(Esto es raro ya que los dos one-shoot's que he subido aquí son adaptados, y bueno, este es mío (?). Es un MPREG así que todo se puede, jeje).
Me encontraba recostado en el sofá, cubierto con una manta desde los pies hasta mi pecho. Con mis manos sostenía una gran taza con algo de café con leche en ella. Una de las grandes ventajas de estar en un estado como este, es que muchos se colocan en su plan de servicial solo porque vas a parir. Miré hacia mi estómago, y aquel bulto que sobresalía de él. Estaba tan feliz. Esta hermosa criatura, me ha traído tantas cosas buenas, y malas, pero ante todo buenas.
Recuerdo el día en que me enteré de que había un nuevo ser dentro de mí. Sentía que me cagaba en todo, metafóricamente. No encontraba la forma en cómo contarlo, ni tenía el valor para hacerlo. En esos momentos sentía que mi mundo se venía encima; no sabía si mi madre me perdonaría, ni si Gerard querría hacerse cargo. Era un manojo de nervios y emociones, incluyendo las hormonas por el embarazo.
“Gerard, necesitamos hablar.” Eso recuerdo haberle dicho por teléfono, después de haber comido una lata gigante de atún. Lo gracioso es que no me gusta el atún. Gerard llegó demasiado rápido, a decir verdad, y venía algo cansado y sin aire. Como si hubiera corrido por todo el camino.
“Por favor, Frank. Sea lo que sea que haya hecho, no termines con…”
“Vamos a ser papás.” Solté sin previo aviso, mientras que con mi mano izquierda sostenía el bulto imaginario que ya veía crecer. Literalmente, su barbilla casi topa contra el piso. Y no sabía cómo tomar eso.
“¿Me estás jugando una clase de broma?” Me dijo después de un minuto, supongo que tratando de asimilar lo que había dicho. Mordí mis labios, y negué con la cabeza. ¿Y si me mandaba a la mierda? ¿Y si me decía que a él no le importaba? Quería llorar… Putas hormonas, y eso que en ese momento solo tenía unas semanas. “¡La madre que te parió, Frank!” Gritó corriendo hacia mí, y abrazándome fuerte. Un abrazo cálido, y lleno de cariño. Fue ahí donde supe que todo estaría bien.
Sonrío ante el recuerdo, y agachó la cabeza una vez más para poder admirar mi vientre. Es increíble que un pequeño humano se encuentre dentro de mí, y que sea fruto de un amor tan bello. Un amor como el mío y el de Gerard. Cualquiera pensaría que esto será difícil, y eso lo sé. Debo aceptar que yo y Gerard jodimos todo por estar de calientes –y bueno, no me arrepiento mucho-, y que tener que sobre llevar un embarazo a los 18 años de edad no será fácil. Pero cuento con el apoyo de mamá, y de mi chico. Mi Gerard.
Gerard… ¿Cómo me enamoré de un idiota como él? Y embarazarme, sobre todo. Es gracioso pensar que voy a ser el padre del hijo de Gerard, el rarito amante de los cómics que no se junta con nadie y que come en los baños del colegio, porque le gusta la soledad. Y gracias a ello fue que lo conocí. Recuerdo cómo unos cuantos chicos metieron mi cabeza en el retrete del baño de al lado, y cómo me ofreció de su emparedado para ver si me sentía mejor. Porque, ¿a quién no le hace bien un emparedado de jamón después de que su cabeza estuvo metida en un retrete?
—Hey, ¿en qué piensas?—hablando del rey de Roma…
—Nada, solamente en el día en que nos conocimos— sonreí.
Él también lo hizo, sentándose a un lado de mí. Me acomodé sobre el sofá para poder apoyar mi cabeza en su hombro derecho, mirando hacia la televisión.
—Nunca he estado tan orgulloso de haber llevado un emparedado de jamón a la escuela— rio de nuevo—. Por cierto, casi te lo acabas.
—Disculpa. El agua del retrete me dio mucha hambre.
Rio por lo bajo, al igual que yo. Para luego suspirar un poco, y mirarme. Sus ojos se encontraron con los míos, trayéndome miles de recuerdos y razones para amarlo cada vez más.
—Aun no puedo creerlo.
Lo miré confundido, mientras colocaba uno de mis brazos sobre su abdomen, abrazándolo.
— ¿Creer qué?
—Todo esto. El tenerte a mi lado, el que vayamos a ser padres… que tengas a un pequeño ser dentro de ti, y que ese pequeño ser sea mío— dijo, mirando hacia el frente.
Oh, gracias Gerard, es muy buena idea decirle todo esto a un chico con 9 meses de embarazo. Como si las hormonas no me tuvieran suficientemente jodido.
Sonreí. Una improvisada lágrima cayó por mis mejillas. Y yo, aun no puedo creer que estés aquí conmigo, Gerard.
Esperen…
—Oh mierda— dije tomando mi estómago con una mano—. Gerard…
— ¿Qué pasa?
—Hay algo que tampoco vas a poder creer…
— ¿Ah, sí? ¿Y qué es?
—El bebé ya viene— terminé.
Su boca, literalmente, casi se abre hasta el piso. Oh por Dios, ayúdame. Esto duele más que ser pisoteado por caballos. Se levantó rápidamente, moviéndose de un lado a otro viéndome, y entrando en pánico.
¡¿Este qué cree?! ¡¿Acaso no va a hacer nada?!
— ¡Serás pendejo, Gerard! ¡Llévame al hospital!— grité desesperado.
Las contracciones aumentaban un poco cada vez más, y ya sentía que la torre de pizza se me salía por donde ya sabrás tú. Él asintió rápidamente, tomándome en sus brazos y corriendo hasta la puerta. Para nuestra suerte, teníamos el viejo auto que mamá nos había dado. Abrió la puerta del copiloto con cuidado, subiéndome y cerrando la puerta después. Se subió al asiento de conductor y comenzó a conducir hasta el hospital.
—Inhala, exhala…
— ¡Cállate, y conduce! ¿Qué no ves que estoy a punto de parir?
— ¡Solo quería ayudar!
—En lo único que quiero que me ayudes, es que me lleves hasta el hospital rápido— exhale tres veces seguidas, de forma rápida. Él solo me miraba asustado, mientras volteaba para mantener la vista en el camino—. ¿Qué? ¿Nunca has visto a un chico a punto de parir?
—La verdad no…
—Mira Gerard, tú sol- ¡OH POR DIOS, ESTO DUELE MÁS QUE MI PRIMERA VEZ!
—Pero te gustó…
— ¡Tú cállate, y sigue manejando!—grité, desesperado. Ya no podía más, y este chico que trata de sacarme de quicio.
Llegamos al hospital, en donde fui trasladado en una silla de ruedas hasta uno de los quirófanos de urgencias. Exhalaba e inhalaba. Sentía que ya no podía más, hasta que me subieron a una camilla y perdí el conocimiento.
Abrí los ojos poco a poco, la luz me molestó enseguida, lo cual hizo que los cerrara y abriera. De repente, sentí una gran pulsada en mi vientre, y el dolor se esparció por todo mi cuerpo. Llevé mi mirada hasta éste, y me di cuenta de que mi estómago ya no tenía ese gran bulto. Ya había pasado.
Dejé caer mi cabeza nuevamente sobre la almohada. Gerard estaba a un lado de mí, dormido. Recuerdo todo lo que pasó en el coche, y no pude evitar soltar una carcajada en volumen bajo, para no levantarlo. Debe estar demasiado cansado… Ahora logro ver que me comporté como una mujer en el periodo con él.—Hola…— susurra una mujer de baja estatura y edad media, entrando a la habitación. Giro a verla y me doy cuenta de que trae un pequeño bebé en sus brazos.
Mi bebé. Nuestro bebé.
Se acerca a mí, y lo coloca cuidadosamente en mis brazos, a lo cual correspondo. Se ve tan débil, pequeño… frágil.
—Es una hermosa y saludable niña— dice finalmente, sonriéndome, para así salir de la habitación.
Miro sus pequeños ojos cerrados, y sonrío. Siento cómo Gerard se remueve sobre su lugar, dando un gran bostezo. Se detuvo para mirar a nuestra pequeña, con sorpresa.
—Es hermosa.
—Lo sé.
—Yo me encargo de que no abra las piernas.
—Pendejo.