01: Mi Ángel De La Guarda.

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El tiempo pasa y poco a poco los recuerdos se olvidan, pero este no fue el caso de Martina; quien con tan solo seis años tuvo que presenciar el asesinato de su padre. Todo sucedió en una fría noche de Diciembre. Hacía unos meses que la madre de la niña había fallecido, pues tenía cáncer.

Un hombre vestido de negro y con el rostro cubierto por un pasamontañas se coló en la casa, en su mano llevaba un puñal. Trató de llevarse a la pequeña pero su padre no lo permitió, le quitó el pasamontañas y terminó con el puñal clavado en su estómago.

Frente a esa escena el ladrón salió corriendo del lugar, dejando a la niña frente a su padre herido, quien no resistió y falleció antes de llegar al hospital.

-Martina, debemos irnos ya. -La joven se giró hacia su tía, su único familiar.

-Han pasado diez años y lo sigo recordando como si hubiese sido ayer. -Confesó sentada sobre su cama.

-No te hace bien pensar en ello, debes olvidarlo. -La joven llevada por la culpa y la tristeza comenzó a llorar en los brazos de su tía.

-¿Y cómo hago para olvidarlo? Por más que el tiempo pase nunca conseguiré olvidar como ese hombre forcejeó con mi padre y salió corriendo al verlo sangrar. No hice nada para evitarlo, simplemente me quedé al margen. -Su tía la ayudó a ponerse en pie.

-Tú no tuviste la culpa de nada. Tan solo eras una niña y estabas en shock. Hablaremos de esto con la psicóloga. Ahora debemos ir al cementerio. -La joven asintió y salieron de la casa.

Su vida no había sido nada fácil y cuando supieron de la enfermedad de su madre ya era demasiado tarde. Tras enterrar a su padre la niña fue puesta en manos de muchos psicólogos pero hasta el día de hoy no habían conseguido nada nuevo. Al llegar al cementerio divisó a un hombre de unos cuarenta años, estaba frente a la lápida de sus padres y cuando la vio acercarse salió corriendo de allí. Al salir del cementerio Martina asistió a la consulta de su psicóloga.

-Buenos días, Martina. -Le saludó la psicóloga antes de sentarse.

-Buenos días. -Y tras ello la joven se sentó en su lugar habitual.

-Sé que es una fecha difícil para ti, pero es hora de que comiences a olvidar. No puedes seguir viviendo anclada en el pasado. -Durante unos segundos Martina se quedó pensando en sus palabras y decidió hablar.

-Durante años he callado. La culpa y el dolor no me han dejado vivir. ¿Cómo no hacerlo? Con tan solo seis años perdí a mis padres. Mi familia me dio de lado, a excepción de mi tía quien se hizo cargo de mí. La primaria fue un desastre, todos los niños tenían papás y yo no. Ellos lloraban por no tener el nuevo videojuego que había salido, o una muñeca nueva, mientras yo solo quería estar con mis padres. Y ahora con tan solo dieciséis años soy una adolescente apartada de la sociedad, que no quiere saber nada de nadie y a la que la gran mayoría no quiere acercarse. He pasado toda mi vida en casa, sin amigos, sin familia, sin nadie que esté dispuesto a quererme sinceramente.

Tras una hora en la que por fin Martina consiguió sincerarse con su terapeuta salió del consultorio con su móvil en la mano y se chocó con algo o más bien con alguien. Cayó al suelo sentada y mentalmente contó hasta diez.

Frente a ella había un chico de unos diecinueve años que le tendía su mano y ella aceptó. Por primera vez en muchos años no vio lastima en los ojos de alguien, vio algo más y le gustó.

Erick se convirtió en su mejor amigo, pues él había pasado por algo parecido; la muerte repentina de su abuela. Juntos asistían a sus terapias y después iban por un chocolate caliente.

Fue un muy buen comienzo de año y conforme pasaban los meses ambos adolescentes se iban recuperando. Sin darse cuenta esa hermosa amistad iba aflorando otros sentimientos dentro de Martina y eso la preocupó.

Mundo De Relatos I Yovana PérezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora