrada del internado.
Niños gordos corrían de un lado a otro y adolescentes en bajo peso reposaban en el césped. A lo lejos divisé a una chica de cabello rubio, con una extraña forma de vestir y tez blanca, muy blanca. La observé por un momento.
Unas palmadas en mi espalda me hicieron salir del trance. "¿Señor Styles?" dijeron mi nombre. Observé a aquella mujer de avanzada edad. "¿Si?" pregunté amable. "Soy la directora Peters" sonrió. "Sígueme para mostrarte tu habitación" la mujer llamó a dos guardias los cuales tomaron mis maletas y siguieron a la directora.
Al cabo de unos minutos estábamos ya en la habitación, un agradable lugar en donde quedarse. Se encontraba en el tercer piso del internado, creo que al final del pasillo. Bastante cómoda y acogedora, las paredes pintadas de un amarillo pálido con una cama al centro y una mesita de noche a su lado, también un estante que se encuentra en la esquina al lado de la puerta la cual creo que sería un baño. "Espero que la encuentre de su agrado" dijo para luego irse de la habitación. "Oh, y la cena es en veinte minutos. Prepárese y lo esperamos abajo" se fue.
Decidí cambiarme de ropa y organizar todo.
Al principio cuando mi madre me dijo que me metería a un internado por mi condición física me asusté un poco, creí que era de esos internados en donde hay una vieja amargada y muy estricta. Aún no entiendo por qué estoy aquí, se supone que mi madre estaba conforme conmigo y mi hermana, pues yo lo estoy. Mi padre es el único que esta en contra, pero claro, a el sólo le importa el dinero y tener una familia decente. Como su hijo es gordo, quiere que sea un modelo para conseguir una chica guapa y tener nietos más bellos aún, pero acaso ¿le importa mi opinión? no, no le importa saber si yo estoy feliz conmigo mismo.
Jamás fui gordo, de hecho era el chico más flacucho de la escuela, por lo cual comencé a comer más y a los quince años ¡pom! engordé.
Una campana avisando la cena interrumpió mis pensamientos. Tomé aire y baje por las grande escaleras del internado.
Ya en el comedor se encontraban todos parados enfrente de la mesa, busqué mi asiento, el cual se encontraba frente al de la chica rubia. "Ya que están todos aquí, pueden servirse" se sentaron rápidamente, pero aquella chica que vi antes miraba su plato con pena, era un gran plato de comida. Al parecer los "gordos" comían pequeñas porciones y los más delgados, grandes porciones. "¿no comerás?" le pregunté. Me miró dulcemente. "No lo se" sonrió mostrando sus grandes dientes. "¿Quieres el mio?" mire a todos lados. "Eso no se puede..." la interrumpí. "Estaría dispuesto a cambiártelo si me prometes comerlo todo" le sonreí. Mi porción era del tamaño de un puño pequeño, mientras que la de ella era dos puños grandes. "Acepto" me sonrió entregándome el plato. Su plato tenia una ensalada, con un trozo de pollo acompañado de una ración de puré. Mientras que el mio era medio huevo cosido más una pequeña ensalada.
Luego de que quedaran unas pocas personas en el comedor decidí preguntar "¿Cómo te llamas?" "Zoe y ¿tu?" me sonrió dejando su plato a un lado, pues ya había terminado. "Harry" le sonreí. "Un gusto Harry" hizo una reverencia. La mire confundido, ella rió "Con permiso" dijo para luego levantarse he irse.
Dios, que chica.