Capítulo 2

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El señor Dupain fue uno de los primeros en presentar sus respetos al señor Couffaine. Siempre tuvo la intención de visitarlo, aunque, al final, siempre le aseguraba a su esposa que no lo haría; y hasta la tarde después de su visita, su mujer no se enteró de nada. La cosa se llegó a saber de la siguiente manera: observando el señor Bennet cómo su hija se colocaba un sombrero, dijo:

––Espero que al señor Couffaine le guste, Mari.

––¿Cómo podemos saber qué le gusta al señor Couffaine ––dijo su esposa resentida–– si todavía no hemos ido a visitarlo?

––Olvidas, mamá ––dijo Marinette–– que lo veremos en las fiestas, y que la señora Bourgeois ha prometido presentárnoslo.

––No creo que la señora Bouegeois haga semejante cosa. Ella tiene dos sobrinas en quienes pensar; es egoísta e hipócrita y no merece mi confianza.

––Ni la mía tampoco ––dijo el señor Dupain–– y me alegro de saber que no dependes de sus servicios. La señora Dupain no se dignó contestar; pero incapaz de contenerse empezó a reprender a una de sus hijas.

––¡Por el amor de Dios, Alix no sigas tosiendo así! Ten compasión de mis nervios. Me los estás destrozando.

––Alix no es nada discreta tosiendo ––dijo su padre––. Siempre lo hace en momento inoportuno.

––A mí no me divierte toser ––replicó Alix quejándose.

––¿Cuándo es tu próximo baile, Mari?

––De mañana en quince días.

––Sí, así es ––exclamó la madre––. Y la señora Bourgeois no volverá hasta un día antes; así que le será imposible presentarnos al señor Couffaine, porque todavía no le conocerá.

––Entonces, señora Dupain, puedes tomarle la delantera a tu amiga y presentárselo tú a ella. ––Imposible, señor Dupian, imposible, cuando yo tampoco le conozco. ¿Por qué te burlas?

––Celebro tu discreción. Una amistad de quince días es verdaderamente muy poco. En realidad, al cabo de sólo dos semanas no se puede saber muy bien qué clase de hombre es. Pero si no nos arriesgamos nosotros, lo harán otros. Al fin y al cabo, la señora Bourgeois y sus sobrinas pueden esperar a que se les presente su oportunidad; pero, no obstante, como creerá que es un acto de delicadeza por su parte el declinar la atención, seré yo el que os lo presente.

Las muchachas miraron a su padre fijamente. La señora Bennet se limitó a decir:

––¡Tonterías, tonterías!

––¿Qué significa esa enfática exclamación? ––preguntó el señor Dupain––. ¿Consideras las fórmulas de presentación como tonterías, con la importanciaque tienen? No estoy de acuerdo contigo en eso. ¿Qué dices tú, Brid? Que yo sé que eres una joven muy reflexiva, y que lees grandes libros y los resumes.

Bridgette quiso decir algo sensato, pero no supo cómo.

––Mientras Brid aclara sus ideas ––continuó él––, volvamos al señor Couffaine. ––¡Estoy harta del señor Couffaine! ––gritó su esposa.

––Siento mucho oír eso; ¿por qué no me lo dijiste antes? Si lo hubiese sabido esta mañana, no habría ido a su casa. ¡Mala suerte! Pero como ya le he visitado, no podemos renunciar a su amistad ahora.

El asombro de las señoras fue precisamente el que él deseaba; quizás el de la señora Dupian sobrepasara al resto; aunque una vez acabado el alboroto que produjo la alegría, declaró que en el fondo era lo que ella siempre había figurado.

––¡Mi querido señor Dupain, que bueno eres! Pero sabía que al final te convencería. Estaba segura de que quieres lo bastante a tus hijas como para no descuidar este asunto. ¡Qué contenta estoy! ¡Y qué broma tan graciosa, que hayas ido esta mañana y no nos hayas dicho nada hasta ahora!

––Ahora, Alix, ya puedes toser cuanto quieras ––dijo el señor Dupain; y salió del cuarto fatigado por el entusiasmo de su mujer.

––¡Qué padre más excelente tenéis, hijas! ––dijo ella una vez cerrada la puerta––. No sé cómo podréis agradecerle alguna vez su amabilidad, ni yo tampoco, en lo que a esto se refiere. A estas alturas, os aseguro que no es agradable hacer nuevas amistades todos los días. Pero por vosotras haríamos cualquier cosa. Lila, cariño, aunque eres la más joven, apostaría a que el señor Couffaine bailará contigo en el próximo baile.

––Estoy tranquila ––dijo Lila firmemente––, porque aunque soy la más joven, soy la más alta.

El resto de la tarde se lo pasaron haciendo conjeturas sobre si el señor Couffaine devolvería pronto su visita al señor Dupain, y determinando cuándo podrían invitarle a cenar.

Y aquí está en capítulo dos, esta historia no es Lukanette, a pesar de que es una gran ship, soy muy fiel al cuadro amoroso, ahora no se que días actualicé ya que como pueden ver esto de la pandemia tengo clases virtuales y me dejan mucha tarea, por fortuna hoy tuve un pequeño espacio y pude escribir.

Sin más que decir me despido y nos leemos a la próxima.

Orgullo y PrejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora