4.4K 574 1K
                                    

星 : estrella
_______________________________

- ¡Agatsuma, por quinta vez, deje de hacer lo que sea que esté haciendo, y preste atención a la clase! - el profesor de matemáticas estalló nuevamente en gritos, haciendo que todos sus compañeros voltearan a verlo. Algunos con burla, otros con consternación, y luego estaban los que eran como Kanao, siguiendo en sus asuntos y copiando la clase. Aoi lo miraba preocupada.

Zenitsu suspiró, ¿Que no podían seguir todos el impecable ejemplo de su amiga de ojos rosas? A nadie le correspondía ese grito más que a él, y aún así sus cabezas voltearon como resortes.

- Ah, no sé a qué se refiere, viejo - sostuvo su cuaderno en alto. En él se podían ver todos los ejercicios copiados y resueltos, incluso los que el profesor aún no había completado - ¿No dijo que iba a resolver los ejercicios lo más rápido que pudiera para explicarnos el tema? Apenas empecé a copiar cuando usted había terminado ya tres de ellos, y voilà - señaló los ejercicios completados - ¿No puede hacer unas cuantas operaciones más rápido que un simple estudiante de preparatoria, y espera que vea su clase como algo competente?

Si, bueno, se imaginan lo que sucedió.

- ¡Largo de mi salón! ¡Quiero que vayas a la oficina del rector en este mismo momento! ¡Largo! - el hombre tenía la cara y orejas rojas por la cólera y estrés que le provocaba algo tan pequeño y de apariencia inocente como lo era Zenitsu Agatsuma. Si, había podido tolerar que distrajera a otros estudiantes y que se la pasara todo el día mirando hacia la ventana. Lo reprochaba, pero lo toleraba.

¿Porqué?

Ese pequeño desgraciado era un genio; estaba entre los primeros puestos del instituto y, por si fuera poco, era la razón de la mitad de trofeos y premios que la institución mostraba con orgullo en sus vitrinas .

Pero ya había sobrepasado el límite, no iba a permitir que salga impune por nada más. Ese chico iba a ser expulsado si o si.

Mientras tanto, Zenitsu seguía su camino.

Tarareaba algún tono de una canción que no conocía, y de vez en cuando daba un salto o dos al ritmo de la música.

Los pasillos, vacíos, pulcros y con la luz del sol sobre ellos, le pareció el escenario más tranquilo y pacifico que había visto en mucho tiempo.

- Hombre, cómo amo ir a la oficina del director - suspiró. Esa vista no tenía precio.

Y tampoco era una exageración, aquella oficina la mayoría del tiempo estaba vacía y, cuando llegaba, esperaba un tiempo prudente para ir hacia la sala de detención y avisarle al profesor de educación física, como buen alumno castroso, que el director era un maldito vago, y lo tenía esperando casi todo el día. Si, no tenía buenas reseñas por parte de otros maestros, y era la razón de la renuncia de muchos otros.

¡Pero, vamos! No era la gran cosa. Trabajaban en ese lugar sabiendo que se toparían con alumnos como él.

¿No?

Se dirigió a aquella aburrida oficina, como si fuera su pan de cada día, y no se sorprendió por que estuviera vacía.

De sentó en la silla frente al oscuro escritorio, esperando y jugueteando con el hilo que colgaba de su camisa. Nada, no llegaba nadie, y eso no podía ser más cotidiano.

Zenitsu, sin hache 「 uzuzen  」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora