Te perdí, me perdiste, nos perdimos.
No busco culpable en nuestro desencuentro; creo que los dos fallamos, en nuestras respectivas medidas, al apreciar las luces que iluminaban este romance tan insólito.
No puedo decir mucho más, aparte de que lamento haber perdido el esplendor de tu vera. Junto a ti me sentía vivo, intrépido, elocuente, ingenioso y romántico. Sólo una mujer muy especial puede hacer que un hombre sienta tanto brillo dentro de su alma y empujarle dulcemente al límite de sus serenatas.
Escribí poesía, imaginando tus labios; contemplé el infinito, sumergiéndome en tus miradas; me conocí a mí mismo, enamorándome de ti. Fuiste mi norte y mi camino a casa.
Te sonrío desde la distancia y sólo quiero que sepas que, en mi vida, nunca habrá nadie como tú. Tienes un lugar privilegiado en mi corazón, donde los latidos apasionados sólo hablan de ti, dándome la vida.
Incluso en estos días, sigues siendo, a mis ojos, tan fascinante como la magia que envuelve al nombre del amor.