03: El Deseo Entre Rejas.

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¿Cómo había terminado aquí? Eso fue lo primero que le venía a la cabeza a Mónica, una joven que recién se había graduado y con menciones de honor. Sin duda sería una excelente enfermera.

Pero lo que no se imaginaba es lo que días después le propondría su cuñada. Su embarazo ya estaba avanzado y no podía seguir trabajando, pero tal vez ella podría ocupar su puesto. Lo que no se esperaba es que fuese en una cárcel, de máxima seguridad, de México.

La joven sintió miedo, pero no podía decirle que no a su cuñada y así fue como aceptó. Semanas después ya estaba trabajando como enfermera y al cumplir los dos meses ya se encontraba más que adaptada al lugar. Afortunadamente contaba con Susana, su compañera, una joven dos años mayor que ella y con la que se llevaba muy bien.

Mónica estaba organizando las vendas y el algodón cuando Susana se acercó con varios botes de agua oxigenada. La cara de su compañera no era muy buena y eso la preocupó bastante.

-¿Estás bien? -Se atrevió a preguntar y Susana asintió.

-No se si te acuerdas pero el día que llegaste trasladaron a un preso. El caso es que vive peleándose con todos aquí y me tocó atenderlo. Desde entonces no puedo dejar de pensar en él. -Le contestó mientras dejaba los botes sobre la mesa.

-¿En qué sentido? -Soltó Mónica y su amiga se echó a reír.

-¡No me gusta! Más bien me dio como miedo. En sus ojos se veía el odio y no imaginas como me puse cuando tuve que curarlo. -La castaña dio un brinco y su compañera se volvió a reír.

-¿Y cuándo pasó que yo no me di cuenta? -Preguntó, pero su amiga no pudo responder.

Uno de los guardias había entrado a la enfermería en busca de Susana. Ésta cogió unas cosas y ambos salieron. La joven no dejaba de darle vueltas a las palabras de su amiga y ni cuenta se dio cuando dos guardias entraron, con un preso. Al girarse se llevó el susto de su vida y una mano al pecho. La pareja de guardias se ofreció a quedarse durante la cura pero ella se negó, no sería necesario.

Después se fijó en el joven y por primera vez se sintió desnuda, pese a llevar puesto su uniforme. Sin duda lo había reconocido; Thiago Méndez, el preso del que Susana estaba hablando hace unos segundos. Hasta la fecha ella no lo había tenido que atender, pero si lo había visto de pasada algunas veces.

Le pidió que se sentase en la camilla y así lo hizo. Sus ojos marrones la seguían por toda la enfermería mientras ella cogía lo necesario. Dejó las cosas sobre la camilla y cogió un taburete, para sentarse y quedar de frente con el moreno; que no pasaría de los veintitrés años. Comenzó por retirar la sangre de sus nudillos, ¿se peleará muy a menudo? Fue lo que pasó por su cabeza.

-Pues más o menos, depende del tío y del humor que tenga ese día. -Respondió llamando la atención de la joven.

-Yo...lo siento. -Se disculpó al ver que había pensado en voz alta.

-Como sea, ¿puedes darte prisa? Tengo que mear. -Soltó con toda la naturalidad del mundo, cosa que no agradó a la morena.

-No tienes que ser tan explícito, puedes decir que tienes que ir al baño. -Comentó algo enojada por su forma de hablar.

-No me jodas, ¿acaso eres una de esas pijas que hablan finolis y beben vino todo el día? -Retiró la mano y ella dejó el algodón sobre la camilla.

-Definitivamente eres un grosero. -Fue lo único que le dijo y continuó curando sus nudillos.

Tiró los algodones a la basura y tras ponerle una crema, para que las heridas cicatrizasen más rápido, le puso unas vendas. Nuevamente cogió un trozo de algodón y lo mojó con alcohol, después lo acercó a su labio recibiendo un gruñido de su parte. Ella se sorprendió y apretó el algodón contra su labio, un poquito.

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⏰ Última actualización: Mar 06, 2022 ⏰

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