Había pasado exactamente un año que los perdedores derrotaron a Pennywais bajo la Casa de Neibolt Street.
Era el aniversario de la muerte de Edward Kaspbrak.
Era un sentimiento agridulce. Había derrotado al payaso, recuperado a sus amigos de la infancia, así como todos sus recuerdos de esa época, pero, especialmente ese día, se sentía como que había perdido mucho más.
El día anterior Bill Denbrough lo telefoneó, quería que se reunieran, al igual que Beverly Marsh, se encontraba en Los Ángeles, Bev promocionando su nueva línea, y Bill en el rodaje de una película basada en su más reciente libro —con un final que, por primera vez, no fue terriblemente criticado, cabe decir—, por su parte el residía temporalmente en la ciudad, Mike Hanlon y Ben Hascom no tuvieron problemas en ponerle pausa un par de días a su vida para un fin de semana en Los Ángeles —especialmente Ben, quien tenía apuro en ver a su hermosa prometida después de una semana separados por las exigencias de su exitosa vida laboral— así que esa noche, a las ocho se verían todos en un restaurant en el cual Bill había hecho reservación , por supuesto, no comida china.
Después de ver el reloj por enésima vez en el día y comprobar que eran las cuatro decidió ir a buscar que ponerse. Después de encontrar su atuendo buscó sus zapatos marrones de gamuza, los cuales combinaban con su saco formal. No estaban por ningún lado, buscó por toda la habitación hasta llegar al rincón del closet donde estaba la maleta. La acarició suavemente, sintiendo un nudo en el estómago y la garganta.
El día siguiente a lo ocurrido en Neibolt Street, cuando todos estaban a punto de regresar a sus vidas, encontraron pertinente llevarse las pertenencias que Eddie había llevado a Derry. Pensaron en mandarlas con Moira Kaspbrak, viuda de Eddie Kaspbrak, pero al final decidieron darle a Richie la maleta, todos sabían lo mucho que significaba para el.
En realidad la maleta no tenía mucho, un poco de dinero, ropa, artículos de higiene personal, Richie no tocó nada de eso, seguía acomodado en la maleta. Por supuesto que Eddie cargaba un gran botiquín, Richie colocó los medicamentos en el botiquín de su casa, con la excusa de que probablemente servirían en algún momento, aunque sabía bien que jamás los tocaría, ni aunque alguno pudiera salvar su vida, quizás era una manera de sentir que Eddie estaba procurando su salud, como siempre lo hacía cuando eran un par de niños en Derry.
El último artículo era un inhalador rojo, a un lado figuraban con pequeñas letras negras "Eddie Kaspbrak", Rich incluso creía recordar haberlo visto con ese inhalador cuando aún era un chico asustado de trece años, ¿en verdad lo habría conservado todo ese tiempo? Ahora Richie cargaba siempre con el, lo mantenía cerca siempre, como si él fuera el asmático que lo pudiera necesitar en cualquier momento.
Richie Tozier volteó a la derecha de la maleta, ahí estaban sus zapatos marrones de gamuza, los que combinaban con su saco formal.Aún faltaban dos horas para las ocho y Richie ya estaba en su tercer vaso de Whisky. Había calculado tiempos, si salía media hora antes llegaría perfectamente aún con tráfico, y sin el con unos minutos de antelación. Ya estaba arreglado y vestido.
Aún le quedaban dos horas de esa tortuosa soledad que no le dejaba ni pensar.
Se sentía muy ansioso. Ya no soportaba más estar solo, pero al mismo tiempo tenía unos nervios terribles por ver a los perdedores.
El tacón de su zapato golpeaba una y otra vez el piso, mientras el miraba el reloj cada medio minuto. Decidió sacar un cigarrillo, sin quitar la vista del reloj y se lo puso en la boca, estaba a punto de encenderlo cuando llamaron a la puerta, tocaban el timbre insistentemente, y no una, ni dos, sino seis veces antes de que Richie gritara "¡Ya voy!"
Se apresuró a abrir la puerta y casi se desmaya.
Parado frente a la puerta de la casa de Los Ángeles de Richie Tozier, estaba Eddie Kaspbrack, con unos pequeños shorts rojos con arcoíris a los lados, una playera blanca, calcetas, zapatos deportivos y su ridícula cangurera con la que iba a todos lados, y con doce años de edad.No estoy segura de que tan extraña suena esta idea, en mi cabeza suena bien, como sea, espero les guste y continúen conmigo.
Con cariño, su pésima escritora.

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Sin oscuridad, las estrellas no brillarían. (Reddie)
FanfictionEra el aniversario de la muerte de Eddie Kaspbrack. Richie se apresuró a abrir la puerta y casi se desmaya. Parado frente a la puerta de la casa de Los Ángeles de Richie Tozier, estaba Eddie Kaspbrack, con doce años de edad. Los personajes son propi...