El desorden de la amplia habitación era notorio, muy notorio.
La última semana de mi vida la había dedicado netamente a comprar, organizar y empacar todo lo que necesitaría para la universidad.Vaya.. La universidad.
Debo de confesar que aquello nunca había sonado tan real en mi mente hasta aquel día en el que llegó mi carta de aceptación de la Universidad Pembrook al buzón de mi casa.
Recuerdo perfectamente que ese día estaba a punto de rasgarme una córnea de tanto restregarme los ojos por la sorpresa, mientras que leía una y otra vez su 'nos complace informarle que ha sido aceptada'.
Y es así como ahora me tenían aquí, de pie frente a mi cama, con varias maletas y pilas de ropa quitando todo su espacio mientras que mi mente intentaba recordar todo aquello que faltaba guardar.
Un roce suave entre mis piernas fue lo suficiente para que mi anatomía completa retrocediera en un brinco involuntario. Mi mirada bajó casi de inmediato a la altura de mis pies en donde visualicé el culpable del casi infernal susto.
-¡Prim! -sentencié casi en un chillido al tiempo que tomaba en brazos al gato de pelaje negro-. Carajo, tienes que dejar de aparecer de la nada. Un día de estos me causarás un infarto.
Me agaché tan sólo un poco recargando el cuerpo felpudo de mi mascota en el pequeño espacio que quedaba libre en mi cama. Estando ahí, el gato tanteó un poco terreno para finalmente hacerse un ovillo.
-Aprovecha mi cama tanto como puedas porque no la sentirás hasta que venga de vacaciones.
-No le creas, Prim, apenas esta amargada se vaya, será tu nueva habitación. -Una nueva voz femenina y burlona irrumpió en mi conversación con la bola de pelos.
-No es gracioso de ninguna manera, mamá. -Le respondí a mi progenitora ahora enfocando mi vista en su silueta.
Una pequeña risa escapó de sus delgados labios mientras se desplazaba hasta llegar justo a mi lado.- ¿Está todo listo? -cuestionó dándole una ojeada rápida a todo lo que se encontraba dentro de las valijas.
-Casi. Me hace falta.. -mis manos viajaron a las prendas abultadas en busca de algo-. Ah sí, un poco de valentía y menos ganas de retractarme de esto. -Contesté mientras mi cabeza me acompañaba asintiendo una sola vez.
-Déjate de dramas, Elizabeth. Todo irá bien, te terminará gustando. -aseguró mamá intentando endurecer su voz aunque realmente aquella mirada maternal rompió su vano intento de regaño.
-Tú, Elena Knight, ¿Te atreves a pedirme que deje los dramas? -mi mano derecha se posicionó a la altura del centro de mi pecho en un gesto exagerado-. De quién crees que saqué eso, mamá.
-De tu papá. -respondió la rubia con simpleza.
-También.
Llevé mis manos a las tapas de las maletas para así bajarlas dando todo por empacado.
-¿Necesitas ayuda? -mencionó una voz varonil. Nuevos pasos resonaron por la habitación y pausaron al quedar lo suficientemente cerca a mi cuerpo.
-No, estoy bien, papá -le respondí al tiempo que mis manos hacían una última fuerza para cerrar la cremallera de la segunda maleta.
-No puedo creer que estés a punto de abandonar a tus viejos -comentó siguiendo con sus azulados ojos, idénticos a los míos, cada movimiento que hacía.
-Frederick... -advirtió mamá en cortarle por milésima vez el rollo de que tal vez no debería mudarme a las residencias de la universidad.
-Elena pero es que Lizzie apenas es una niña, ¡la devorarán en ese lugar! -refutó mi padre alzando sus brazos con dramatismo al pronunciar la última frase.
Carraspeé la garganta.
-Papá, tengo diecinueve, no nueve.
-¿No es lo mismo? -cuestionó con una sonrisa juguetona creciendo en su rostro.
-Mamá... -le dediqué una mirada suplicante en busca de ayuda que captó a los segundos.
-Ya, Fred. Es hora de que dejemos a Lizzie dormir.
Dicho esto, la rubia se acercó a mí dejando un pequeño beso en mi frente.- Duerme bien, cielo. -se separó dando paso a que papá repitiera su acción antes de que ambos tomaran paso fuera de mi cuarto dejando la puerta cerrada tras ellos.
Solté un suspiro.
Nuevamente me enfoqué en el desorden que habitaba en mi cama encargándome de recogerlo para que al menos, mañana al irme, quedara todo en orden.
Me aventuré a mi baño despojándome de la ropa para así reemplazarla por un sencillo pijama lila. Cepillé mis dientes y recogí mi cabello en una coleta alta dando por terminada mi rutina.
Una vez lista, me dirigí a mi cama deslizándome entre las cobijas, no sin antes apagar las luces, dejándome caer rendida ante el sueño.
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Foto de Elizabeth Knight en multimedia, espero les guste<3.