Capítulo 1.

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Mochila, laptop, llaves, billetera... Maximiliano repasaba una y otra vez para evitar que algo se le pasara. Su primer día en la universidad tenía que ser perfecto. Bueno, su primer día de segundo año.

Cerró la puerta de su dormitorio y bajó las escaleras corriendo. Su padre ya estaba bebiendo café mientras le daba una ojeada al periódico. Se sentó frente a él.

—Buen día papá —saludó mientras metía un pedazo de tostada a la boca.

—Buen día hijo. ¿No te olvidas nada? Siempre olvidas algo.

—Claro que no papá —contestó enfadado—. Tengo veinte años, ya no soy un niño.

—El celular, por ejemplo. —Bajó diciendo su mamá con una enorme sonrisa burlona—. Aquí tienes Maxi. —Apretó sus cachetes con amor maternal para fastidiarlo.

El chico tomó el aparato al que al instante guardó en su bolsillo; avergonzado. Si seguía así de distraído sus papás jamás dejarían de verlo como a un infante. Le gustaba que le mimaran, pero no le gustaba que no le respetaran como el adulto que se estaba forjando en él.

Ser hijo único no era fácil. Envidiaba a su mejor amigo, él tenía una hermana, una pesada, pero toda la concentración de sus padres no estaba en él, sino en ella.

—No lo había olvidado señora Janna —evitó llamarla "mamá" para molestarla—. Iba a ir por él, luego de beber mi nutritivo yogurt.

—Es un completo mentiroso igual que tú —espabiló la mujer mirando a su marido.

—Eso lo heredó de ti. —Depositó un beso en sus labios.

—¡Aj! —Maximiliano cubrió los ojos—. ¡No lo hagan frente a mí! Soy una pobre criatura inocente.

Su padre se puso de pie sin dejar de sonreír.

—Oye criatura inocente, vamos o llegarás tarde. Adiós cariño —se despidió de su esposa.

—Que tengas un buen día en el trabajo, amor.

—Papá, ¿me llevarás tú? Yo quiero ir en mi auto —se quejó Max—. Adiós mamá. —Fue junto a ella y besó su mejilla.

—Adiós cielo, que te vaya muy bien en la universidad.

—Gracias mamá. Papá —continuó mientras iba tras él—, quiero llevar mi auto.

—Es tu primer día, quiero llevarte yo.

—Papá por favor, ya no soy un niño. Qué vergüenza que me lleves a mi primer día de universidad.

Su padre se giró para despedirse una vez más de su mamá con un beso volado. Ella levantó la mano, mirándolos con diversión.

A fin y acabo su padre había ganado. La idea era llegar en su auto deportivo saludando a todos, y ser el centro de atención. Pero por ahora se había resignado a mirarse en el espejo delantero del auto de su progenitor.

Había obtenido los ojos y cabello oscuro de él, pero la nariz perfilada y pequeña de su madre.

Revolvió su cabello que conseguía cubrir parte de su frente para posteriormente sonreírle a su reflejo. Su amplia sonrisa se remarcaba sobre su quijada fuerte y ancha; esos rasgos enérgicos y marcados los obtuvo de su abuelo Sandro, que tenía la mandíbula adiamantada.

El auto se detuvo frente a la puerta principal de la universidad. Al no divisar moros en la costa, Maximiliano se apresuró en bajar. Que le dispararan si alguno de sus amigos le viera bajar del auto de su papito.

—Adiós papá.

—Adiós hijo.

Caminó a estancadas sin mirar atrás. Ya solo faltaba unos pasos más para cumplir la misión.

HURACÁN DE MENTIRAS [Segunda historia de serie Gemelos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora