Prólogo

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- Entrad por aquí, porfavor -

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- Entrad por aquí, porfavor -

Sus pasos eran inseguros, andaban con la cabeza gacha, sin hacer contacto visual con nadie. Se sentían oprimidas, nerviosas y a la vez vacías. Les daba miedo el no saber lo que estaba a punto de ocurrir, pero lo entendían, lo debían entender. Habían logrado muchos avances, más de los imaginables, para ellas ya todo había acabado, pero lo que no sabían era que lo peor iba a empezar detrás de esas puertas.

¿De que color eran esas puertas? ¿De que material estaban hechas? ¿A que olían?

Preguntas sin sentido para la mayoría, pero de una amplia importancia para las chicas, pobres inocentes.

Esas puertas eran el fin de mucho y a la vez el inicio de todo.

El hombre que siempre las había guiado les habló:

- Acordaos de lo que habéis aprendido en este tiempo - sus rasgos no eran dulces ni redondos, sus ojos denotaban experiencia, entrenamiento y dolor. Él era quien les había enseñado todo lo necesario para llegar hasta donde ahora están y sería él quien la seguiría instruyendo. La. Solo a una. - Os habéis esforzado mucho, y todo trabajo tiene su recompensa, pero os habéis olvidado de una cosa bastante importante. Aquí el amor o la amistad son sentencia de muerte, si sentís algo así no llegareis a avanzar, ¿lo entendéis, verdad?-

Las dos chicas asintieron. Las dos lo sabían perfectamente que esos sentimientos te hacen débil.

- Aquí es donde vais a demostrar que todo lo que os he enseñado ha servido para algo - ¿Así que aquí es donde se iba a producir la prueba final? Se preguntaban las chicas.

Un fuerte pitido desgarró los tímpanos de las desarrolladas chicas, su instructor parecía inmune al sonido. Un hilo de sangre salió de la oreja de la castaña.

- Por lo que veo ya ha empezado la prueba - con un ligero movimiento de cabeza se despidió de las chicas, dejándolas solas ante su final.

Cuando el pitido cesó la castaña sostenía su oreja dañada con la mano, mientras que la rubia la miraba con incertidumbre.

- ¿Como es que a mi no me ha afectado el sonido pero a ti si? - preguntó, la castaña se encogió de hombros.

Conocían esta sala, no físicamente, pero habían oído hablar de ella. Aquí es donde la última prueba sucedía, donde dejarían atrás todos los años de instrucción y pasarían a ser algo increíble. Solo sabían eso, ya que los pocos que habían conseguido pasarla nunca más hablaron con ellas.

Eran un grupo bastante grande, más de lo habitual. Las edades eran más o menos similares. Menos las suyas, ellas eran las más pequeñas. Todos los niños eran simpáticos en los primeros meses, después ya no hablaban. Ellas tenían un amigo, este estaba siempre haciéndolas reír. Hasta el día de su prueba final. A partir de ese día ni las volvió a mirar.

El pitido volvió a sonar, indicando el inicio de la prueba. En las paredes aparecieron unas letras. La prueba había empezado. Las chicas se miraron estupefactas. ¿Esa era la prueba final?

A la media hora las paredes de la sala, que habían permanecido sobrias hasta ahora, se tiñeron de color escarlata. Solo había una parte sin manchas, y allí ponía: "solo una pasará la prueba con vida".

La castaña vio las puertas abrirse y entendió que la prueba acababa aquí, pero intuyó que lo peor todavía estaba por venir.
Cuando salió por la puerta no miró hacia atrás. Sabía lo que había allí, y no lo quería ver. Ella lo había hecho, la había matado, lo había conseguido.

Su entrenador la esperaba al cruzar la puerta.

- Bien hecho - la felicitó - es normal que te sientas mal, pero has logrado deshacerte de lo necesario para seguir adelante, los lazos con la gente te hacen débil, ¿recuerdas? - la chica lo miró con una indiferencia que incluso lo hizo temblar. Ella no se sentía mal. Es lo que debía hacer, no tenía remordimientos.

El entrenador sabía que ella tenía potencial, pero la determinación que vio en la muchacha le hizo imaginársela en unos años, y se dio cuenta que delante suyo se encontraba la que sería la mejor agente que tendrían nunca.

El entrenador sabía que ella tenía potencial, pero la determinación que vio en la muchacha le hizo imaginársela en unos años, y se dio cuenta que delante suyo se encontraba la que sería la mejor agente que tendrían nunca

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EspinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora