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Naruto Uzumaki despertó momentos antes de que sonara la alarma. Hecho curioso puesto que, un mes atrás, ni siquiera el estrepito ocasionado por alguna tempestad lo habría sacado de su letargo. No obstante, ahora era diferente, amaba su trabajo, le gustaba mucho el cargo de detective que se le había encomendado, mas no así, el estropicio generado a raíz de este

Ya no había más siestas vespertinas, no podía atiborrarse de ramen a diario, y su mente estaba inquieta las doce horas del día, y muchas más de la noche

No era un caso fácil el que se le había asignado, empero, resultaba emocionante y a la vez complejo. Muchos en el cuartel aun dudaban de sus capacidades debido a su corta edad. Era el más joven del resto de subordinados, y –según palabras de sus compañeros- el más ingenuo

Claro que, a sus diecinueve años, Naruto había aprendido bastante dentro del extenso campo de la criminalística, y ni siquiera estaba a un cuarto del camino. Llevaba apenas dos años integrado a la base de policías y detectives de Tokio. Era un empleo bien pagado, y había sido su abuelo Hiruzen quien se encargó de acomodarlo meses antes de su muerte

Largando un bostezo y viendo sus enmarañados cabellos rubios en el espejo del baño, Naruto se dispuso a enjuagarse el rostro. La noche anterior se había duchado porque había estado practicando tiro con las dianas y sudó mucho, pero de cualquier manera, lo ayudaba a espabilarse

Con los ojos entrecerrados, anduvo de cuarto en cuarto, maldiciendo de vez en cuando al criminal que tenía a todo el cuartel de cabeza durante los últimos meses. Naruto conservaba la esperanza de ser él quien lo atrapara, quería hacerlo, necesitaba hacerlo. De ese modo sería finalmente reconocido por sus compañeros, lo aceptarían como a un igual, y no como al chiquillo idiota cuyos buenos contactos, ayudaron a su integración dentro del cuartel. Y es que, si bien era cierto que fue gracias a Hiruzen que Naruto había entrado en la unidad, sus meritos también habían influido en ello. Su abuelo era una persona responsable y simpática, pero en ocasiones parco y serio. Hiruzen no introduciría a cualquier novato sino supusiese de antemano que era lo correcto, que dicha elección era la adecuada

Muchas veces su abuelo le había dicho que no "metiera la pata" que se ganara el reconocimiento de sus camaradas limpiamente, que les demostrara con hechos y no con palabras, quien era Naruto Uzumaki

Y por supuesto que lo iba a hacer, honraría a sus difuntos padres y a su abuelo, al mismo tiempo que obtenía algo que consideraba importante, ser reconocido, que dejaran de burlarse de él y lo llamaran "pequeño rubio suertudo"

No todos en el cuartel eran así. Pero la gran mayoría se comportaba como un autentico dolor de cabeza, según Gaara, querían presionarlo para que se marchara cuanto antes, de esa manera, les subirían el sueldo. Un subordinado menos, varios subordinados a los cuales repartir ese cheque

Ni loco Naruto les daría ese gusto. Primero atraparía a ese psicópata apodado "Hebi", le daría una buena paliza y lo encerraría en el lugar que le correspondía. Eso si es que aquel criminal desalmado lograba librarse de la pena de muerte

Más relajado, se detuvo en la barra desayunadora y tomó un pote de ramen instantáneo. Era muy temprano aun, así que comería cuando llegara al cuartel. Y en cambio, decidió prepararse un café bien cargado que lo ayudase a mantenerse alerta todo el tiempo. Después se sentó junto a la mesa y tomó los papeles desperdigados para leerlos con suma atención

Hebi era lo único que Naruto tenía en la cabeza desde el comienzo del día, hasta ya entrada la noche. Su actual jefe le había asignado efectuar una ronda nocturna en un vecindario de mala muerte, donde se suponía, podría obtener valiosa información respecto al cretino

Solo una semana desde el último asesinato, y ya sumaban dos más. Lo peor de todo es que las pruebas eran insuficientes y entre mas creían acercarse, mas retrocedían. Los registros apuntaban a que el asesino apodado Hebi no podía hallarse a más de cuarenta millas a la redonda. Aparentemente perpetraba los asesinatos siguiendo una especie de patrón numérico con el que enmarcaba el cuerpo de cada víctima, empleando un arma blanca para ello

Last case.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora