Parte 2: París no es el París de los Cuentos

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La vida se pausó y Emmanuel no pudo más que pensar en las mil formas en que podía liberarse de aquella situación y cómo, de entre esas mil, no lograba estacionar su mente en una, decidir, y escapar. Julia se adelantó y haciéndole un ademán con sus brazos extendidos parecido al que se hace ante un perro bravo, le dijo:

- Tranquilo. Las cosas no siempre son lo que parecen.Ojalá la vida fuera tan simple para sacar conclusiones como en una película. Por eso me gusta el cine independiente ¿sabes? Puede parecer confuso pero en realidad los personajes son solo más complejos, como somos las personas.-

Sin interumpir su discurso, Julia se le aproximaba con la mirada, la inhalación y la exhalación inalterables.

- Eso que ves es el Chat Noir, uno de esos clichés bohemios de París, de cuando todos los artistas exiliados andaban por ahí, creyéndose, y haciéndose creer los unos a los otros, tan buenos e incomprendidos artistas con sus poemas, sus penas y las mujeres. No digo sus mujeres, digo las mujeres. Porque no nacimos para ser las musas de nadie.

Y en el último respiro, en esa última palabra tan vasta como para incluir a todos los hombres y, por consecuencia también a Emmanuel, la lentitud se tornó en calma furia; Julia le arrebató la tela de las manos y, junto a ésta, sus ganas de preguntar más. Estaba resuelto a aceptar que eso fue lo que vio: el Chat Noir. En realidad, le fue bastante fácil. Claro que esa sangre antigua era evidencia, y sin embargo, mientras no preguntara por ella, no tenía nada que ver con él. No era la primera vez que le pasaba, Emmanuel había transitado por dos relaciones largas sin sentir nunca ansias por saber más; por el contrario, solía olvidar rápidamente lo que le contaban sus parejas, hecho que le ocasionaba una serie de reclamos por no saber distinguir entre la importancia de un asunto u otro. Hace unos meses, Sofía le había dejado (en el medio de un puente peatonal sin saber si continuar o regresarse) por no recordar que su jefe la había despedido el día anterior. Se regresó.

Ambos continuaron doblando poco a poco el telar. Al principio, intentaron enrollarlo, pero pronto comprendieron que era mejor doblar cada retazo por su forma irregular. Habría pasado cerca de media hora y los dos continuaban en la tarea sin hablar, con la misma concentración que un niño le pone a sus juguetes. Algo en ella le empezaba a parecer intirgante, por algún motivo inocente e incluso algo triste. Julia se detenía a admirar cada retazo antes de doblarlo, pasaba sus dedos por el hilo y sus gestos evidenciaban que se preguntaba si otro orden le hubiera resultado mejor. No por el asunto del Chat Noir, había dejado de ser una mujer que necesitaba de su ayuda, además, era claro que no podría ella ponerle en una situación en la que no pudiera defenderse. Emmanuel preguntó:

- ¿Por qué has hecho todo este trabajo? –

- Empecé hace casi una semana. Estaba arreglando mi casa y saqué todos estos retazos del armario. ¿Quieres una cerveza? – Le preguntó Julia

- Sí, claro. Gracias – contestó.

- Trapito nunca se me ha escapado ¿Sabes? Hemos vivido aquí casi un año, antes vivíamos en una casa más pequeña pero tampoco se salía. – Le contó desde la cocina – No sé si tenga algo que ver con esto pero....De hecho, no sé en qué momento se fue porque hace días que esto se puso muy grande.-

Julia colocó las cervezas en la mesa junto a un plato de galletas de sal de esas que se comen cuando nada más está disponible en la alacena. Se sentaron, en medio de un gran silencio y una tenue incomodidad.

- Son recuerdos.- dijo Julia. – Son cosas que he guardado: algún vestido de una boda a la que asistí, una pequeña almohada de avión, vestuarios viejos, pedazos de sábanas en las que dormí, la cobija en la que llegó Trapito. –

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⏰ Última actualización: Apr 25, 2020 ⏰

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