Anyone.

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Enloquecedora era la fragancia de aquel intacto ramillete de flores. Para un momento como ese no había más sentimiento en su corazón que el de la alegría, era tan feliz.

Una que otra duda atacaba su mente de vez en cuando. Porque cuando menos el obsequio era curioso.

Nunca pensó en él como una persona con tal tipo de gusto en detalles. Y lo cierto era que no le molestaba.

Era todo tan espontáneo, tan natural que por instantes no se cuestionaba nada más allá que la forma en que daría entrega. No sabía si serían de su agrado, si el aroma fuese de su gusto o cuando menos, no las rechazaría.

Honestamente no estaba seguro de muchas cosas pero algo dentro de si le empujaba a completar su suicida misión. Tal vez podría mentirle, y decir que estaban de oferta, mencionar alguno de sus muchos logros que debían celebrarse y por ello tal detalle; apelaría quizás a la locura, enregandolas en un momento inesperado, tal vez aprovecharía la confusión y rozaría sus labios, despacio con tanta paciencia que sin llevarlo acabo ya siente desesperación.

Las observaba tan atento que temía se desmoronasen de un segundo a otro. Acarició con amor una de sus hojas, los pétalos y el tallo; anhelando en ello la suavidad de una piel que pocas veces fue capaz de tocar.

Lleno de un valor que con el tiempo fue reuniendo cogió el ramillete, y salió rumbo a aquella enorme mansión que ya en varias ocasiones había tenido oportunidad de visitar. El camino fue largo, tortuoso, y lleno de anticipación.

Estaba seguro que de aquello no salía vivo, y estaba bien; su misión más importante era ver en esos labios una sonrisa sincera dirigida a él, eso era todo. De manera conformista no esperaba más, no necesitaba más o eso deseaba hacerse pensar.

El carruaje se detuvo en aquel traqueteo continuo, y una voz conocida le indicaba a bajar. Llenó de aire sus pulmones, apretó fuertemente los labios y salió con las manos bien firmes en la espalda.

Sus pasos titubeantes le llevaron hasta la enorme puerta de entrada, una de sus temblorosas manos se dignó a tocar la puerta con tal suavidad que pareciera deseaba que nadie le escuchara y que de tal forma, ésta no fuese abierta jamás; tenía la esperanza.

Rayo de luz que desapareció cuando el legítimo dueño de aquel regalo hizo su aparición. La garganta se le había secado, y de ella no salían palabras, siquiera un sonido, alarmando al dueño de sus más desquiciados sentimientos; todo ante el estado de su mejor amigo.

—Iruma-sama.... ¿está bien? –La preocupación era notoria en el niveo rostro del pelirrosa. No deseaba verle consternado, quería evitarlo pero de un instante a otro su mente se volvió en blanco. —¿Por qué hoy no fue a la escuela?, ¿hay algo que esté mal? ¿Iruma-sama? –Justo en el momento en que Alice llevaba su diestra al hombro ajeno en un intento de llevarle de vuelta a la realidad, un mullido pero a su vez, delicado ramo de Lirios se estrelló contra su pecho, sorprendiendole tanto o más que la propia actitud del ojiazul.
Observó con detenimiento las perfumadas flores de tonos azules y lilas, maravillado. Sus ojos vibrantes de emoción se volcaron directamente en aquellos a su alcance, inquisitivos. —¿Por qué...? –No había respuesta. Se encontraba tan curioso como preocupado; necesitaba escuchar algo, lo que fuese, una razón o una excusa, lo que fuese estaba bien.
Él aceptaría cualquier cosa vieniendo de quien recibía tan precioso presente.
Sin aviso una mano se hizo con las solapas de su saco, y en un apresurado tirón, un par de dulzones labios se presionaron contra los suyos; provocando en él tal tumulto de confusas emociones que apenas se vio en la lucidez de sostener con fuerza las florecillas que ahora yacían colgando de sus manos inertes a un costado.

Era todo tan confuso, tan extraño, tan irreal y tan esperado que dos o tres lagrimas se acumularon en sus ojos, sin derramarse pero esperando el momento en que su consciencia volviera en si, dándole un duro golpe contra la realidad, contra el término de un hermoso sueño; para así desbordarse como la ansiedad de esas tenebres acciones.

Un suspiro escapó de los labios ajenos al separarse, la frondosa cabellera azulada se hundió al recargarse sobre su pecho y los brazos que sostenían con fuerza su saco, ahora se aferraban con vehemencia a su torso, no deseando separarse. El silencio era mutuo, y sus respiraciones tan agitadas, tal cual hubiesen recorrido el mundo entero para consumar ese momento.

—Azzu-kun....–Le llamó con un hilillo de voz tan tenue que fue alarmante. —No estoy arrepentido, así que no voy a pedirte perdón ¿de acuerdo? –Anunció con firmeza al restregar ligeramente su rostro contra las ropas del más alto. —De verdad espero que las flores fueran de tu agrado.... Son azules ¿las viste? Son.... son con la esperanza de que cuando las veas, no puedas hacer más que acordarte de mi. Yo, tal vez estoy siendo pretencioso pero quisiera que fuese así.
No sé si estoy haciéndolo de la manera correcta, seguramente no pero.... Acéptalas, por favor. Aún si no compartes los sentimientos que tengo por ti.... Aún si tu no me piensas de ésta manera, espero que al menos puedan transimitirte toda la felicidad que siento por que estás a mi lado, todas las ansias que me llenan cuando pienso que es momento de verte, todo el cariño que anhelo poder darte, o todo el amor que hasta ahora no fui capaz de entregarte.

Desearía decir que no espero nada pero no sería más que una mentira. Porque aún si tu no puedes o no quieres corresponderme; espero con todo el corazón que al menos me sonrías una vez para saber que no me equivoque en la elección del regalo.

Porque de persona estoy seguro que ni en mil años podría haber errado. –Aseguró respirando en profundidad antes de finalmente separarse con las mejillas enrojecidas, y los ojos vidriosos; esos que se encontraron los de su ajeno en un estado mucho peor. De ellos caían un par de lagrimas traicioneras, apretujandole el corazón.

—Idiota.....–Mencionó en apenas un sururro el pelirrosa, dejandose caer sentado lentamente sobre el suelo, y llevando a su vez el antebrazo de su diestra a su rostro, ocultado todo lo que en el se expresaba. Por su parte el más bajo de estatura no encontraba más palabras que decir, nunca durante todo el tiempo que se conocían el más alto le había llamado de esa manera; no le molestaba, más si le sorprendía. —No asumas cosas que jamás preguntaste ni pongas palabras en mi boca que nunca dije. No puedes darte por vencido tan fácilmente cuando fuiste tu quien lo inició, no es justo..... No es justo que des por sentado que no te quiero cuando no me diste la oportunidad de decirte que yo también te amo. –Puntualizó dejando escapar uno que otro hipido en un afán por finalmente controlar el torrente de sentimientos que siempre venían acompañados de la presencia ajena.
Con una emoción indescriptible el ojiazul se arrodilló frente a la persona más deseada de su corazón, y en un acto de locura total retiró el brazo ajeno; deleitandose con el delicado tono de esos ojos que tanto le gustaban, y a su vez volviendo a apoderarse de esos labios que no esperaba le pertenecieran a nadie más que a él.

Porque aunque sabía que aquella confesión exudaba torpeza, se alegraba tanto que aquel ramo de Lirios que tanto tiempo le llevó escoger fuese la excusa perfecta y la razón ideal para por fin estar con quien más deseaba permanecer.











[¡Finalmente hago entrega de ésta nueva historia! Díganme, ¿qué les pareció? 🤔💕💕💕🔥 de mi parte no me siento muy conforme con el resultado, siento que falta algo; ¡diganme que es! 😭😭😭].

Lillium.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora