Nunca fui alguien especial y nunca pretendí serlo.
Toda mi vida giró alrededor del arte, encontraba refugio en él. Podía pasar horas y horas trazando bosquejos que reflejaran mis emociones; amor, ira, dolor, devoción. Me intrigaba el destino y todo lo que sonara fantasioso, me obsesionaba la magia que había en crear un mundo en donde existían todo tipo de sensación.
Esa obsesión de la chica soñadora que había en mí, me había traído tantos problemas, que difícilmente me explicaba cómo seguía aquí.
Todo pasó tan rápido, la niña que una vez había estado desesperada por salir de casa, por viajar y encontrar el amor, había sido estrellada con brusquedad en la realidad. Mi inocencia había sido destruida, fragmentada en trozos tan pequeños que jamás creí que podría volver a construir mi espíritu.
Pero a pesar de cualquier pronóstico, me había levantado. Había juntado y pegado los fragmentos con la esperanza de en algún momento ser lo suficientemente fuerte como para volver a colocarlos en su lugar.
Pero él entró a mi vida, no como una brisa que acaricia el alma y te sana, sino como un fuego letal que comenzó a calentar cada rincón de mi frágil ser, que poco a poco pulverizó cada pequeño pedazo que había logrado juntar. Quemó mi alma, mi inocencia y mi espíritu.
Y no sabía cuál era la peor parte, si el hecho que se lo volvería a permitir, o el hecho de que algo tan letal supiera tan bien.
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Letal.
RomanceTal vez si no hubiese estado tan encerrada en mi dolor y desesperación, hubiese sido capaz de ver sus verdaderas intenciones. Tal vez si no hubiese sido cegada por su belleza y oscuridad, hubiese captado la realidad de su naturaleza. Pero algo en mí...