I. Lunática

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Aún recuerdo esa luna menguante como si hubiera sido ayer, su luz iluminaba mi pálida y herida piel reflejando la silueta de mi sombra en la pared, dejándonos a ella y a mí solos en la oscuridad.
Solo podía escucharlos reír desde mi habitación, ya que mi sola presencia les causaba repulsión y agresividad, mi madre siempre apenada de no haber tenido un primogénito varón, culpada por el mi depravado y enfermó padre, quien me usaba como su esclava y servidumbre.
Solo se contuvo hasta la víspera de mi décimo octavo invierno, donde su sed por consumir mi inocencia ya no tuvo ningún control, tan solo entro por mi puerta y me tomo de ambos brazos llevándolos al techo, mi madre solo lo observaba mientras bebía una copa de vino, coloco su navaja en mi cuello como forma de amenaza silenciosa, mientras comenzó a descubrir mi cuerpo virgen y herido por tantas veces que me ha golpeado y todas las noches que me he flagelado hasta dormir. "Solo tienes una oportunidad" me dije, solo logré patearlo lo suficiente para q soltara la navaja y poder soltarme, ella corrió en su ayuda, la luna cambio su color de blanco a rojo tan rápido como la navaja atravesó la carne podrida de ambos agresores e impregnaba mis manos con aroma a muerte, lo que hice esa noche fue no más que solo el comienzo de lo que crei era mi libertad y el final de mis pesadillas, desconociendo la retorcida desición que llevaría a esta lunática por un camino tan oscuro como doloroso.

Un Pecaminoso Apego al DolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora