II

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Después de dos días comiendo tortilla de patata y la noche entre ambos cenándola, Diana agradeció que al fin se acabara cuando bajó a la cocina. Cenó la última de su casa porque había estado aprovechando la primera tarde productiva que había tenido en bastante tiempo y, tras terminar, se quedó sola delante del plato vacío mientras miraba el móvil, pasando de una aplicación a otra. De repente, le llegó una notificación de Tinder que borró sin leer. Otra más. En su rostro apareció una expresión de sorpresa a la vez que abría el mensaje que le acababa de llegar: su crush del Mercadona del cual casi ni se acordaba ya, Liam, acababa de hacer match con ella y no solo eso, sino que también le había dicho hola.

Se tomó un momento antes de pensar qué le escribiría. Se había descargado Tinder con intenciones de hacer amigos en Madrid a principios de curso y, aunque una vez había acabado ligando con un Erasmus irlandés, no estaba acostumbrada a usar la aplicación para su propósito real. Llegó a la conclusión de que no tenía que tomarse esa conversación como un tonteo, que fuera su crush del Mercadona no significaba que fuera a gustarle de verdad y lo mejor que podía hacer era no tener ningún tipo de esperanzas. Le respondió devolviéndole el saludo y preguntándole qué tal se encontraba.

Puede ser que se hubiera dicho a sí misma que no iba a esperar nada de ese crush -¿realmente se podía llamar crush a alguien que solo has visto una vez en tu vida? Si estás encerrada sin ningún tipo de contacto humano, sí-, pero aún así se sintió decepcionada al ver que la conversación seguía con total normalidad y en ningún momento el chico le hablaba de su primer encuentro en el Mercadona. Eso significaba que no se había fijado en ella como para acordarse y que el flechazo no había sido mutuo. ¿Decepcionada? Bastante.

La gran decepción fue cuando Liam le respondió simplemente riéndose y ella ya no supo qué decirle. Habían hablado un poco sobre qué estudiaban cada uno, puesto que estaban viviendo en la misma ciudad pero no eran de la misma universidad. Liam le contó que había vuelto al pueblo hacía escasos días, tras estar de cuarentena allí para asegurarse de que las posibilidades de tener el virus y contagiárselo a su familia eran mínimas. También le habló de su perro y Diana aprovechó para contarle sobre cómo sus padres la habían traicionado dejando que su hermana hiciera lo que ella siempre tuvo prohibido: adoptar un perro. Diana le explicó que la chihuahua se llamaba Tokio por La Casa de Papel y ahí fue cuando Liam pareció haber tenido suficiente con la conversación.

Por otro lado, la clase de crush que era Liam es efímero, al igual que las conversaciones por Tinder, así que no fue algo que preocupara a Diana realmente, al menos no por más de diez minutos. Liam volvió a caer en el olvido para que Diana pudiera seguir tranquilamente con sus obligaciones académicas, sus relaciones familiares y el resto de pequeñas cosas que la mantenían ocupada en la cuarentena.

Sin embargo, eso no duró mucho porque Diana tuvo que ir otra vez al Mercadona y allí lo reconoció. No pudo saludarlo, ni siquiera hacer contacto visual puesto que él no la había visto, así que Diana se limitó a seguir con su compra pero un poco más animada. En momentos en los que no podías salir de casa y tu único contacto con el exterior era el móvil, cruzarte a alguien que ni siquiera te miraba era bastante emocionante.

Volvió a casa con toda la compra y algunas patatas fritas de más y se sentó en el sofá a esperar a que su padre terminara de hacer la comida. Una cosa que no echaba de menos era la comida en su colegio mayor. Miró las notificaciones del móvil para llevarse una grata sorpresa: Liam le había hablado otra vez. No solo le había respondido al tema de Tokio como si nunca la hubiera ignorado, sino que también le preguntó si había estado en el Mercadona ese día. Diana sonrió victoriosa: sí la había visto, ese día no se había arreglado en vano. Pero las cosas no siempre salen a la perfección y resultó que Liam no la había visto cuando ella pasó por su lado la primera vez, sino cuando Diana se peleaba con la bolsa de plástico de la fruta que era incapaz de abrir. No todo fue regular en la conversación: se dieron el Instagram. Por desgracia, eso fue lo único destacable puesto que, una vez más, acabaron por dejar de hablar.

Después de comer, Diana planeaba ponerse a cotillear el perfil de Liam, puesto que su descripción de Tinder no le daba mucha información de él y se había cansado de mirar las mismas cuatro fotos, de las cuales una era de su perro. Pero, de repente, Zayn le mandó un mensaje, poniendo todo el mundo de Diana en pausa.

Zayn y ella habían hablado varias veces desde que terminaron la relación, pero cada vez que eso sucedía a Diana le daba un vuelco el corazón. Por mucho que Diana no quisiera darle demasiada importancia y estuviera intentando superarlo, toda su atención se iba a él.

La conversación no solo se quedó en unos pocos mensajes para comprobar cómo estaban, sino que empezaron a contarse qué tal llevaban la cuarentena. Diana incluso le mandó una foto con Tokio y dijeron que tenían que hacer videollamada en algún momento para que Zayn pudiera saludar bien a la chihuahua. A Diana le tranquilizaba que estuvieran bien.

Cuando llegó a su colegio mayor, a Diana le encantó Zayn. Hablaron varias veces durante las novatadas, se hacían bromas y finalmente acabaron besándose después de ver amanecer aún medio borrachos al volver de una fiesta. Desde ahí, comenzaron a pasar mucho tiempo juntos. Si por Diana fuera, habría vivido pegada a Zayn. Se notaban sus sentimientos por el chico a simple vista, pero los de él no eran tan notorios. En parte porque era una persona mucho más reservada y difícil de leer; y en parte porque él no sentía tanto. Las primeras semanas fueron una maravilla, de fiesta en fiesta, Zayn descubriéndole a Diana la ciudad mientras el sol aún estaba fuera, durmiendo juntos prácticamente todos los días... Pero a partir de ahí, fue decayendo. La tendencia de Diana a idealizar todo evitó que viera que Zayn realmente no era una buena pareja. Y ella tampoco lo era para él. Era muy buen chico y podrían haber pasado un buen primer mes si eso no se hubiera vuelto más serio y hubiera acabado ahí. No hacían muy buena pareja pero sí podrían ser muy buenos amigos y el tiempo de introspección y reflexión que estaba siendo la cuarentena le ayudaba a darse cuenta de ello.

Le tenía mucho cariño y la conversación con él acabó bien, amistosa. Como habían estado hablando de la universidad, a Diana le entró un poco de culpa por no estar todo lo centrada que podría, así que se sentó en su escritorio dispuesta a avanzar. Había días en los que le era imposible concentrarse y uno de esos era aquel. Diana no leyó mucho más de dos páginas pero resistió la tentación de mirar el móvil, simplemente pensaba en sus cosas con la vista en los apuntes.

Cuando se cansó sí que se puso a responder mensajes y a volver a su rutina de saltar de una aplicación a otra. Comenzó a mirar las historias de la gente a la que seguía en Instagram. Fotos desde las ventanas, fotos de hacía meses que volvían a subir, ilustraciones, selfies en sus casas, posts sobre política... De estos últimos, vio uno defendiendo al gobierno. ¿Quién podía pensar que, después del 8M, el gobierno podía hacer algo bien? Nadie con dos dedos de frente. Para Diana, Pedro Sánchez llevaba muchos más muertos a su espalda de los necesarios y encima tenía la cara de manipular las cifras. Cuando iba a responderle, se fijó bien en quien había subido esa historia: ¡Liam!

—No puede ser verdad... —farfulló Diana, con una expresión de indudable decepción, a la vez que asombro. No podía creerse que su crush fuera... podemita.

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⏰ Última actualización: Apr 26, 2020 ⏰

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