Ambivalentidea

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«Así como la fría nieve puede consumir una cálida playa, su corazón también estaba envuelto en contradicción.

»En el corazón de esa chica había un deseo y una canción. Pero su débil cuerpo no dejaba que su voz brillara. Se desmoronaba apenas una nota de su mortuoria tonada resonaba desde su ronco pecho y descomponía todo dentro de ella. Como un veneno que la devoraba desde adentro. Un dulce veneno que se negaba a no probar.

»Pero el antídoto a tal veneno se encontraba dentro de ella, en un lugar donde nadie más podía llegar. La cura de su desgracia sólo se hallaba en sus sueños, esperando a ser tomada, y esperando que todo el veneno se consumiera... Devorándola a ella desde dentro o desde afuera...

»Sin embargo, la medicina que la mantenía soportando aquella corrosión, era la flor floreciente de su canción. La cual hablaba de su primer amor, y del deseo de permanecer siempre a su lado. Del deseo de una chica que encuentra ese sentimiento por primera vez y explota con devoción... Aquella canción llena de...»

...

Fue el fuerte viento que azotaba las ventanas de su oficina la que terminó por despertar a la chica que dormía dentro. Sus ojos se abrieron despacio y con fastidio; se notaba que le costaba mucho separar sus párpados, revelando así esos hermosos orbes de color violeta. Sus respiraciones constantes y lentas hacían que su pecho se expandiera y golpeara contra su escritorio, en el cual estaba recargada; no era la mejor forma de dormir, pero era lo único que tenía para pasar el tiempo después de trabajar tanto en el hospital.

Despacio, se desperezó mientras estiraba sus extremidades y adecuo su mirada a la luz grisácea que entraba por la ventana de la oficina. Algunos mechones de su cabellera color escarlata aún permanecían en su visión. Desmarañada y cansada, se levantó despacio de su asiento.

Bostezo una y más veces, hasta que por fin pudo poner en marcha su cerebro después de haber permanecido la mayor parte del tiempo dentro de sus sueños. Tenía que volver al trabajo, eso lo sabía muy bien, ya que, si no lo hacía...

[Doctora Nishikino, el director solicita su presencia en su oficina. Doctora Nishikino...]

La repentina e inoportuna voz de las bocinas que la llamaban, la hizo despertar del todo y, sin siquiera esperan un segundo más, salió de su oficina con paso seguro mientras soltaba un par de bostezos que se le escapaban involuntariamente.

La doctora caminó por los pasillos del monótono hospital que ya muy bien conocía. No le presto siquiera atención a su entorno: a esas paredes blancas que la hacían sentir encerrada, o a las luces de los reflectores que la dejaban ciega por tanta luminiscencia. No, simplemente siguió su camino hasta la oficina del presidente del hospital Nishikino; la oficina de su padre.

Al llegar a su destino, la joven doctora pasó a lado de la mesa de la secretaria, que revisaba atenta algunos documentos, y, sin siquiera anunciarse, abrió la imponente puerta de madera oscura que la llevaría a la oficina principal del director.

—¡Maki! —Se sorprendió el hombre al verla entrar, así como si nada, sin ningún reparo de respeto hacia él—. ¡Podrías haber llamado al menos a la puerta! —La potente voz del hombre concordaba a la perfección con su complexión física: fuerte e intimidante—. ¡¿Me estas escuchando?!

—Escuché que me llamaron para hablar... —Dijo Maki eludiendo a la pregunta de su padre—. ¿Pasa algo? —Maki, instintivamente en el momento, lanzó un bostezo.

—¿De nuevo estás durmiendo en horas de trabajo? —Sin prestar mucha atención a las palabras de su propio padre, simplemente desvió la mirada—. ¡Maki!

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