A veces crees que conoces a alguien, de verdad lo crees tienes esa certeza de que no existen secretos, de que no existen misterios, ni las miles de historias que te haces en la mente y... entonces; sucede, esa persona ejecuta algún acto, una acción que te hace ver que no le conocías en absoluto.
Eso me pasó a mí con Gabriel, mi Gaby de toda la vida, nos habíamos conocido desde pequeños, y un día hicimos esta tonta promesa de que nos casaríamos cuando fueramos mayores, algo bastante tonto la verdad, pero así sucedió.
Gaby fue mi primer chico y mi último, bueno hasta ese día, hasta ese día en el que mi castillo de naipes se desbarató uno detrás de otro como una fila india de un juego de dominó.
Había llegado temprano del trabajo, y camine por toda la casa quitando a mi paso el saco que traía en conjunto con mi ropa de ese día. Esta vez no había llegado a quitarme cada una de las prendas que traía encima hasta quedarme en ropa interior, era algo que ya tenía por costumbre, pero que aún así hoy no había hecho.
No sabía si Gaby estaría aquí, mi celular se había quedado en mi bolsa, justo en la sala. Así que fui hasta allá, y entonces fue allí cuando lo vi, la parte inferior de la ropa interior de una chica estaba en el sofá, sabía que no era una mía, conocía cada una de mis prendas. El miedo se apoderó de mí, y se esparció como pólvora recién incendiada por mis venas.
Y entonces fue apareciendo una pista detrás de otra, y todas me guiaron hasta el mismo lugar, el baño. Ver los cuerpos desnudos besándose, tocandose, hizo que mis ojos se aguaran y un pequeño sollozo escapara de mis labios, eso los alertó y el hecho de que Gabriel aún desnudo y con yo saber y haber visto como la chica se metía su polla hasta la campanilla de su garganta, intentará explicarme que no era lo que parecía hizo que todo eso dejara libre aún más mis lágrimas.
Salí disparada caminando rápido hasta la puerta de mi apartamento, saliendo de la misma manera en la que minutos atrás había entrado.
Lo único que llegué a alcanzar fue mi celular, todo fue muy rápido, mi mente estaba hecha un torbellino y no dejaba de maquinar sobre todo lo que había visto, todo eso unido con mis lágrimas que no me dejaban ver bien fue el conjunto perfecto para que no fuera consiente de el carro que se acercaba a toda velocidad hacia mí, y entonces el frenazo nunca llegó, pero lo que si llegó fue el golpe de mi cuerpo chocando con la lata del auto.
Caí contra el asfalto duro de la carretera. Lo único que vi antes de cerrar mis ojos, fue la sangre corriendo por el pavimento; mi sangre. Y una de las preguntas a las que más terror le tenía se formuló en uno de mis confusos pensamientos.
¿Moriré aquí?
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Feelings
RandomEste libro se basa en frases que se me han ido ocurriendo a lo largo del tiempo y que decidí agruparlas para hacer lo que será hoy Feelings. Por favor, siéntete libre de hacerte parte de él, de que inunde tus pensamientos y de sentirlo vibrar en tus...