Capítulo III

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Al día siguiente, la noticia del suicidio de Jesús, se conocía en toda la región, y todos los conocidos de su familia, los visitaban o llamaban para darle las condolencias por lo ocurrido, incluso la familia de María, fue a darles el pésame en la mañana, mientras ella se encontraba dormida, cuando la familia les preguntó sobre la ausencia de la hija menor, ellos le respondieron que no durmió durante toda la noche, debido al llanto, y que en ese momento, se encontraba durmiendo, y recuperando las fuerzas que había perdido durante la noche anterior.

María terminó despertando hacia mediodía, había perdido por completo la noción del tiempo, le dolían bastante los ojos, y los tenía completamente hinchados, había llorado demasiado la noche anterior. Bajó hasta la cocina a comerse alguna rebanada de pan, tenía mucha hambre, después de un par de minutos, notó que estaba totalmente sola en la casa, sin preocuparse, se sentó a la mesa con sus rebanadas de pan tostado, y una taza de té. Justo en ese momento, su familia entró por la puerta principal, el padre cargaba una bolsa con cuatro viandas de comida.

- ¡Oh!, ya estás despierta, buenos días, o mejor dicho, buenas tardes hija. – saluda alegremente la mamá.

- Hola mamá, ¿dónde estaban? – pregunta María.

- Hija, fuimos a visitar a los padres de Jesús, preguntaron por ti, y dijeron que mañana sería su funeral a mediodía. – responde el padre.

- María, ¿estás bien? – preguntó Clara, notó que los ojos de su hermana se quedaron viendo al vacío.

- Sí, estoy bien. – responde ella parpadeando dos veces y volviendo a enfocar su mirada en su familia.

- Bueno, vamos a comer algo, tenemos hambre, ¿no? – bromea el padre.

Después de comer, Clara le pidió a su hermana que la acompañara a hacer unas compras al mall, le haría bien respirar un poco de aire fresco, y distraerse un poco, se probarían unas ropas, y las comprarían si les gustaban.

A María le pareció una buena idea, es cierto que debía de respirar un poco de aire libre, el haber llorado toda la noche encerrada en su cuarto, creó un ambiente de gérmenes que podrían enfermarla, su mamá también se ofreció para limpiar su cuarto mientras ambas hermanas salían juntas.

- María, ¿ya viste al chico que está allá?, no ha dejado de mirarte desde que nos sentamos a descansar. – le comenta Clara a su hermana de manera disimulada.

- Sí, me di cuenta mucho antes que tú, él es Héctor, estudiaba conmigo cuando aún no iba a la universidad, él y yo estudiábamos la misma carrera, pero de repente decidió cambiarse para otra, nunca dijo la razón a nadie, pero es más que obvio. – le confiesa María a su hermana.

- ¿Ah sí? – pregunta Clara. - ¿Cuál es la razón?

- Yo le gustó. – confesó la hermana menor sin todavía voltear a donde se encontraba el chico.

- ¿Te digo algo que tú no sabes? – pregunta Clara.

- Puedes hacerlo. – contesta su hermana extrañada de su pregunta.

- Pues, justo ahora viene a saludarte. – le confiesa ella volteando hacia un puesto de bebidas cercano.

Héctor y María terminaron hablando toda la tarde en compañía de Clara, las horas pasaron sin que se dieran cuenta, y el chico terminó ofreciéndose para acompañarlas a casa caminando, oferta que rechazaron ambas hermanas, puesto le habían pedido a su padre que las pasara buscando por medio de un mensaje de texto que había enviado María, mientras su hermana y su amigo, se habían distraído.

El Límite del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora