❝Recuerda que la conducta de cada
uno depende el destino de todos.❞
— Alejandro Magno.
El aroma frío del bosque entró en su nariz cuando respiró profundo, concentró sus oídos en el suave canto de los pájaros blancos que pronto fueron opacados por las pisadas que lo perseguían. No había tanto viento como de costumbre, aun así podía oler la tierra húmeda que se movía con los pasos; sangre goteando y en la tierra bajo sus pies sintió el corretear de los animales. Sacó la flecha de su brazo e ignoró la herida abierta de su antebrazo, rompió el objeto y volteó con una sonrisa maquiavélica. Empezó a regenerarse solo.
—¿Sigues sin entenderlo? No pueden matarme por mucho que lo deseen.
Para esa época, él era un elfo narcisista y admiraba muchas cosas de sí mismo, sobre todo su poder más fuerte: la regeneración de su falsa inmortalidad.
El ljósálfar que lo persiguió se detuvo y alzó la mirada con miedo y nervios cuando la tierra estable se puso a temblar por el control del dökkalfr. Este sonrió con algo de arrogancia y lo miró por encima; aquel elfo de luz era otro más del montón con amenazas falsas por pisar Alfheim.
—No fue inteligente de tu parte intentar matarme solo, pero te felicito por tu valentía. —Se acercó hacia el rubio para enseñarle el cambio de color en sus ojos, pasando de morado a dorado—. No voy a matarte, no sería bien visto, aunque me tienta tanto cortarte el cuello aquí mismo...
—¡Surtur!
El dökkalfr se detuvo ante el grito femenino que vino por su espalda. Había olido su presencia minutos atrás, pero quiso seguir jugando con su enemigo. El elfo rubio suspiró con pesadez, sintiéndose aliviado por la presencia de la princesa, quien llegó acompañada del rey Caranthir y seis guardias. Surtur les dio una reverencia corta y apretó los labios para contener una mueca de burla. No iba a perder.
—Kalev —dijo Caranthir con seriedad—, estoy decepcionado. Tu amenaza al príncipe de Svartalfheim compromete a la Familia Real de Alfheim. ¿Acaso crees que puedes amenazar de muerte al prometido de la princesa, sin tener consecuencias? Debería ordenar que te exilien.
—¡Su Majestad, no puede hacerme eso! —gritó Kalev. Retrocedió dos pasos con la mirada desorbitada por la confusión—. Mi padre es su mayordomo. ¿Cómo puede traicionar a alguien que le dio tanta lealtad? ¡Debería prohibirle la entrada a los elfos oscuros en vez de exiliarme!
Surtur negó con burla ante las palabras del rubio y se acercó a la princesa Elentari. Ella lo rodeó con sus brazos, sintiéndose segura de que estuviera en perfecto estado. No podía verlo, pero sí sentirlo. Eran una pareja perfecta: él veía por ella y ella sentía por él.
—Surtur Tyresson, príncipe de Svartalfheim, es el prometido de Elentari Gandleisdóttir, princesa de Alfheim. —La mirada del rey irradió desdén hacia Kalev—. Gracias a mi consentimiento, él tiene permiso de vivir en mis tierras. Alfheim le abre la puerta a él y a cada dökkalfr que promete lealtad a los ljósálfar.
Kalev titubeó unos momentos. Preso por la locura y el miedo que le daba ver a un elfo oscuro, levantó el arco dispuesto a matar a su propio rey, no pensaba permitir que una idea tan loca se lleve a cabo; sin embargo, la flecha no salió. Surtur atravesó su cabeza con la mano derecha. La tierra volvió a temblar unos segundos y se calmó. Los guardias élficos quedaron enmudecidos y con una expresión de sorpresa pura, Caranthir no se inmutó ante la violencia de su mejor amigo.
—Bajen sus armas —ordenó Caranthir a sus guardias que apuntaron al elfo—, me ha defendido. Llévense el cuerpo y ustedes dos váyanse antes de que me arrepienta. —dijo, señalando a los príncipes—. Por favor, ni una palabra de esto a nadie, ni siquiera a los Tres Guerreros.
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AL CAER LA LUNA
Fantasía(VERSIÓN CORREGIDA EN INKITT E INKSPIRED) Te narraré la historia de cinco valientes que buscaron romper la monotonía y desviaron su camino, fueron ignorantes y tuvieron que enfrentarse a la furia de nuestros dioses. No estuvieron preparados para ent...