Prólogo

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Forestello Dario Rúben recordó muy claramente el momento en que se dio cuenta de lo que era. Exactamente de lo que era. 

Estaba lloviendo ese día. El joven acababa de cumplir 15 años y la lluvia era muy fuerte. Tuvo problemas para llegar a tiempo a su primer día de trabajo en la Estación de Servicio que se ubicaba en la playa de su ciudad natal: Realicó, considerada el punto central de la república.

 Daba la impresión de ser un joven común y corriente, pero definitivamente era más de lo que aparentaba. Dado que su horario de trabajo operaba desde las ocho de la noche hasta las cuatro de la madrugada, podía presenciar el clima bullicioso de la noche, del cual debía prescindir. No tardó en sentir síntomas de extremo cansancio, el primer día de su quincena de medio tiempo lo estaba consumiendo física y mentalmente, aunque le correspondía trabajar 8 horas, solo una cuarta parte de esa cantidad ya creaban en su mente un bucle de monotonía e infinita sucesión de hechos, además de una inexorable pregunta: "¿Cómo acabé aquí?" apoyando ambas manos sobre su regazo, respondió: "La respuesta a tu pregunta no la conozco" mostrándose dubitativo frente a sus propias ideas y decisiones. 

No necesitaba, no había un motivo, y si lo había era banal. A pesar de que la moneda brillaba por su ausencia en su familia, sentía que no era la forma más viable de ganarse la vida, por lo tanto, debía confiar en sus atributos para llenar el vacío de una monótona y efímera existencia. 

Un punto que resaltaba del joven eran sus increíbles aptitudes para el deporte, llegando a destacar en diversas actividades y, por supuesto, ganando uno que otro reconocimiento. Las competencias para él eran sólo un pasatiempo, no llegó en ningún momento a considerar seriamente la posibilidad de apegar su destino a tales actividades, no hasta ese momento. Eso sí, siempre disfrutaba ver los espectáculos deportivos por televisión, era uno de sus pocos medios de entretenimiento. 

En un esfuerzo por distraer su mente para olvidar un poco lo que estaba pasando, se dispuso a ver un partido de fútbol. Era un encuentro retransmitido del fútbol alemán, se trataba de un enfrentamiento entre el Stuttgart y el Schalke 04. 

Por algunos minutos, prestó completa atención al partido, pues se trataba de los cuartos de final de la DFB-Pokal, la copa de liga de aquel país. Era un partido que prometía, de allí saldría uno de los semifinalistas de copa. Los conocidos como "Die Knappen" (Los Mineros) en aquel país, dieron el primer golpe a los 3 minutos, y no mucho después dieron el segundo. 

En poco tiempo, se convirtieron en los candidatos y uno de los favoritos. Pese a la diferencia en el marcador y a un tiro penal malogrado antes de la duplicada ventaja, los "Die Roten" (Los Rojos) reaccionaron a tiempo y acortaron dicha ventaja a un solo gol de diferencia. 

Pasados 5 minutos del complemento, el Stuttgart equiparía las acciones de la mano de su futbolista estrella: Karl Allgöwer, que no sólo duplicó los goles de su equipo, sino los suyos también. 

El joven Rubén, aunque disfrutaba del encuentro, puso especial atención a uno de los futbolistas del conjunto suabo. Aunque Allgöwer era la figura de su equipo tras 2 tantos marcados, el joven número 9, Jürgen Klinsmann, se estaba adueñando de todas las miradas. La forma en que jugaba el rubio cautivaba a propios y extraños, y el Yagui no era la excepción. 

Observó con meticulosa cautela al joven prodigio, su forma de jugar era imposible de eludir, aunque era "el 9" jugaba como si fuera un centrocampista, extremo y media punta, todo al mismo tiempo, y con una sutileza que aterrorizaba a los defensas rivales. 

En aquel entonces, el único futbolista con todas esas facultades no era otro que Diego Armando Maradona, y no podía ser otra cosa que no fuera un Maradona en aquel país o similar. En una ráfaga, el Stuttgart había logrado remontar el marcador. 2-3, 2-4, 2-5 y 2-6 fueron los resultados que peregrinaron el encuentro luego del rápido empate, y aunque Allgöwer acabó siendo la figura del equipo y del partido luego de culminar un triplete con su último tanto (87'), el rubio número 9 había hecho una actuación, más que plausible, casi perfecta. 

La mente del Yagui se había aclarado tras el final del cotejo, a un punto en que surgió una nueva pregunta en su cabeza: ¿Podría dar vuelta de una manera tan notoria el rumbo de su vida, de la misma forma que lo dio ese partido? Aún si eso implicaría dejar no muchas, sino demasiadas cosas de lado, ¿era en verdad la opción más viable? ¿qué chances tendría de trascender? Él sabía la importancia que tenía tomar una decisión, no se lo tomó a la ligera, consideró demasiados aspectos de su vida, no fue una decisión instantánea. 

Luego de reflexionarlo sobre la marcha, y no encontrar una respuesta, decidió que era mejor consultarlo con la almohada. Los días pasaron y el Yagui seguía sin encontrar la respuesta a aquella cuestión que le causaba un conflicto mental. Así fue como se desenvolvieron sus pensamientos, hasta qué, finalmente, decidió tomar una decisión. 

"Mirá." dijo a su madre. 

–Me he comprado estas zapatillas en lo del Cacho Naola.

 Su madre le respondió con una pregunta. 

–¿De dónde sacaste el dinero? 

El adolescente se armó de valor, y sin el valor para mentirle a su propia madre, respondió: 

-Agarré las ganancias del trabajo y las compré.

... Unos segundos de un incómodo silencio perturbaron la atmósfera. A sabiendas de lo que había hecho, agregó: 

-Soy consciente de que no estuve bien al tomar esa decisión por mi propia cuenta, sin haberte informado antes. Estoy dispuesto a aceptar cualquier orden o castigo por lo que hice.

-Me parece perfecto. Regresa a la Mercería y devolvelas. Don Naola es un señor bastante generoso, te va a devolver el dinero.

 Al escuchar estas palabras de su madre, su contestación fue abrupta. 

–¡No! Me temo que no puedo hacer eso.

–¿Por qué?

–He tomado una decisión inapelable, nada ni nadie me puede hacer cambiar de parecer. Entiendo tu molestia, de la misma forma que deberías entender lo importante que es la decisión que he tomado.

Pasado un minuto, su madre decidió abandonar la habitación sin decir ni una sola palabra, dejándole entender su completa inconformidad hacía su inmaduro accionar. Él sabía que eso era lo que conllevaba dedicar su vida a algo tan audaz como el deporte, sobre todo el fútbol. Quería tener lo que se necesitaba, no titubeó en ningún momento. Ese era el camino que le esperaba recorrer...

Fin del Prólogo.

La Historia del YaguiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora