Setenta y uno

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—Yo creo que debemos revisar la teoría de la relatividad... —murmuró Amelia mirando la pizarra—. Debe haber algún aspecto que pueda ayudarnos...

—Puede ser... —respondió Ben—. Tendríamos que ver en la biblioteca, ¿vamos?

La mujer asintió tomando su libreta.

Caminaron a la biblioteca en silencio, ambos trayendo la cabeza llena de números, sin querer que se les escaparan.

—Pensé que Tom se aparecería por aquí buscándote... —susurró Ben.

—No, hoy tenía mucho que hacer... varios compromisos, ya sabes... —comentó Amelia—. Es lunes, debía ir a la peluquería, tenía dos entrevistas en la mañana, y tres funciones en la tarde... se desocupará pasado las una de la mañana... y seguirá sin saber en dónde buscarme...

—Debe estarse volviendo loco... —farfulló él.

—No lo sé, ni quiero pensarlo... —dijo ella—. Si prendes la tele a las doce y sintonizas el Channel Four, lo verás hablando de su obra y la película que filmó en Charlottesville... ahí podremos ver si parece estarse volviendo loco.

—¿De verdad quieres verlo? —interrogó él.

—No... pero me causa curiosidad... —musitó ella encogiéndose de hombros.

—Sí, lo comprendo... —habló Ben mientras la miraba.

—Es muy posible que mañana venga aquí... —explicó Amelia con notoria preocupación—. Y no sé qué haré cuando lo vea a la cara, en vivo y en directo... es diferente a verlo en la televisión, ya te lo imaginarás...

—Te puedes quedar en casa si quieres... —sugirió el matemático.

—No lo sé, él vendrá y seguirá viniendo si no me encuentra... —murmuró Amelia abatida.

Benedict guardó silencio tras aquellas palabras.

—Aunque... no estoy lista para enfrentarlo tan pronto... —continuó hablando—. Definitivamente es mejor un miércoles que un martes... además, mañana solo son clases de repaso, prefiero quedarme en casa estudiando para los exámenes finales...

—Sí, es lo que se suele hacer, los maestros hablan más de lo mismo, es mejor que estudies tranquila y luego me preguntas a mí... —la miró de lado—. Por si no lo recuerdas, yo ya di todos esos exámenes...

—Hace varios años... —dijo ella sonriendo.

Él soltó una risa ofendida.

—Las máquinas no olvidan hasta que se corroen... y yo soy de acero inoxidable...

Amelia lo miró divertida.

—No eres una máquina... pero eres lo más cercano a una, así que tú ganas... —terminó por decir rendida.

Él solo sonrió mientras entraban a la biblioteca.

Mientras ellos revisaban los anaqueles de la biblioteca en busca de los libros deseados, Tom iba en completo silencio junto a Julius, a la vez que el rubio manejaba en dirección al Channel Four.

—Ya está bueno, ¿Qué te pasa? —preguntó mirándolo.

Tom lo miró serio.

—Nada... —farfulló con cansancio.

—Siempre me dices lo mismo, ya es suficiente... —habló molesto—. Eres mi amigo, a pesar de todas las cosas...

—No somos amigos, Julius... —dijo el actor mirándolo con rabia—. Por favor no uses tu sucia compasión conmigo...

—Soy tu mánager, me importa si estás triste o no, porque eres un rostro público que yo manejo, y si estás triste no vendes... a menos que cuentes porqué estás triste en algún programa farandulero, claro...

—No hablo de mi vida privada con los medios, eso lo sabes. —respondió fastidiado—. Si vas a hablar estupideces, mejor cállate.

—Pero yo no soy del periódico Daily Mirror... —dijo tratando de sonar gracioso—. Soy tu representante.

—¿De verdad quieres saberlo? —Tom lo miró directo—. ¿Cómo amigos?

—Sí... digo, somos dos hombres adultos, y estaremos en este auto por una hora... —habló con obviedad en su tono—. Debe haber algo que podamos conversar...

—Amelia me dejó... —soltó de golpe—. Tuvimos una fuerte discusión y le di una bofetada... estaba ebrio, y no supe cómo responder...

Julius lo miró sorprendido.

Jamás pensó que él sería capaz de hacer algo así.

—A la mañana siguiente ya no estaba... —siguió contando—. Y todos los regalos que alguna vez le di los dejó sobre su cama, junto a una nota de despedida... decía que jamás volvería, y que yo debía tomar terapia...

—La golpeaste, Tom... no la culpo por haberse marchado... —respondió Julius.

—No me des clases de moralidad, no tú... —vociferó enojado el actor.

—Pero Thomas, es verdad... —murmuró—. ¿Y tienes alguna idea de en dónde está? Digo, debes hablar con ella, disculparte o yo qué sé...

—No, no sé en donde puede estar, y eso es lo peor... —murmuró con ofuscación—. Mañana la buscaré en la universidad...

—¿Le seguirás pagando los estudios? —inquirió el rubio.

—Por su puesto... después de todo, lo que ella sabe es que tiene una beca completa... y yo tampoco sería capaz de dejarla sola... prometí que la ayudaría, y eso haré sin importar qué suceda...

Julius solo asintió.

Tom se sentía como una maldita basura.

Y aquella entrevista que dio no fue más que una confirmación de ello.

Fue cortante con el periodista, respondiendo a sus preguntas corta y desinteresadamente, con un rostro cansado y abatido, que el maquillista no pudo disimular aun poniendo su máximo esfuerzo en ello, y finalmente, concluyó la conversación mucho antes de lo pactado.

Amelia vio aquel momento televisivo en silencio, mientras Ben la miraba con suma tristeza.

—Al parecer, ya se volvió loco... —murmuró de pronto Benedict.

Ella le dio una mirada, pero no dijo nada frente a ello. 


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✒Mazzarena

Panacea UniversalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora