Capítulo 2: Soy parte de ti...

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El dolor de mi cuerpo era insoportable, me sentía cada vez más débil, no podía abrir mis ojos, mis piernas dolían más de lo qu…

¡¡¿Mis piernas?!!

Miré hacia la zona inferior de mi cuerpo, y efectivamente, ahí se encontraban; con raspones, moretones, y tal vez un tobillo torcido, pero estaban. Todo fue un sueño. Corrección, una pesadilla. La tormenta, la torre derrumbándose, Alexis inconsciente, yo muriendo, todo. Un mareo repentino azotó mi cabeza por el movimiento brusco de hace un segundo, pero no importaba.

Me giré, lentamente para no volver a marearme, y buscar a mí hermano. Pero no estaba.

Más bien, yo no estaba.

Mi alrededor era oscuro, frío, vacío, silencioso, no podía diferenciar entre el suelo, una pared o el piso. Todo era negro, pero aun así veía mi cuerpo. Diferenciaba mis manos, mis pies descalzos, el vestido oscuro con flores de color claro que había llevado para caminar por la arena, el color rojizo de mi cabello.

Una sensación de ahogo invadió mi cuerpo cundo miré hacia abajo. La profunda oscuridad me hacía pensar que flotaba en la nada. Mis vísceras intestinales se retorcieron cuando el pánico y las náuseas se juntaron, junto con una sensación de claustrofobia y la bilis recorriendo mi garganta. Mi miedo aumentó. La posibilidad de que mi vómito solo cayera y se perdiera en el vacío me hacía desear con todas mis fuerzas que todo fuera imaginación mía. La insoportable sensación me venció, y cedí.

Las fuertes arcadas sacudían mi cuerpo, la falta de aire aceleraba mi ritmo cardíaco, las lágrimas se acumulaban y caían de mis ojos, mi sistema respiratorio quemaba por la falta de oxígeno en mi cuerpo, el dolor de cabeza incrementó a escalas descomunales. Pero nada salía. El ácido líquido verde amarillento no salía.

Gracias a la falta de aire me fui calmando poco a poco. Tapé mi nariz con mis dedos. Hace ya un tiempo había escuchado que una buena manera de detener los ataques de pánico es aguantando la respiración.

Ya totalmente tranquila me puse a analizar la situación en la que me encontraba, y solo pude llegar a una conclusión, yo había – Muerto – mi voz se escuchó ronca por la fuerza con la que había intentado vomitar, y a la vez rota – y esto es entonces… entonces… ¿la vida después de la muerte o el infierno? – pues era el lugar más triste y solitario que pudiera existir, con razón se hablaba de un lugar así, donde se castigaba eternamente a los condenados y pecadores; pero a diferencia de cualquier definición o lo que dijeran las diferentes religiones, este lugar era frío, solitario y silencioso, muy silencioso.

Dando otro vistazo al lugar localicé un edificio, pero este rápidamente se perdió de mi vista. Parándome, y tambaleándome por el dolor y el malestar, empecé a caminar sin un rumbo definido, procurando no mirar hacia abajo para no tener otro ataque de pánico.

  Forzando mi vista logré ver otra edificación, y otra, y otra más. Pero había un detalle; todas eran de estilo oriental y yo nunca había viajado a Asia. Los lugares pasaban mucho más rápidos de lo que yo caminaba. Todo se me hacía extrañamente conocido, y un sentimiento de pérdida, miedo y desesperación crecían en mi pecho. Pero esas sensaciones no eran mías -- ¿Qué demonios? – pregunté a la nada mientras me detenía y el lugar simplemente avanzaba.

Un escalofrío recorrió mi espalda cuando sentí que alguien me observaba. Todos los edificios se encontraban con las luces apagadas, y por mi mente pasó el pensamiento – Aun no es hora de dormir – de una voz que no conocía. Retomando el camino logré ver sangre en las paredes, y armas encajadas en ventanas, puertas y techos. Las armas las reconocí por recuerdos que no me pertenecían. Eran shuriken, kunai y tanto -- ¿Qué está pasando? – fue el pensamiento conjunto que tuve con la otra voz.

Mi otra mitad [R18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora