Lo mejor de la casa

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La vida es corta y yo no voy a pasar mis días recordando el pasado.


🌙


—Hey, rubio. Déjame un trago de lo mejor que tengas.

Matsukawa arrastró a duras penas uno de los taburetes, ruidoso e insufrible como acostumbraba, llevándolo hasta el lado de la barra que se utilizaba para recoger los pedidos. Tiró hacia a un lado la caja de sobres de azúcar y cucharillas de plástico dejando el espacio necesario para no molestar a otros clientes y apoyó sus codos sobre la mesa. Le sonrió con descuido al chico en frente de él

—Deja de actuar como si esto fuese un dichoso bar, Matsukawa-san. —Tsukishima pasó el paño por encima de la superficie, sus retinas clavadas en una de las manchas con la que llevaba algunos segundos luchando y sin tener en cuenta al contrario. Siempre había sido lo mismo con él, de todos modos, y nada de lo que hubiese hecho a esas alturas le serviría para hacerle cambiar su opinión. Soltando un suspiro, dejó de atender a la mancha y le miró con los ojos entrecerrados. —Y no me llames rubio. Tengo un nombre.

—Deberías de darme las gracias ya que yo no te llamo Gafas-kun, como otros —puntualizó, señalando con desinterés algún lugar detrás de Tsukishima, refiriéndose a otro de sus compañeros de trabajo. El camarero resopló indiferente.

—¿Cortado largo?

Matsukawa asintió contento y nada más el rubio se dio la vuelta, llevó sus manos hasta su frente. Dejó que de entre sus resecos labios saliera un jadeo exhausto, sintiendo el cómo su cabeza daba vueltas y vueltas. El pinchazo del dolor que le había estado molestando durante toda la noche y creía haber dejado atrás cuando entró a la cafetería volvió a él repentinamente y rezó para que Tsukishima se diese prisa con su café. Lo necesitaba con urgencia.

—No es que me importe, —dijo Tsukishima, dejando el café en frente de un Matsukawa fatigado, su ceja fruncida y su labio superior soplado, lo que quería decir que en realidad sí que le importaba. —pero ¿mala noche?

Tarareó una afirmación mientras echaba un sobre de azúcar a su vaso y lo removió con una de las cucharas. Lo llevó a sus labios y con tranquilidad los remojó, probando su temperatura, para después dar un sorbo y aceptar que su café todavía estaba demasiado caliente como para que su lengua lo tolerase. Hizo una mueca y con sus ojos medio cerrados a penas de dio cuenta de que Tsukishima continuaba mirándole.

—¿En qué trabajas?

A Matsukawa le sorprendió la pregunta. En realidad, Tsukishima nunca había estado por la labor de continuar con sus conversaciones, exponiendo con auténtica claridad sus pensamientos, afirmando que encontraba al chico sumamente molesto. Una vez incluso le llamó un idiota de primera categoría. Así que fue toda una fantástica y gran noticia el que al camarero le interesó hablar con él, por lo que la sonrisa burlona fue difícil de ocultar.

—Pensé que mi vida no era de tu interés.

—No lo es —resopló Tsukishima, colocando el paño con el que había estado limpiando sobre su hombro, sus ojos escondidos tras su gafa desprendían la misma apatía de la vez en la que se conocieron. Subió la montura con su índice por el puente de su nariz. —Es sólo curiosidad, Matsukawa-san.

—De acuerdo. —Matsukawa volvió a tararear entrelazando sus largos dedos alrededor del vaso de café y, de nuevo, le sonrió al rubio. —Trabajo en la seguridad de un club.

Tsukishima, inesperadamente, se rio.

—Así que eres un "gorila".

—Más o menos. —La verdad de su frase rozaba los límites de la mentira, en realidad, pero llevaba un tiempo tratando de camelarse al guapo camarero de la cafetería de la que era dueño su mejor amigo y no iba a desaprovechar la oportunidad contándole lo que durante su jornada laboral hacía o dejaba de hacer. Además, todavía no tenían la suficiente confianza.

Tontamente inesperado [Haikyuu!! RareWeek 2020]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora