02

18 2 4
                                    

La casa entera estaba a oscuras y solo la tenue luz de los focos en las calles, que daban en la sala de estar, hacían que pudiera caminar sin tropezar con algún mueble. Mamá ya estaba dormida y, como se había anticipado, Yoongi no estaba aquí pasando la noche.

Abrí y cerré la puerta principal de la casa con sumo cuidado mientras la ansiedad se apoderaba de mí. Por un lado, no quería despertar a mamá y quedar al descubierto, y por el otro, estar tanto tiempo sola en la calle a oscuras me daba demasiado terror. Las imágenes de la tarde en la que mi vida terminó destruyéndose completamente no tardaron en hacerse presente dentro de mi cabeza, por lo que rápidamente intenté pensar en cosas más agradables mientras mis pies caminaban por los callejones del barrio.

¿Por qué me arriesgaba?

Bueno, mi excusa era una infantil, propia de una niña de cinco años. Quería saber que iba a hacer mi hermano. El abuelo de Namjoon había mencionado algo sobre una fiesta durante la mañana, imaginaba que la misma estaba dándose acabo en "el centro".

Ese lugar, como lo menciona el propio nombre que le hemos puesto los habitantes de Gangdong-gu, es el corazón del barrio. Es amplio, tiene un roble gigante en el medio rodeado por algunos bancos en muy mal estado y es el sitio perfecto, no solo para que los ancianos vayan a pasar las tardes de domingo ahí mientras juegan al ajedrez, sino también para ir a drogarte con tus amigos y, en este caso, hacer una fiesta improvisada con todo tipo de ilegalidades.

Yo jamás había estado en una. Primero, era muy inocente tiempo atrás, y ahora, dadas las circunstancias en las que había estado yo durante los últimos dos años, digamos que tenía unos cuatro pares de ojos velando por mi seguridad las veinticuatro horas del día.

Pronto pude sentir y escuchar las vibraciones de aquel hip hop noventero que inundaba aquel pedazo de tierra mientras más me acercaba. Sonreí para mis adentros. Después de todo, no era tan estupida como yo me pensaba pues, efectivamente aquí estaba la dichosa fiesta. Todo estaba atestado de gente bailando como si estuviesen teniendo sexo con ropa y el olor a sudor, alcohol y marihuana era notable. La mayoría eran caras conocidas, por lo que me sentía, irónicamente, más segura en este ambiente que en los callejones fríos por los que tuve que pasar para llegar hasta aquí.

Pero demonios, de haber sabido lo que iba a encontrarme, me hubiese puesto una nota mental citando las famosas palabras: "La curiosidad mató al gato." De esa manera, hubiese estado tranquila durmiendo en la comodidad de mi cama en vez de comenzar a sentir un extraño nudo en la garganta ante aquel rostro tan estúpidamente familiar.

– ¿Sabes? Realmente tengo mucha fé en ti.

El pelirrojo me miró algo extrañado, reprimiendo una sonrisa burlona.

– ¿Por qué lo dices?

– Pareces ser el único aquí con el espíritu de cambiar las cosas para bien. Pienso que es de admirar — me encogí de hombros —.

Tuve que detener mis pensamientos cuando escuché el grito de un hombre realmente enojado. Como si hubiese entrado en un trance, me había obligado a alejarme de aquel rostro. Supongo que estaba tan distraída que no me di cuenta cuando choqué con el tipo furioso, derramando su cerveza y ensuciando su ropa.

– ¿Qué crees que estás haciendo, maldita zorra? — me agarró por la muñeca mientras me miraba a los ojos. Sus órbitas estaban realmente rojas, producto de la marihuana sin duda —.

– Lo siento — fue todo lo que pudo salir de mi boca —.

Odiaba tener una personalidad tan contradictoria. La verdad es que todo en mí eran simples palabras. Podía hacerme la muy valiente y rebelde insultando a todo y todos, sin embargo, en situaciones cómo estas simplemente me temblaba la voz y solo quería hacerme bolita y llorar por una eternidad de lo asustada que me sentía.

Vendetta [JHS] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora