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23:03 p.m. |Lun, 20 de abril

ᴍɪɴ ʏᴏᴏɴɢɪ

Cada uno de mis dedos ya sobre las hermosas teclas de aquel piano, practicando silenciosamente aquella melodía que sabia de memoria, pero en la que no estaba dispuesto a cometer ni un solo error al entonarla.

—te traje flores.. —extendió un pequeño ramo de rosas blancas, desordenadas y mal cortadas frente a mí, como si se tratase de una sorpresa, aunque obviamente ya las había podido apreciar entre sus manos desde su entrada a la habitación—. Sé que no son las mejores, pero es que no tuve tiempo de-

—son hermosas, muchas gracias —lo calle y sonreí ampliamente dejando el que para mi era el más hermoso ramo de rosas, sobre el piano—. Puedo ¿curar tus manos? Sé que probablemente te lastimaste tratando de tomarlas bruscamente.

—siempre sabes todo lo que hago mal y haces lo posible para tratar de cuidarme —extendió sus manos mientras yo buscaba lo necesario para desinfectarlas.

—no es necesario que te lastimes solo por conseguir unas flores—, ignore su comentario, como también su mirada tan penetrante sobre mí, no era frecuente el echó de que hablaramos tan abiertamente, aunque sea solo yo el que no habla teniendo un mar de pensamientos y enredos mentales cada día más tormentoso.

Con delicadeza limpie sus manos y los pequeños rasguños en ellas después de ya haberlas desinfectado, como era de costumbre mi mente estaba en una completa maraña, siempre lo estaba, aveces llegaba a pensar que no podía seguir viviendo rompiéndome la cabeza a diario en busca de explicaciones para lo que no quería sentir, pero obviamente, y contra mi propia voluntad, lo hacía, lo sentía, y no tenía explicación alguna para aquello.

—yo quería decirte que...

—no deseo escucharte, solo déjame tocar para ti.

Otra vez noté aquella desilusión en sus bellos ojos, aquellos hermosos orbes que cada vez que los miraba por demasiado tiempo me llevaban al llanto descomunal por horas, eran aquellos orbes que siempre buscaban los mios, pero en pocas ocasiones llegaba a encontrarlos, y aquella desilusión que siempre sé le hacía presente en su propia vida, en todo lo que mirara o tocara, como si nada se le hiciera suficiente o inclusive satisfactorio.

—lo siento, no quise decirlo de esa forma, yo… —pero ya era tarde para remediarlo, el hombre solo se levantó con una sonrisa, dándome el espacio libre para que pudiese tocar, para él.

—tranquilo, lo entiendo, anda yoonie, toca para mí.

Talvez era un idiota, si que lo era, pero el era el idiota que estaba más que enamorado de la sonrisa de ese hombre, Park Jimin, si, sabia su nombre, aquel nombre que siempre era susurrado por sus propios labios antes de dormir, antes de embriagarse con la sonrisa del susodicho, era ese nombre el que en su cabeza solía vagar en un susurro perezoso, así como también se le repetía cada mañana, tarde y noche, hostigándolo, pero solo un poco.

Aunque no solo estaba enamorado del hombre por su sonrisa, sino por un cien mil de razones más, pero que yoongi nunca diría en voz alta, tanto por que le parecían pensamientos demasiado homosexuales de su parte, y también porque no podía amarlo, era prohibido incluso tener un gusto por él, pero lo había echo, se había creado un pequeño mundo de fantasías cursis junto a él pudiendo haberlo evitado desde un principio, era impactante como había caído por él en tan poco tiempo y con tanta facilidad, siendo que ese era su agresor, el hombre que lo lastimaba de la forma más hermosa posible, una en la que lo destruía tanto física como emocionalmente, definitivamente estaba loco, pero no tan loco como para aceptar los te amo del señor Park y no sentirse culpable.

Retomando el tiempo en la realidad, tomo sus partituras sin ninguna prisa colocándolas en el lugar de siempre, aunque realmente no las necesitara, sé sabia todo de memoria, así como también sabia lo que significaba la melodía que tocaba cada noche en sus adentros, pero no había problema con tener las partituras a la vista, tampoco había problema con expresar sus sentimientos de una forma en la que solo él sabría de aquello, sus sentimientos algún día se callaran, así como él también lo haría una vez que dejara de tocar para aquel hombre, Park Jimin.

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Hola, recuerden que son personitas realmente hermosas, baibai.

Play the piano for me...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora