Prólogo

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La gente suele decir que los monstruos no son reales, que viven en tu imaginación, y son fabricados a causa de una mala conciencia o por culpa de una película que no era aptos para ver.

Tony lo sabía mejor.
Los monstruos existen.

Lo supo desde antes de saber qué significaba la palabra, o de ver una imagen representándolos.

Pero contrario a la creencia popular, los monstruos no tenían garras, colmillos, ojos oscuros, y tampoco vivían bajo su cama o se escondían en el closet. No... los monstruos que él conocía eran hermosos... y vivían a plena luz del día.

Fue hace mucho tiempo, pero aun recuerda cuando los conoció. Fue quizás, el primer recuerdo que obtuvo su memoria infantil.

Inicio con él siendo despertado por su nana, una mujer grande de cabellos grises y sonrisa amable. Ella lo bañó, vistió y llevó a la mesa, donde otro hombre igual de viejo y gentil le sirvió unos deliciosos panqueques para desayunar. Él los comió feliz, hasta que se dio cuenta de un detalle, ¿dónde estaban mamá y papá?

Curioso, le expresó sus dudas a los dos adultos que cuidaban de él, pero en lugar de obtener una respuesta, ambos sólo le dijeron que no se preocupara y siguiera comiendo.

Obviamente, esa respuesta no le gusto, así que, mientras ellos cocinaban y limpiaban, aprovecho la primera oportunidad que se le presentó para escabullirse escaleras arriba, donde sabía que su padre pasaba la mayor parte del tiempo.

Se sintió astuto y poderoso cuando las escaleras no hicieron ruido mientras subía. Una vez arriba, siguió caminando con sigilo, hasta que por fin llegó a la puerta que buscaba.
Detrás de ella, escucho un par de voces gritar bajito unas palabras que no entendía en ese momento. Cosas como "bastardo", "estúpido", "odio" y las más bonita de todas, "no deseado", que estaba después de la palabra "hijo".

En ese entonces, no tenía idea de que el causante de la discusión y el destinatario de todas esas palabras, era él. De haberlo sabido, nunca habría girado el pomo de la puerta, nunca habría llamado a sus papás con todo el amor que su corazón y pulmones le permitieron, nunca habría confiado del agarre en su pequeño brazo, y, sobre todo, nunca habría conocido a la doctora Helen.

Helen, aunque amable, no le gustaba. Se la pasaba diciéndole que no debía moverse o sus huesos le dolerían y que tampoco podía comer cualquier cosa o iba a afectar la cicatrización de la cirugía.

Era muy joven para entender los cuidados necesarios que necesita un niño con tres costillas rotas, pierna fracturada, hombro dislocado y una contusión en la cabeza.

También era muy joven para entender esas preguntas que la doctora le hacía todo el tiempo.

"¿Tus padres te maltratan? ¿Abusan de ti? ¿Quién te hizo esto?"

Las respuestas habituales eran "no" y "me caí de las escaleras", porque eso era lo que su mamá le dijo que debía de decir si alguien le preguntaba. No entendía por qué debía mentir, pero lo hizo, ya que su mamá le dijo que tendría un premio si lo hacía.

Mantuvo la mentira lo mejor que pudo frente a la doctora, pero a veces, su llanto horrorizado por las noches lo delataba.
Un día un hombre de azul fue a su habitación, le dijo que era el legendario soldado del reino de las hadas, y que había sido enviado por la princesa hada para ser su fiel amigo y fuerte aliado contra las fuerzas malvadas del aburrimiento.

Al principio no le creyó, ya que las hadas no existen, duh. Sin embargo, se encontró aceptando. Estaba tan aburrido que negarse ni siquiera se le paso por la cabeza.

Imaginaba que su nuevo amigo sería aburrido, pero se equivoco.
Buck fue increíble.
Le traía cuentos para leer, veían películas, jugaban ajedrez, damas, cartas e incluso, compró un par de juegos de mesa. También tenían juegos más simples, como las adivinanzas o 20 preguntas.

Este último era su favorito, ya que Buck prefería escucharlo que hablar. No es que no le gustará lo que Buck decía, es sólo que él no le decía que se callara y eso lo hacía feliz. Al menos, hasta que Buck le pregunto eso.

Tony no podía decirle, pero tampoco quería mentirle.
Buck lo comprendió, le dijo que no importaba, pero que era una pena, ya que el hada le dijo que sólo aquel con sinceridad en su corazón, era merecedor del sagrado alimento de los dioses.

Y así, mientras comía una dona de chocolate, le confesó a su amigo lo que había pasado. Quizás, si hubiera puesto un poco más de atención, habría notado la ira en los ojos azules del hombre.

Bajo el soborno de más donas, Buck aprovecho para preguntarle más cosas. Algo de su mamá y papá, el tiempo que pasaban en casa, el cómo lo trataban, el por qué su madre no detuvo a su padre, etc.

Respondió todas las preguntas que pudo, pero tropezó con otras. Afortunadamente, Buck fue paciente, y se tomó su tiempo para explicarle las palabras que no entendía.
Ese día comprendió lo que abuso, maltrato y violencia significan.

Al final de la charla estaba impactado, y un poco asustado. No quería que lo golpearan otra vez.

"Soy el soldado legendario, ¿lo olvidas? Yo me haré cargo, Capitán" dijo él, poco después de que le confesara sus temores. Tales palabras llenaron su corazón de alivio, y con una sonrisa le dijo que lo esperaba mañana para seguir jugando.

Pero... aunque el mañana llego, Buck no lo hizo. Espero todo el día, mirando la puerta como un halcón, pero su amigo nunca llegó.

"Estará ocupado" se convenció, y luego se fue a dormir, deseando que la mañana llegara más rápido para ver a su amigo otra vez.

Sólo que... cuando la mañana llego, quien estaba allí no era su amigo, era su mamá. Al parecer, con la intención de llevarlo a casa.
Recuerda que trato de pedirle que se quedara un poco más para que su amigo no se sorprendiera de que no estaba, pero el rostro endurecido y los ojos fríos que lo miraron, lo hicieron callar.

Fue subido a una silla de ruedas de forma agresiva y, con un taconeo rítmico, fue sacado a toda prisa del enorme y lujoso hospital.

Cuando llegaron al estacionamiento se sorprendió de no ver a Jarvis, ya que él siempre se encargaba de conducir y llevar a todos a donde sea que quisieran ir.

-Maldito mocoso estúpido, todavía que te llevo al puto hospital, así es como me pagas... - susurro su madre, mientras lo tomaba en brazos y arrojaba con violencia en el asiento trasero.
El golpe le sacó el aire, y las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos.

Habría gritado del dolor que sintió en su pierna y costillas, de no ser porque su madre lo impidió, amordazadolo con brusquedad con  la bufanda azul que llevaba al rededor de su cuello.

Siendo sincero, no recuerda que usaba ella ese día, sólo recuerda los tacones, la bufanda azul y esa expresión deformada en algo que nunca antes había visto, pero que supo reconocer de uno de los libros que Buck le leyó.

"Monstruo..." recuerda haber pensando con horror.

Entre pequeños sollozos y gimoteos, suplico a la princesa hada que enviara a un ejército para rescatarlo o que al menos mandara a Buck, pero ninguna de sus dos peticiones fueron cumplidas.

Más tarde, descubrió lo que la palabra infierno significaba.

VILLANO ¦¦¦STONY¦¦¦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora