14 [La soñadora]

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Aunque el capítulo sea intenso, no se olviden de dejar comentarios 🌚🌚🌚

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Samuel me da un abrazo mientras Kris sube mi bicicleta en la parte trasera de su cuatro por cuatro. Kris nos mira de reojo, sin decir nada. Me gustaría saber qué está pensando, ¿creerá que soy una idiota por ponerme alegre con unos cuántos tragos? Al menos, procuré no emborracharme hasta perder la razón como los primeros días dentro de este pueblo lleno de maniáticos —¿o la maniática soy yo por tener pesadillas extrañas y ver cosas donde no las hay?—.

Mi exviejo mejor amigo me da un sonoro beso en la mejilla y yo me despido de él con la promesa de volver más seguido y que, la próxima, no me deje tomar tanto. Él ingresa nuevamente a Twisted para seguir con su turno; por lo que me contó, el lugar está abierto hasta las cinco de la madrugada. Luego entre encargarse de organizar y que se queden limpiando, no llega a su casa hasta las siete.

Trastabillo y una risita idiota se cuela entre mis dientes. Entre mareos que por momentos me parecen divertidos, Kris me abre la puerta del copiloto y me subo.

—Prometo no vomitar adentro —hago referencias a su 4 x 4 todoterreno entre risas tontas y sonoras, de esas que me dan cuando el alcohol me hace efecto. Él se ve obligado a abrocharme el cinturón de seguridad al ver que yo no puedo y que ya fallé tres veces. Inhalo su perfume cuando está encima de mí.

—Si prometes dejar la camioneta impecable y lavar todo tu misma, mientras yo pueda ver desde un lugar preferencial, como en las pelis, no hay problema —bromea. Sí, bromea y yo no sé si me he vuelto loca, es la noche, el alcohol o qué.

Kris cierra la puerta y rodea el coche, no obstante, cuando está por subirse en su lugar, una chica se acerca a él. Parece ser una joven de unos dieciocho años y está vestida con el uniforme de Twisted que utilizan las camareras: leggins de color rojo, camisa blanca y un corbatín negro que ella tiene desatado, dejando a la vista un prominente escote sostenido solo por los escasos botones que aún tiene prendidos.

Cuando ella comienza a hablarle a él con un tono acaramelado, la curiosidad se hace presente en mi cuerpo. Miro de reojo cómo es que ella pasa sus brazos por el cuello de él y lo atrae como si nada hacia sí para frotar sus cuerpos. Kris, por su lado, parece inmutable; intenta alejarla, pero ella se niega a apartarse y sigue sugiriéndosele sin un ápice de decencia.

—Oh, vamos... Espérame —ronronea—. Mi turno termina pronto y podemos ir los tres a tu departamento. No me molesta estar con ella. —Me señala al apuntarme con el mentón—. Tu sed acabaría con las dos. Y no sabes cuánto lo necesito.

Pronto, los colores se asientan en mi rostro y me siento totalmente descubierta. Siguiendo con la analogía de las galletas de galletas de chocolate, creo que tengo masa fresca en la nariz y chispitas en los codos. Kris gira para mirarme, tenso.

—Vamos, Kris. —Hace un puchero—. Sé que quieres volver a probarme —la chica pasa los pulgares por la comisura de los labios de él—, y yo quiero que tú me pruebes otra vez. ¿Por qué prohibírnoslo? No es necesario esperar nada...

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