Capítulo 3

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¿Qué carajos fue lo que pasó?

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¿Qué carajos fue lo que pasó?

No se despidió, tan solo se fue.

Me dejó confundida, alterada, y con el corazón latiendo a mil.

No debería darle tanta importancia. Estoy perdiendo la cabeza por una persona que no es ni remotamente interesante...

¡Joder, joder, joder! ¿Interesante? ¡Es sexy!

Es de pocas palabras, y cuando habló el tono sarcástico, y mandón no tardaron en hacerse notar.

Sigo repitiendo su voz en mi mente, doy la quinta vuelta en la cama en menos de diez minutos. ¿Y si preparo chocolate caliente?

¡Basta! Son demasiadas azúcares en la noche, eso sólo me pondrá hiperactiva, ansiosa, y desesperada, básicamente mi comportamiento actual multiplicado a mil. No lo haré.

—Maldito Rafael Castillo—Doy vueltas a la cuchara en la taza ya vacía. Son las dos de la madrugada y mi mente simplemente se rindió.

Esto me recuerda a mis tiempos en la secundaria, había un chico demasiado lindo. Habíamos congeniado, él era realmente tierno, educado y algo distraído. Un año mayor y su cara era comparable a un joven actor, sonrisa fácil y deslumbrante, y cabello de revista. Suspiraba por él, pero fue tarde cuando conocí que él gustaba de mí también. Se graduó y nunca volví a verlo, su madre era amiga de la vecina, y con el paso del tiempo la veía cuando estaba yo en casa.

Después el accidente pasó y ya no voy con frecuencia a la casa de mis pad... madre.

Sus ojos grises ¿o son azules? No dejan de aparecer como un flash ante mis ojos. Sé lo que es sentir un flechazo antes, pero mierda, con Rafael es como si tocara un cable pelado con las manos mojadas ¡La electrocutada de mi vida!

Vamos Isabelle, puede que sea el tío más atractivo y lo que sigue de eso, que hayas visto, pero no es un Dios, es un hombre cualquiera... con rostro esculpido por los mismos demonios porque ¡Ni de coña! Esa mirada fue intensidad pura... es tan...

—¡Me cago en la leche! —La taza se hace añicos a mis pies.

¡Era de capitán américa! Mi colección estaba casi completa, hago un mohín.

Estoy molesta por mi torpeza. No es algo común en mí.

Me mato los próximos cuarenta minutos limpiando un piso que está reluciente desde hace media hora... ni siquiera había tanto chocolate en la taza.

El esfuerzo físico me deja adoloridos los brazos, me levanto con lentitud. Debo aprovechar el tiempo. Y con eso me refiero a dormir.

*

Ayer debí hacer la lavadora, de ser así, no tendría por qué pensar la idea de ponerme el mismo conjunto que hace unos días. La idea no es horrible, tan solo me desagrada. Tengo mi ropa seleccionada, planchada y dispuesta en los percheros por orden, lo que más me gusta primero, y lo que es lindo al final, después están los conjuntos de ropa que no son tan cómodos o rara vez me he puesto.

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