Subida a un tejado, llorando, gritando, rompiéndome la garganta por dentro con mi voz, planteándome cómo he acabado aquí. Aunque eso ahora no importa, simplemente aproximo un pie hacia el vacío, cayendo en los brazos de un sueño del que jamás podré despertar.
Aquí acaba mi historia, a la temprana edad de 16 años, por culpa de personas ajenas a mí. Sus miradas, insultos, prejuicios, golpes y palabras. ¿Tan difícil es ver que cualquier persona tiene sentimientos? ¿Tan difícil es ver que no sólo los golpes hacen daño? ¿Tan difícil es ver que una simple oración puede hacer a alguien querer quitarse la vida? Parece que sí, esa es la única respuesta a la que he llegado.
Unos padres que recrean sus sueños frustrados en sus hijos, además de hacerles vivir como sus marionetas, pagan contra ellos su ira, la ira de ver que están llevando acabo los sueños que ellos nunca pudieron realizar. Esos mismos padres que te dieron la vida, a los que se supone que debes todo, pero que ellos mismos te lo han quitado. Las personas a las que se supone que deberías agradecer, son a las que más odias por el hecho de que te dieron vida, la vida que ahora te quieres quitar.
Unos amigos que se meten contigo por tus gustos, costumbres, preferencias. Unos compañeros que te hacen la vida imposible, te cortan el pelo por envidia, te desean la muerte, irónicamente en vano, ya que tu también la deseas, te queman con cigarrillos por no estar dentro del peso "normal", te llaman desecho, basura, indeseable, bueno en nada, estorbo, inútil, fracaso, mal hijo y todo lo que se les pueda ocurrir.
Inútil, esa palabra que puede perseguirte hasta en tus más oscuros sueños. Esa palabra que es capaz de hundirte en lo más profundo de la miseria. Esa palabra tan peligrosa que nadie tiene en cuenta. Esa palabra que se dice tan ligeramente como una pluma, pero que curiosamente pesa más que cualquier hierro y metal. Todo, absolutamente todo, tiene peso: las acciones, las palabras, los sentimientos, la más mínima cosa. Vosotros sois los que condenáis a los demás a un destino, ya sea bueno o malo.
Si vivís con arrepentimiento por haber hecho alguna de esas atrocidades, enhorabuena, tenéis lo que os merecéis. Todo el peso que ha estado cargando vuestra víctima hasta el final de su vida, lo cargaréis vosotros siendo el triple de pesada y hasta que las garras de la muerte os lleven; cargaréis con una vida en vuestra conciencia.
Los que no os sintáis culpables, deberíais, como dije: todo tiene peso, y la culpa de que vuestro saco de boxeo con vida y sentimientos esté muerto es única y exclusivamente vuestra culpa. Concienciaos todos del peso que tienen vuestras acciones y sobre todo, de si queréis cargar con una vida, que curiosamente yace carente de esa luz que os habéis encargado de quitar con vuestras propias manos, el resto de vuestros días. Ahora soy yo la que caigo en los brazos de morfeo para la eternidad pero por desgracia ¿quién será el siguiente por vuestra culpa? Por tu culpa, sociedad.

La Sociedad, esa vieja amigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora