NOT TOMORROW.

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El motor de un auto Mustang 1995 suena cual el rugir de un demonio sobre una desolada y nocturna carretera casi en el medio de la nada, el acelerador a fondo hace subir el velocímetro de sesenta a ochenta y de ahí a cien. Las manos del conductor sujetan a más no poder el volante. En el asiento del copiloto yace un teléfono celular pequeño de tapa folder, la pantalla muestra un mensaje corto, frio y desolador: “Ayuda…”
El conductor, un hombre de aproximadamente 40 años llamado Desmond, toma el teléfono celular y marca al remitente del mensaje, solo para recibir el mismo sonido muerto que ha recibido las últimas diecisiete veces y que acorta sus esperanzas de encontrar a esa persona sana y salva… o por lo menos con vida. Las luces de los faros iluminan el negro del asfalto y el desolado vacío que le espera con cada kilómetro recorrido. No hay nada a la vista y sea cual sea su destino parece estar lejos de llegar. Ante la nada, Desmond visualiza una figura en medio de la carretera que lo obliga a frenar bruscamente, el chillido de los neumáticos resuena en el ambiente a pesar de que no hay nadie a kilómetros de distancia capaz de escucharlo. Desmond observa el motivo que lo forzó a detener su carrera a un par de metros del auto. Tres cuerpos yacen tirados en el asfalto, cubiertos por unas sábanas blancas que resaltan de suciedad. La parte que cubre la cabeza esta manchada de sangre en su totalidad. El gesto de Desmond es mas de preocupación que de sorpresa, por algún motivo sabe que lo que está viendo más que causarle miedo, le hace recordar el motivo por el cual debe continuar su búsqueda. El auto lentamente comienza a dar reversa, pero un sonido similar a un quejido hace que Desmond se detenga nuevamente, los cuerpos en la carretera comienzan a lamentarse.
La cabeza de Desmond se acerca al volante, descansando sobre él, tomándose un minuto para pensar bien que es lo que debe hacer a continuación.
-Esto no es real…- se dice a sí mismo en un intento por aliviar el nerviosismo que lentamente comienza a agudizar en su cuerpo.
La puerta del auto se abre. Desmond baja del auto y se acerca a uno de los cuerpos cubiertos, inclinándose apoyado sobre una rodilla. No hay ningún olor a muerte en el ambiente y no hay explicación alguna de cómo fue que esos cadáveres llegaron a ese lugar.
Las temblorosas manos de Desmond se acercan al ensangrentado rostro del cadáver que cubre la sabana y lentamente comienza a descubrirlo.
La sorpresa es tal que lo hace dar un salto hacia atrás y observar con terror el cadáver. Se trata nada más y nada menos que el mismo Desmond, con el rostro ensangrentado y cuerpo desnudo.
Una poderosa ráfaga de viento corre por el ambiguo paisaje, descubriendo los otros dos cadáveres restantes y elevando las sabanas hasta el cielo nocturno. La mirada de un perturbado Desmond se posa sobre los otros cuerpos, a pesar del rostro ensangrentado logra reconocer su fisionomía.
-Madre… Hermano…-
Las tambaleantes piernas de Desmond hacen un esfuerzo por levantarlo, su concentración continua fija en los cadáveres.
-¡Te maldigo, madre!... ¡Te maldigo!... ¡tú nos condenaste!- grita a los cuatro vientos, en un intento desesperado por sacar toda la adrenalina acumulada que siente hasta los huesos.
La puerta del auto se cierra bruscamente, el acelerador es pisado a fondo y el auto abandona el lugar, dejando los cadáveres atrás. La mirada penetrante de Desmond es fija en el camino, a pesar de todo, se niega a creer que su hermano está muerto. No es la primera vez que la Orden trata de engañarlo con este tipo de ilusiones. Él está seguro de que, este donde este, encontrara a su hermano... vivo.
El auto aparca fuera de un bar de mala muerte, a las afueras de la ciudad de Ashfield. Desmond baja del auto, aun con un nudo en la garganta por los acontecimientos que experimento en la carretera. Una vez dentro del bar logra observar una multitud errante que bebe, se divierte y balbucea con su entorno. Una mesa de billar esta junto a la entrada donde un par de tipos sudorosos juegan y cuyo ceño fruncido se postra en Desmond durante su pasar hasta la barra.
Una mujer de cabello rojizo que destaca entre la multitud está bebiendo una fría cerveza mientras parece esperar a alguien.
-Menos mal ya estás aquí, gracias por venir tan rápido- Exclama Desmond mientras se acerca a la mujer
-Dijiste que era de vida o muerte, ¿Qué ocurre ahora?- responde la mujer
-Mi hermano… me envió un mensaje pidiendo ayuda, temo que la Orden lo haya encontrado. ¿A dónde lo mandaste?-
-Maldición… eso es posible… ¿De verdad quieres saberlo?, fueron muy específicos de acuerdo a sus instrucciones de no saber dónde estaría el otro.-
-Lo sé, se supone que con eso, de atrapar a uno, sería imposible decir dónde está el otro.-
-Entonces sigue tu propia lógica y vete de aquí. Si Erick fue capturado solo esperaran a que vayas por él, te estarán esperando.-
-Alicia, tu lograste escapar de la Orden, acudimos a ti para que nos ayudaras a hacer lo mismo, por favor, dime a donde mandaste a mi hermano…-
Alicia hace una señal al cantinero, quien responde dejando otra cerveza en la barra. Desmond toma la cerveza y bebe de ella. El aliento de Alicia se profundiza antes de contestar.
-Portland… envié a tu hermano a Portland. El me envió un mensaje diciendo que llego sano y salvo, es exactamente el mismo mensaje que te mande a ti, hace tres meses. Antes de  eso, estuvo en Chicago una temporada, y antes de eso, Houston. Después ya no supe nada más de él.-
-Portland…- Desmond deja la cerveza a medio beber en la barra y da media vuelta, pero Alicia lo detiene tomándolo del brazo.
-No tan rápido… No deberías ir.-
-Es mi único hermano… mi única familia.-
-Lo sé, Desmond, pero si la Orden lo atrapo ya no hay nada más por hacer, lo sabes muy bien. ¿Crees que dejaran ir a tu hermano? o peor aún, ¿crees que realmente puedes enfrentarte a ellos?
-Tú lo hiciste una vez.- Responde Desmond.
-Yo no me enfrente a ellos, solo huí, como una niña cobarde de quince años, ahora mírame, cuarentaicinco años, de ciudad en ciudad, no puedo tener un hogar fijo. No puedo descuidarme ni un momento… y a duras penas puedo dormir… sin embargo, cualquier cosa es mejor que seguir dentro de ese Culto maldito.-
Los pensamientos de Desmond tratan de aclararse un momento, procurando no reaccionar con precipitación y actuar con imprudencia. Alicia es una sobreviviente de la Orden, ella logro escapar, ella los ayudo a ocultarse todos estos años y ahora más que nunca necesita de su ayuda para encontrar a Erick, su hermano.
-No debimos involucrarte en esto. Solo debías preocuparte por ti y solo por ti… sin embargo, te pido que por favor me ayudes una última vez. Ayúdame a encontrar a Erick, será lo último que te pueda pedir y estaré en deuda contigo.-


Alicia lo piensa por un momento.
-Si algo útil nos enseñó la Orden, es que todos somos familia… por eso no dude un instante en ayudarlos a escapar, no quería que ustedes vivieran el infierno que yo viví en ese lugar.
Desmond toma la botella de cerveza y la bebe hasta el fondo.
-La Orden no es una familia.-
En ese instante los sonidos de la multitud del bar se disipan en un abrir y cerrar de ojos. Desmond y Alicia observan a su alrededor. La turba que ambientaba el Bar observa fijamente a los dos inoportunos visitantes.
-La Orden es familia…- exclama uno de los tipos de la mesa de billar, seguido del ensordecedor eco de la multitud.
-¡La Orden es familia!-
-Pero que…?- murmura Alicia.
El cantinero se acerca a la barra y sobre ella deja descansar una pequeña caja de música.
-Aquí está su pedido, señor…-
Un escalofrío recorre de pies a cabeza el ser de Desmond, su corazón comienza a palpitar rápidamente. Reconoce ese objeto y por ningún motivo existente tiene intenciones de tocarlo o tan siquiera volver a observarlo.
-Larguémonos de aquí- exclama Desmond mientras toma la mano de Alicia y la lleva hasta la salida, subiendo rápidamente al auto y  escapando del bar.

Un par de kilómetros han sido recorridos. La mirada fija de Desmond no pretende tan siquiera apartarse del camino rumbo a Ashfield. Alicia descansa en el asiento del copiloto, pretendiendo dormir, sin embargo esta consiente de todo. A lo lejos, en el horizonte se alcanza a ver el nacimiento del sol, iluminando el camino.
-Esa caja de música… ¿es lo que creo que es?-
Desmond se mantiene callado un instante.
-Si… la inscripción decía “El corazón de cada familia, juntos harán renacer al sol…”, con “corazón” se refería a un objeto sagrado de cada familia que participaría en el ritual.-
-La caja de música era el objeto sagrado de tu familia…-
-Mi bisabuela amaba esa caja, el día que murió, pidió escuchar su música una última vez… mi abuela la conservo y justo antes de morir pidió exactamente lo mismo…-
-Debe significar mucho para ti.-
-A decir verdad no, esa caja no puede significar menos para mí. Cuándo vi lo que le hicieron a esa pobre chica, simplemente tome a mi hermano, empacamos nuestras cosas y nos largamos de ahí. Quemar a una niña… no quería formar parte de eso…-
-La Orden puede llegar a hacer cosas realmente terribles. Cuándo estuve con ellos, recuerdo a mi madre llevarme a los rituales. Vi orgías, sacrificios, de todo. Al crecer supe que ya había visto demasiado.-
Una ligera sonrisa sale de Alicia.
-Tuve suerte de que no me abrieran como una cabra.-
Desmond no se inmuta en lo más mínimo. Alicia toma el hombro de Desmond.
-Encontraremos a tu hermano…-
-Lo se…- Responde Desmond mientras una lágrima escurre por si mejilla.

El incesante calor del fuego golpea a la multitud que rodea la estructura de un hogar en llamas. Las llamas del incontrolable siniestro iluminan cada rincón de la noche y del bosque que yace a sus alrededores.
El gentío, lejos de tratar de apagar el fuego, se regocija y alaba el incendio cual acto divino, satisfechos de ser los responsables de dicho acontecimiento.
A lo lejos, entre los árboles, aparece un joven Desmond de dieciocho años, observando cómo la multitud alaba los terribles acontecimientos. De la nada se escucha un desgarrador grito proveniente del interior de la casa.
Una mujer de entre la multitud cae arrodillada, parece ser la única mujer lamentándose por lo ocurrido. Junto a ella está Margaret, la madre de Desmond, quien siente su presencia y voltea. Desmond se asusta al escuchar el grito y corre, alejándose del incendio.

-¡Erick!- grita Desmond entrando apresuradamente a su hogar. Erick, de unos quince años, baja las escaleras y ve a su hermano, agitado, agobiado.
-Desmond, ¿Que sucede?-
-Es hora, hay que irnos.-
Erick sube las escaleras nuevamente rumbo a su habitación. Desmond hace lo mismo.
Momentos después, Erick termina de empacar su maleta, Desmond entra a su habitación.
-Escucha, encenderé el auto. Cuándo estés listo baja.-
Erick asienta con la cabeza.
Desmond baja las escaleras y justo en ese momento ve a Margaret, su madre, entrando a la casa.
Margaret ve la maleta de Desmond.
-Hijo… ¿A dónde vas?-
-A donde sea, cualquier lado es mejor que aquí.-
-No puedes irte… este es tu hogar, tu familia está aquí-
-No quiero ser parte de una familia que celebra la muerte de una niña inocente…-
-¡Era necesario!- grita Margaret.
-No… no era necesario… me llevaré a Erick.-
Margaret cierra la puerta rápidamente.
-No te llevarás a mi hijo…-
La tensión aumenta, no le queda opción alguna a Desmond qué enfrentarse a su madre, decidido a escapar de ese terrible pueblo y llevarse a su hermano consigo. Desmond deja caer la maleta al suelo, por un instante voltea hacia la sala y ve la apreciada caja de música de su madre sobre la chimenea.
Rápidamente corre hacia ella y la toma, amenazando con estrellaría contra el suelo.
-¡No!- grita Margaret. El alboroto obliga a Erick a bajar rápidamente, con maleta en mano, observando todo.
-Desmond, te lo advierto, no te atrevas-
-Erick… toma mi maleta y súbelas al auto de papá-
-No lo hagas Erick, soy tu madre, debes obedecerme-
La voluntad del pobre Erick es puesta a prueba, su alma se divide en segundos que parecen horas.
Sus ojos brillosos observan a ambas figuras familiares en disputa. Debe decidir.
-Erick… tú no quieres formar parte de esto, lo sabes… así que toma mi maleta y salgamos de aquí.-
-Por favor, deja de envenenar la mente de tu hermano, él ya no es un niño.
-¡Entonces deja de tratarlo como tal!
En ese instante alguien golpea la puerta en repetidas ocasiones.
-Margaret, ¿está todo bien?- se escucha desde el otro lado de la puerta, algún vecino preocupado que escucho el alboroto.
-¡Si!...- responde Margaret.
-Solo… estoy hablando con mis hijos…-
-Lo lamento madre…- Murmura Desmond, acto seguido estampa la caja de música contra el suelo, quebrándola en mil pedazos.
-¡No!- grita Margaret.
Rápidamente Erick toma la maleta de Desmond y corre hacia la puerta, abriéndola de un golpe y golpeando al vecino que esperaba del otro lado, ambos cayendo al suelo. Desmond toma a Erick del brazo y lo ayuda a levantarse. Ambos suben al auto y Desmond arranca. A lo lejos se ve llegar a una multitud enfurecida acercándose con intenciones posiblemente violentas al auto. Desmond acelera y atraviesa la multitud, atropellando a un par de pueblerinos mientras el resto grita y súplica que los detengan.
-¡Sujétate, Erick!- le ordena Desmond a su atónito hermano.
El auto llega a la carretera, con rumbo a las afueras del pueblo, pasando junto a un letrero con la leyenda “Bienvenidos a SILENT HILL”.

























Un golpe interno hace despertar a Desmond, quien descansaba en el asiento del copiloto. Rápidamente voltea y ve a Alicia manejando.
-¿Estas bien?- pregunta Alicia.
-Si… una pesadilla.-
-Tranquilo, es normal-
-¿Donde estamos? Pregunta Desmond.
-Estamos saliendo de Ashfield, solo me detuve por gasolina, tome dinero de tu billetera, espero no te moleste-
-No, está bien…- responde Desmond mientras limpia sus ojos.
-Oye, el camino será largo hasta Portland. ¿Paramos a comer algo?-
-¿Crees que sea seguro?-
-Quizá no, pero muero de hambre.-
-De acuerdo, pero que sea rápido-

El auto se estaciona frente aún restaurante de comida rápida.
-Ya vuelvo, toma una mesa- Dice Alicia mientras se acerca al mostrador.
Desmond se acerca a una mesa pegada a una ventana. Toma asiento y saca su teléfono celular. Ve el mensaje de su teléfono.
“Ayuda…”.
La preocupación aumenta cada segundo, la imagen de su hermano es lo único que se mantiene en su mente, más allá de ser su única familia, sabe que es responsable de su cuidado. Si, Erick puede ser ya un adulto joven, pero no por eso dejara de verlo como su hermano menor. Y más aún sabiendo que fue el mismo Desmond quien lo convenció de escapar del Pueblo.
Una charola de comida golpeando la mesa hace reaccionar. Alicia toma asiento frente a Desmond.
-Lo siento, no quería asustarte-
-No es eso… es solo que, no puedo dejar de pensar en Erick.-
-Oye, conociendo a la Orden, hay probabilidad de que tu hermano ni siquiera este con ellos y todo esto no es más que una trampa para atraparte.-
-¿y si en realidad lo tienen?-
-De ser así tampoco se atreverían a lastimarlo, no si quieren llegar a ti-
Desmond guarda silencio.
-Vamos, come algo…- dice Alicia mientras toma su platillo.

Unos minutos han pasado, Desmond y Alicia salen del restaurante, sin problema alguno y sin presencia de La Orden a la vista. En ese momento el teléfono de Desmond suena, al revisarlo ve que la llamada es de Erick.
-¡Erick!- responde apresuradamente Desmond, pero la interferencia le cuesta escuchar respuesta alguna.
-Hermano… No vengas…- seguido de esas palabras el teléfono se corta.
-¡Erick!- grita Desmond nuevamente.
-¿Qué ocurre?- pregunta Alicia.
-Lo tienen… definitivamente lo tienen. Debo volver a Silent Hill-
-Espera, ¿Qué?, ¡No!, No volveré a ese lugar.
-Alicia, por favor, no puedo hacerlo solo.-
-A la mierda, esto no era parte del plan… el plan era ir a Portland-
-No hay nada en Portland, Erick dijo “No vengas”, ¿de donde crees que hablaba?-
-Seria más inteligente hacerle caso y no volver.-
-Para ti es fácil decirlo, no tienes familia, has estado huyendo todos estos años. No tienes nada que perder… pero yo sí… mi hermano es mi única familia ahora… y solo tú puedes hacer que lo vuelva a encontrar…-
Alicia se mantiene callada. Sin más que decir, sube al auto, Desmond hace lo mismo.

Desmond acelera sin precaución alguna, inspirado por la llamada de su hermano.
-¿Estas seguro de esto?- pregunta Alicia.
-Muy seguro- responde Desmond acelerando cada vez más sin importarle su seguridad o la de Alicia.
-Desmond vas muy rápido.- reclama Alicia.
-El maletero, busca ahí.-
Alicia abre el maletero y encuentra un arma, una pistola, cargada.
-¿De verdad haremos esto?-
-Si… y colócate el cinturón de seguridad.-
En ese momento Desmond se pasa un alto sin percatarse de que al mismo tiempo pasa un enorme camión. El impacto es inevitable, el auto de Desmond es golpeado y volcado de manera violenta, cayendo varios metros adelante.
El auto queda de cabeza, se escuchan pasos acercándose al vehículo, la puerta del copiloto de abre. Alicia comienza a gritar.
-¡Desmond, ayuda!-
Un par de personas sacan a rastras a Alicia, Desmond tiene complicaciones para poder mantenerse despierto, está demasiado aturdido aún como para poder hacer algo al respecto. Una camioneta se acerca al lugar del accidente y Alicia es obligada a subir a ella, los dos hombres que la sacaron, miembros de La Orden, suben también y se alejan.
Los intentos de Desmond por soltarse son inútiles, hay sangre en parte de su rostro y sus ojos comienzan a cerrarse. Los sonidos del exterior se vuelven cada vez más ensordecedores.
El conocimiento en si se comienza a alejar de la mente y cuerpo de Desmond, dejándose llevar por el peso de sus párpados.
El sonido de la caja de música estrellándose contra el suelo suena cual explosión en su mente, obligándolo a despertar de ese sueño.
Curiosos rodean el auto de Desmond, quien toma el arma y lentamente se arrastra fuera de éste. Las personas se acercan a él pidiéndole que no haga movimiento alguno pero los ignora.
Rápidamente se acerca al responsable del choque, el conductor del camión, quien yace adolorido por el impacto. Desmond lo baja bruscamente del camión y lo toma por la ropa.
-¿A dónde se la llevaron?-
-Tu sabes muy bien donde…- responde con una malévola sonrisa entre dientes el maltrecho conductor.
-¿Y mi hermano?-
El conductor sonríe una última vez antes de caer inconsciente, probablemente muerto.
Desmond suelta al conductor. Ese maldito tiene razón, no hace falta preguntar dónde está Alicia o donde puede estar Erick. Ambos fueron capturados y es más que obvio que están en Silent Hill, de vuelta en casa.
Una ambulancia llega al lugar, paramédicos bajan y se acercan al conductor y a Desmond.
-Señor, ¿Está bien?- le pregunta uno de los paramédicos mientras sus compañeros revisan al conductor.
-Si…- responde Desmond.
Una camilla es bajada de la ambulancia, Desmond aprovecha que los paramédicos están ocupados con el conductor y rápidamente sube a la ambulancia y acelera, dejando los gritos de los curiosos y paramédicos detrás, con un rumbo fijo y decidido más que nunca. Es tiempo de volver una última vez.

La madrugada a llegado. La ambulancia yace a las afueras de un pueblo, el marcador indica que se a acabado el combustible, a un par de metros de la ambulancia está un letrero. “Bienvenidos a Silent Hill” se lee inscrito. Los pasos de Desmond son lo único que se escuchan en el ambiente. La neblina comienza a hacerse cada vez más y mas espesa, a pesar de los años que han pasado aún recuerda el camino a casa. Parece que fue ayer cuando escapó de su hogar.
Tranquilamente atraviesa las desoladas calles del Pueblo, sin nada ni nadie que lo moleste  su instinto le indica que demasiada tranquilidad no puede significar nada bueno. Finalmente lo encuentra, intacto, parece que el tiempo no a pasado, solo está un poco más sucia de lo normal. Su hogar ahora se ve gris.
Desmond abre la puerta, el lugar está oscuro. Una luz llama su atención, proveniente de la cocina.
-Hijo mío… cómo has crecido…-
Una mujer mayor está en el comedor, sentada, esperando. Desmond la reconoce. Es su madre, Margaret.
-¿Donde está Erick?- pregunta fríamente.
-¿Así saludas a tu madre?-
Desmond se sienta en el comedor, frente a Margaret, colocando el arma sobre la mesa.
-No estoy jugando… donde está mi hermano.-
Margaret sonríe.
-Tantos años y sigues cuidando a tu hermano pequeño.-
-Madre…-
-De acuerdo, está bien… ya que te tomaste toda esta molestia, te lo diré… Erick… está en el departamento 302. En Ashfield. Todo el tiempo estuvo ahí, a salvó.-
-Ashfield… ¿Y por que no lo regresaron a Silent Hill?-
-¿Por qué?, ¿De verdad preguntas eso?, hace veinticuatro años destruiste la caja de música y te llevaste a mi hijo más pequeño… al hacer eso, volviste inútil aquel “objeto más preciado” de la familia… y al mismo tiempo, hiciste que tu hermano fuera lo más preciado para mí… y para ti. No sabes cuánto tiempo llore por yel, rece por el, por ti… pero todo era en vano. Así que la Orden se puso manos a la obra-
-Eres increíble… derramas una lágrima por tu hijo ¿pero pretendes que sea sacrificado para su estúpido ritual?, ¿Después de todo este tiempo?-
-Precisamente, hijo… todo este tiempo hemos estado sumergidos en el caos y en la desesperación, por eso usaremos cualquier medio que nos sea posible para restaurar la armonía en Silent Hill.-
-Este maldito lugar jamás tuvo armonía.-
-La tendrá, a su debido tiempo.-
-¿Como puedes ser tan cruel?...-
-Cruel?, Yo?... Tú te llevaste a mi hijo, nos abandonaste. Veinticuatro malditos y largos años… ¿de verdad creíste que no lo encontraríamos?
-Alicia fue de gran ayuda.-
-Alicia… claro…-
-¿Por qué ahora?, ¿por que no fueron por ella antes?
-Lo hicieron, pero no tardamos mucho en darnos por vencidos. No fue hasta que supimos que ustedes trabajaban juntos que decidimos retomar la búsqueda. Hallándola a ella los hallamos a ustedes… a Erick.-
-Si ella no es importante para ustedes entonces déjenla ir.-
-Eso no depende de mi hijo, para mí, Alicia no vale nada, pero para la Orden, bueno, ellos quieren que pague por sus pecados… por otro lado, yo abogue por ti, les pedí que te dejarán en paz, que sólo necesitábamos a Erick… pero no escucharon. Ahora estás aquí, justo como ellos querían y te harán pagar por tus pecados.-
-Lo siento, madre, pero no tengo tiempo para esto.-
Desmond se levanta y toma el arma.
-¿Que se supone que harás?- pregunta Margaret.
Lo que haré será encontrar a Alicia, escapar de este infierno y buscar a Erick en Ashfield… y si debo matarte para lograrlo entonces lo haré-
Margaret sonríe ligeramente.
-Te pareces tanto a tu padre…-
La mirada de Desmond y de su madre se cruzan una última vez.
-Si aún sientes ese amor por mi entonces hazme un favor y dime dónde está Alicia…-
-No deberías confiar demasiado en ella.-
-Solo dímelo…-
-De acuerdo… La Orden la encerró en la Escuela Midwich-
Habiendo conseguido la información suficiente para encontrar a Alicia y Erick, Desmond no necesita nada más que hacer en su antiguo hogar, simplemente da media vuelta y se aleja. Pero su madre lo detiene con unas últimas palabras.
-Ten cuidado… hijo.-
Desmond voltea ligeramente y observa a Margaret, seguido continúa su camino, saliendo de su hogar con rumbo a la escuela Midwich.

-Este lugar debería arder hasta el último cimiento.- Se dice a sí mismo Desmond, mientras camina firmemente por las calles despobladas de su antiguo hogar. Los edificios abandonados, las casas y tiendas demuestran que tan deplorable y poco piadoso fue el paso del tiempo. La neblina a duras penas deja entre ver el camino que lo llevará hasta la Escuela. Midwich nunca fue la cúspide de la educación en ese pueblo maldito, al igual que sus alumnos eran el reflejo de la decadencia y poco interés. Uno que otro niño o niña demostraba cierta sabiduría y destacaba del montón, como lo fue Alessa o el mismo Desmond. Por desgracia hay recuerdos muy poco gratos que guardar.
Por más divagante que este la mente de Desmond, ésta se aclara al ver la entrada de Midwich.
No ah cambiado en nada, a su parecer. Sus puertas siguen almacenando todo el odio y rencor qué día a día vivió dentro. Solo que esta vez es un hombre adulto, y tendrá que hacer a un lado ese odio con tal de encontrar a Alicia.

Las enormes puertas de Midwich rechinan con el movimiento, dando un ligero pero notorio aviso del nuevo huésped que llega. Los pasillos son oscuros, las paredes y el suelo son mohosos. Los casilleros oxidados y las puertas al parecer están bloqueadas. Solo le queda caminar y encontrar algún rastro de Alicia o de la Orden misma.

Una vez dentro de las entrañas del colegio, una ligera melodía suena y hace vibrar los oscuros pasillos del colegio, obligando a Desmond a detenerse al reconocer dicha melodía. Gira lentamente hacia sus espaldas, buscando el origen de esa música entonada por pequeñas notas musicales provenientes de una caja de música.
-¿Lo reconoces, hijo?-
De la oscuridad de los pasillos comienza a vislumbrarse la imagen de Margaret. El sonido de sus pasos acompañan el continuo sonar de la melodía.
-Yo mismo destruí esa caja de música- responde Desmond.
-Si… lo hiciste… pero… la caja de música de pertenece a este lugar, a tu hogar, al igual que tú.-
-Yo no pertenezco a este sitio, madre.-
-Tal vez tu voluntad no, pero tu alma si, siempre le ha pertenecido, es eso lo que te ha traído hasta aquí.-
-Te equivocas.-
En ese instante una luz se enciende desde el interior de una de las aulas, justo al fondo del pasillo, la puerta está cerrada pero la luz escapa por las pequeñas placas de vidrio que adornan la puerta del aula, iluminando el camino que Desmond debe seguir.
-Por favor, quédate… quédate y entérate de la verdad… o sigue ese camino y sufre tu castigo.-
-No me quedaré ni un minuto más aquí.-
-Desmond… hazlo por tu hermano.-
Unos segundos se hacen eternos en la mente de Desmond, pero sus pasos se vuelven firmes y avanza hacia la luz, hacia el aula.
-Eso hago…-
-Cómo quieras.- responde Margaret, seguido de eso, se escucha un gruñido detrás de ella. El suelo comienza a retumbar, obligando a Desmond a voltear una vez más. Lo que logra ver son unos tentáculos rojizos, saliendo de la oscuridad de los pasillos y envolviendo a Margaret, quien tranquilamente acepta su destino.
-Te amo, Desmond. Los amo a ambos-.
La criatura absorve a Margaret hacia la oscuridad, se escucha el crujir de huesos y carne siendo despedazada. El suelo se inunda de sangre hasta llegar a los pies de Desmond, quien rápidamente corre hacia el aula, al fondo del pasillo. La criatura sale de la luz y persigue a Desmond. Sus extremidades con forma de grandes garras se pegan a las paredes y techos, usándolos para arrastrar su pesado y grotesco cuerpo, una enorme abismo rodeado de tentáculos se abre y cierra con cada paso que da a la vez que deja salir ensordecedores alaridos que parecen una mezcla entre gritos femeninos, rugir de leones y llantos.
Desmond observa el aula iluminada, al mismo tiempo siente la presencia de la criatura cada vez más cerca. Finalmente llega a la puerta y toma la manija, entrando de golpe al aula y cayendo al suelo. El silencio se hace presente.
El aula está vacía, solamente hay pupitres descuidados y un escritorio delante de él.
Rápidamente observa la puerta, la cual permanece cerrada.
Poco a poco, Desmond se reincorpora, sin dejar de observar la puerta y la oscuridad que yace del otro lado, es como si lo único que dividiera dos universos completamente diferentes fuera la puerta del aula. Lentamente se acerca a la puerta y observa el exterior, tratando de visualizar algo en los pasillos. De la oscuridad se materializa una figura, una figura femenina. Es Alicia.
-¿Pero que…?- se pregunta Desmond.
Alicia se acerca a la puerta, cara a cara con Desmond.
-Lo lamento, Desmond…-
-Alicia… ¿que hiciste?-
-¿Que hice?... Salve mi alma…-
-Pero ellos te secuestraron.-
-Nadie me secuestro. Ellos, ellos me salvaron. Prometieron perdonarme por mi insolencia. Lo único que tenía que hacer… era traerte de regreso.-
-¿Cómo pudiste confiar en La Orden… después de todo lo que nos hicieron?-
-Ellos no nos hicieron nada, Desmond, nosotros fuimos los traidores, nosotros los abandonamos, salimos al mundo y lo único que hemos recibido es sufrimiento. ¿Tú crees que disfrute todos estos años?, Sin familia, sin motivación, solo huyendo… ¿Cuánto tiempo creíste que duraríamos así?-
-Eres una maldita traidora-
-No espero que me entiendas. Hice lo que tenía que hacer.-
-¡¿Pero a que costó?!... ¡Nos entregaste a mí y a mi hermano, confiamos en ti!.-
-Lo siento… hice lo que tenía que hacer… ahora te toca a ti aceptar tu castigo.-
Una mueca burlona se marca en el rostro de Desmond.
-¿Me convertirán en un monstruo?, ¿Cómo a ti?-
El rostro de Alicia se mantiene serio, con una única lágrima como indicativo de que si elección no fue sencilla.
-Tenemos que aprender a vivir con nuestros pecados, y con nuestro castigo. Lo merecemos, lo sabes. Ahora afronta el tuyo.-
Las luces del aula se apagan, impidiendo ver a su alrededor, una única luz se enciende justo sobre el escritorio. Desmond observa el escritorio, sobre él está la caja de música.
Desmond se acerca dudosamente y toma la caja de música, su mirada inunda cada rincón del añorado objeto. Sus ojos no pueden evitar humedecerse al igual que su alma no puede evitar quebrarse con tan solo recordar la presencia de su madre y de su hermano.
Sus dedos se colocan sobre la llave de la pequeña caja y comienza a dar cuerda. La caja se acciona. Una melodía melancólica abraza el silencio inerte de la habitación. La mirada de Desmond yace en el vacío, la luz que está por encima de él comienza a parpadear. Sonidos mecánicos acompañados de ligeros gruñidos se hacen presentes. La luz de la habitación se acaba un instante.
Al encenderse nuevamente ya no hay nada, ni nadie.

El sonido de la multitud agitada se hace presente. Restos de partes de un auto Mustang 1995 están por todos lados mientras éste yace volcado en el camino. En el lado del conductor está Desmond, la sangre se esparce por el suelo al igual que en todo su rostro, sus ojos permanecen abiertos, pero al verlos nos damos cuenta de que la vida ya no existe en él.  Al final, fue castigado por su insolencia.

FIN.

NOT TOMORROW: Una Historia de Silent Hill.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora