Capítulo IV: Jamir

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La lesión de Gioca había mejorado en pocos días. Shion había insistido todos los días en ponerle compresas impregnadas en el agua de cocción de la árnica en el abdomen.

A Gioca le conmovía la amabilidad de Shion con ella. Aparte de su amiga Penny, jamás nadie la había tratado así. Después del comentario de Manigoldo había empezado a observar más atentamente a Shion. En varias ocasiones sus miradas se cruzaban cuando ella levantaba la vista de algún libro o él de sus pergaminos.

Cómo no podía entrenar aún, acompañaba a Shion mientras éste reparaba las armaduras que iban rompiéndose. En una de las ocasiones vio como vertía su sangre sobre una Armadura de Plata y perdía el equilibrio. Gioca corrió hacia él y le dejó reposar la cabeza sobre su regazo mientras le vendaba las muñecas.

-¿Por qué tienes que ponerte en peligro para repararlas? - Gioca estaba enfadada con Shion, aunque sabía que no era su culpa. Él acarició su mejilla y le contó que las armaduras estaban vivas, es decir, guardaban los recuerdos de sus anteriores portadores. A él de joven le había gustado mirar en las armaduras las vidas de esos santos, aunque no se sentía muy orgulloso de ello.

El arte de repararlas precisaba de la sangre de un Santo de Atenea, siempre y cuando la armadura hubiese sufrido un daño imposible de regenerar por si sola y moría; también de su cosmo y de materiales celestiales como el Stardust Sand, Gammanium y Oricalco.

Si la sangre que se empleaba en la armadura muerta era de un santo de rango superior a la armadura del portador, ésta podía evolucionar y adquirir una parte del poder del santo donante.

Gioca lo escuchaba con preocupación, no hacía mucho que la guerra contra Hades había terminado y Shion todavía reparaba y revivía armaduras. Lamentaba en esos momentos no ser un caballero para poder ayudarlo.

Shion leyó sus pensamientos y le sonrió. -¡Tienes que dejar de hacer eso! - Gioca se levantó enfadada. - Lo siento, de verdad que no lo hago intencionado. - Gioca le lanzó un martillo, el cual Shion detuvo al vuelo, mientras se reía.

- Es adorable sentir tu preocupación por mí. - Gioca se moría de vergüenza. Esperaba que no le leyese el pensamiento cuando dormía, ya que solía recordar el beso que Manigoldo le dio en la Fuente de Atenea.

- Bueno, el resto de armaduras tendrán que esperar. Mi maestro Hakurei nos espera ya en Jamir. - Gioca asintió, dos días antes Shion le dijo que debían ir a Jamir. Era el motivo por el que el Patriarca había llamado a Shion aquel día.

- ¿Seguro que te encuentras en condiciones de ir ahora? - Shion asintió sonriendo y agarró a Gioca de la cintura.

Gioca cuando abrió los ojos todavía abrazada a Shion se maravilló del paisaje que se mostraba ante ella. Shion sonrió y la cogió de la mano para guiarla hasta la Torre de Jamir. Hakurei les esperaba en la puerta acompañado de una hermosa joven de largos cabellos dorados recogidos en una cola de caballo y con una estola roja ondeando al viento.

La joven se adelantó y extendiendo la mano se presentó como Yuzuriha de Grulla, discípula de Hakurei y compañera de armas de Shion.

Shion ofreció una cálida sonrisa a la joven, la cual ella devolvió igualmente cálida. Gioca miró a los dos y sonrió, al tropezar su mirada con la de Hakurei, éste le guiñó un ojo.

***

Los días pasaban en Jamir con tranquilidad y armonía. Gioca estaba completamente recuperada y Yuzuriha la ayudaba a aprender técnicas de combate cuerpo a cuerpo. Realmente prefería los golpes de Yuzuriha que los de Manigoldo. Cuando Yuzuriha se iba, practicaba el control del cosmo con Shion. Su maestro y ella me pasaban horas en lo alto de la Torre entrenando. Poco a poco ella empezó a usar su cosmo de forma voluntaria, ya que hasta entonces éste había surgido como instinto de supervivencia. No poseía un cosmo tan poderoso como el de los caballeros pero era lo suficiente fuerte para su misión de proteger la Isla de la Reina Muerte.

Te Encontraré [Saint Seiya: TLC ] [FINALIZADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora