Parte uno.

54 6 0
                                    


—¿Acepta usted al señor Hwang Hyunjin como su esposo?—

Su sonrisa dulce, me hizo caer bajo la tentación, me obligó a aceptarlo como mío mientras él prometía que yo siempre sería suyo.

Amarte incondicionalmente, suerte fiel, ser tuyo hasta la muerte... Cuan equivocado estaba.

🌃

Una lágrima silenciosa rodó por mi mejilla, mientras el reloj marcaba las tres y media de la madrugada. Revisé el teléfono por cuarta vez en la noche, ni una llamada o mensaje de texto, como cada noche...

La cena ya estaba fría y las velas gastadas, iluminando a duras penas mi rostro cansado. El tercer aniversario de bodas que pasaría completamente solo.

Sonreí recordando nuestros comienzos, la tan ansiada conquista, mi madre diciendo que este chico no era para mi y yo creyendo que se equivocaba.

—Lo lamento, mamá —. Susurré.

Escuché el sonar de las llaves y un leve tarareo, lo escuché pasar por la sala deshaciéndose de sus zapatos y abrigo que lo protegían de las noches más frías de Corea. Se tambaleaba un poco mientras pasaba por la cocina revisando algunas sartenes, mientras yo me quedaba en mi sitio esperando su presencia.

—Oh, mi amor, ¿Por qué estás despierto tan tarde?— Arrastraba un poco sus palabras, mientras se acercaba a mi.

—Estaba preocupado—. Solté mientras limpiaba los restos de lágrimas que quedaban en mis mejillas.

—Ah, mi maravilloso Innie—. Me abrazó por la espalda y dejó un pequeño beso sobre mi cuello.

El olor a alcohol mezclado con perfume femenino me revolvió el estómago.

—Deberías tomar un baño—. Dije mientras me levantaba para recoger los platos que sobraron sobre la mesa.

—¿Insinuas que huelo mal?—Me observó con una sonrisa inocente, posó su atención sobre mis manos que sostenían con fuerza los trastos llenos de comida.—¿Hiciste la cena, mi amor?—

—No es nada importante —.  Evité su rostro, no deseaba verlo. —¿Cómo estuvo el trabajo?

—Ya sabes, cansado, uno de los accionistas nos dio cierto tiempo para terminar un trato con una nueva compañía, tuve que quedarme hasta tarde por ello—.

—Oh, supongo que eso es bueno—.

Mentira tras mentira, la persona que era el amor de mi vida me destrozaba, sin saber que yo conocía de primera mano la razón de sus tardanzas. Pareció desesperado al no obtener más respuestas por mi parte.

—¿Por qué no me das un poco? Se ve delicioso—. Su intento por arreglar las cosas me dolía más que cualquier cosa.

—Está frío —. Sentí mis ojos picar.

—¿Podrías calentar un poco, mi amor?— Asentí. —¿Porqué no me miras? Mirame, por favor, mirame.

Levanté mi rostro para observarlo, sus ojos estaban levemente rojos al igual que su rostro. Mi boca se sintió amarga y mi pecho se vio envuelto en un dolor agudo que parecía crecer a cada segundo.

A que no me dejas... (Hyunin). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora