Encuentro

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Él luce como una persona normal, es gentil, atento, su sonrisa conmueve a la vez que enamora, muchos dirían que es un ángel. Y en apariencia lo es. Pero lo que empieza como una simple historia de dos jóvenes que se sonríen en una cafetería no siempre acaba bien. Porque el chico apuesto no tiene porque ser bueno, porque el otro muchacho puede esconder sus malas intenciones.

Nuestra historia comienza un soleado y frío 14 de febrero. Todo el mundo está decorado, la fiesta del amor ha llegado y es la excusa perfecta para que los precios se disparen, para que comprar un ramo de rosas sea imposible y encontrar una caja de bombones sea la búsqueda del tesoro.

Nuestro primer protagonista se dirige con una sonrisa hacia su cafetería favorita, le tiene echado el ojo al precioso chico castaño que le sirve el café por las mañanas, ese que le dibuja una carita sonriente en su vaso de cartón y siempre añade un extra de caramelo sólo por aquel guiño que le regala su cliente al pedir un caramel macchiato. Desde que comenzó a trabajar allí que Mark nunca pierde oportunidad de ponerle nervioso, porque adora ver como su mano tiembla y su boquita balbucea un par de palabras. Lo que le gustaría hacer con esa boca es lo que le provoca rozar sus dedos con los de él cuando le entrega el café. Después de guiñarle el ojo y relamerse el labio superior, Mark se dirige a su ya habitual butaca junto a la gran ventana que da la calle.

Porque él ya tiene a su presa, pero nunca está de más seguir pendiente de todo lo demás.

Johnny no había tenido una buena semana, su pareja le había abandonado, ¡justo antes de San Valentín! El drama estaba servido. Aquel día, sin embargo, decidió que tenía que cambiar su mentalidad, después de todo su pareja no volvería, y él era lo bastante apuesto para conseguir una nueva más pronto que tarde. Pero para ello necesitaba un nuevo lugar de caza. En su trabajo ya le conocían y salir con compañeros nunca era buena idea, los del gimnasio no le gustaban, los de las discotecas estaban demasiado borrachos como para recordar lo que él les decía justo antes de tomar sus cuerpos. No, no era para nada divertido, no se dejaban seducir por su labia.

Por ello había optado por cambiar de rutina. Ya no más gimnasio a primera hora, un poco de yoga era suficiente para empezar bien el día, una ducha caliente, un traje bien planchado y... una taza de café con un apetecible dulce.

Tomó su pedido de manos de un muchacho que parecía embelesado con él, un guiño, una corta pero certera frase y enseguida notó aquellas pequeñas pupilas dilatarse y el color teñir sus mejillas. Ojalá no tuviera que irse a trabajar para hacer algo más provechoso, aquel chico era todo un caramelo esperando a ser comido. Pero en los cuentos las cosas no siempre salen a gusto del protagonista así que con un leve chasqueo de lengua Johnny se desvió en busca de un sitio disponible. El único que encontró fue enfrente de un joven que parecía distraído observando el trajín de la ciudad.

El vaso reposaba cómodamente en sus manos con solo un cuarto de este bebido. "Espero que no te moleste, no hay más sitio disponible", habló Johnny, Mark no hizo más que asentir de forma distraída, después de todo no podía privar a nadie de un sitio cómodo en el que desayunar.

Sin embargo la cosa cambió cuando Mark desvió la mirada hacia su nueva compañía. Retuvo el aire que quiso escapar de sus labios en forma de suspiro y lo ocultó llevándose el café a los labios. ¿Cuánto debía medir? ¿más de metro ochenta? De solo pensarlo el sudor frío recorrió su espalda, hubiese jurado que estaba salivando de solo imaginarse con él. Aquellos hombros anchos resaltados por la línea del traje, el cabello negro perfectamente peinado hacia atrás, los ojos almendrados, su carnosos labios apretando aquel pequeño tenedor que sostenía una porción de tarta. Todo en él era perfecto, todo salvo...

Su mirada.

No le hacía falta girarse para saber a quién miraba, él había ocupado siempre la butaca de enfrente, aquella que permitía observar al joven chico de la barra que se desplazaba con cierta gracia mientras preparaba café. Él se había deleitado observando e imaginando diferentes situaciones, él le había captado mirándole más de una vez. Y la sonrisa de su nuevo acompañante, y aquel descarado guiño, no hicieron más que resaltar lo obvio. "Es mío." pensó entonces.

A bit fetichistic [Johnmark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora