El Monasterio

112 3 3
                                    

Bajo del carruaje ayudado por su padre, que, con la mirada entristecida, dejó un beso sobre su frente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Bajo del carruaje ayudado por su padre, que, con la mirada entristecida, dejó un beso sobre su frente.

- ¿Estás completamente seguro de esto, hijo? – preguntó por tercera vez en el día.

- Le aseguro que son mis deseos, padre – expresó con un suspiro -. La vida social, sin mi querido JongWoon no es algo con lo que desee lidiar.

- Hijo mío – llamó Cho Sungmin, su padre doncel, atrayendolo en un abrazo delicado, apenas tocandolo, como si temiese romperlo -. Eres joven y hermoso, cualquier hombre desearía desposarte. Jong Woon querría que siguieras viviendo, lo único que él anhelaba en esta vida era verte feliz.

El corazón de ambos padres se paralizó al ver los ojos de su pequeño retoño llenarse de lágrimas, que no fueron derramadas.

- Sin embargo – apelo el joven, con la voz quebrada -. No hay nadie con quien yo desee desposarme. Ni motivos para ser feliz. Tal vez, si en mi otra vida, Dios lo permite, coincidiré de nuevo con él y seremos felices, juntos.

Sin más palabras, el joven tomó la maleta y miró por última vez a sus progenitores, dedicándoles una leve sonrisa - carente de auténticos sentimientos-, seguida de una reverencia, dispuesto a seguir su camino rumbo a la entrada del monasterio, donde se recluiría por tiempo indefinido, en espera de poder aliviar su dolor.

El Monasterio parecía un lugar tétrico, abandonado y descuidado, según le habían informado, el lugar era habitado únicamente por un monje y no más de diez personas que le hacían compañía, todos en calidad de monjes, la soledad del lugar le había atraído de inmediato, estaba convencido de que en aquel lugar podría llevar a cabo su luto de por vida con quietud o bien ponerle fin a su martirio en la soledad del sinuoso bosque.

Un pequeño detalle del que nadie le había informado era el cementerio que rodeaba el monasterio central, el edificio poseía un cementerio en la parte delantera del recinto, con lápidas desgastadas y campanas tintineantes; mirando con intriga el lugar, sus cansados ojos se toparon con un par de gemas apagadas, casi muertas, que le miraban con atención, taladrandole al extremo de hacerle temblar y afianzar el agarre a su maleta de mano, no fue hasta pasados unos segundos que consiguió apartar la mirada para parpadear, sin embargo, cuando busco al dueño de los ojos espeluznantes, no encontró a nadie más en el lugar.

Se convenció a si mismo de que aparecer y desaparecer era normal en un lugar como ese, después de todo, ahí tendría la tranquilidad y las pocas palabras que tanto necesitaba, desde hacía varios meses, sobre el recaía el imperioso dolor de un luto.

Camino con pasos lentos e inseguros, con la sensación de tener una mirada taladrandole la espalda; lo que parecía ser un corto camino termino por ser un recorrido de al menos cinco minutos de bosque verde con tumbas esparcidas de forma desigual por el húmedo terreno.
Al llegar frente a la imponente puerta doble de madera, se acomodo el delicado sombrero verde olivo antes de tocar la puerta, sin embargo, apenas alzó la mano con intención de tocar la puerta, esta fue abierta por un joven muchacho, que lo miro a los ojos sin pronunciar palabra, con el ceño levemente fruncido, no parecía feliz de verlo por el lugar, pese a ello, Ryeowook le sonrió con toda la animosidad que un viudo puede hacerlo.

𝖳𝗁𝖾 𝗀𝗁𝗈𝗌𝗍 𝗆𝗈𝗇𝗄 | 𝖤𝗎𝗇𝗁𝖺𝖾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora