A Journey To Salvation

Prefacio

   Cuando eres pequeño, empiezas a descubrir, a entender y a imaginar el espacio que te rodea.
   Una simple habitación puede convertirse en un templo con un gran tesoro e infinidad de acertijos y rompecabezas.
   Puede convertirse en una selva llena de vegetación, con múltiples caminos por recorrer y animales con los cuales jugar.
   También puede convertirse en una gran ciudad, donde te conviertes en un héroe que tiene que salvar a la gente de terribles villanos que quiere hacerles daño.
   O puede simplemente ser un refugio impenetrable, para poder ser tú mismo sin peligro de burlas del exterior.
   Una burbuja.
   Un lugar de orden y paz.
   Tu propio mundo.
   Cuando eres pequeño, crees saber quiénes son tus verdaderos amigos.
   Aquellos que te ayudan a resolver los acertijos para acercarte más a la riqueza.
   Aquellos que saltan de una liana a otra cual gorila y hablan con los animales.
   Aquellos que te ayudan en la lucha contra el mal y te cubren la espalda.
   Aquellos que no te juzgan por ser cómo eres y te escuchan.
   Todos de pequeños creemos que ese espacio donde jugamos, estudiamos, dormimos y, a la larga, crecemos, siempre nos protegerá de las cosas malas que hay fuera.
   También creemos que los amigos nunca te abandonarán.
   Pero cuando la peor de las cosas malas lo rompe, lo invade, lo infecta, es cuando la realidad de lo que te rodea te golpea en la cara.
   Sin avisar.
   Sin que te des cuenta.
   El caos y la destrucción han acabado con todo lo que una vez amaste.
   El caos y la destrucción saca a la luz la verdadera esencia de los que te rodean, dándote la espalda.
   Crees haberlo perdido todo.
   Crees estar solo.
   Pero es en momentos de pérdida y soledad cuando alguien que creías haber perdido, una mano amiga, te salva de ese caos a tu alrededor.
   Un abrazo lleno de consuelo para superar una pérdida.
   Un hombro donde derramar tus alegrías y tus penas.
   Un apoyo moral en un mundo infectado por la muerte.