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°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°Gotham city, año desconocido, primera tierra innumerada
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°—Deberías dejar de hacer eso.
—Está en mi naturaleza.
—Aún así, ya sabes que no me gusta verte herido.
—Y a mí no me gusta que dudes de mí.
—¿Quién ha dicho que dudo de ti?
—Dudas de mi naturaleza.
—Si lo hiciera entonces no estaría aquí, contigo.
—Hemos recorrido un largo camino para llegar hasta donde estamos, Jumishat.
—Y no me arrepiento de nada.
Cuando Rachel terminó de sanar las nuevas heridas del hombre, no pudo evitar sonreír melancólicamente. Habían pasado por mucho, demasiadas heridas habían llegado para quedarse y su relación estaba cubierta por un espeso y agridulce manto de cicatrices. ¿Habían llorado? Sí. ¿Habían dolido? Sí. ¿Se arrepienten? En lo absoluto. ¿Cambiarían algo? Nada de nada.
Habían pasado años desde que decidieron su destino, desde que resurgieron de las cenizas y se alzaron triunfantes sobre todo. Rachel tomó la decisión de dejar atrás a su familia y amistades en San Francisco y Jump City, y Damian había tomado la ardua decisión de salir de las sombras de su pasado y aceptar orgulloso el manto que alguna vez le había pertenecido a su padre.
Con el tiempo ambos lograron, a base de sangre y dedicación, hacer una vida juntos en contra de todas las adversidades y tormentas. Unieron sus lazos en matrimonio bajo una luna llena y roja, Damian le encargó el manto de Murciélago a Grayson y ella se consagró a esa familia. Ahora Ifrit y Raven patrullaban Gotham por las noches, regalando sus propias porciones de justicia regularmente letal o piadosa y tratando de llevar algo de luz a una ciudad de sombras.
Mucho tiempo había pasado desde aquello, 17 años para ser exactos, y ahora que el mundo renacía de otra crisis ambos debían estar más unidos que nunca.
Ifrit llevó sus manos vendadas al rostro pálido y frío de su amada, y ella le dijo con sus ojos todo aquello que callaba. Siempre era así con ambos, se decían con las amatistas y las esmeraldas lo que no podían hablar con palabras. El silencio reinaba en el que habían convertido en su hogar cuando ambos labios se tocaron de la misma forma que 20 años atrás. El beso fue tierno, trémulo pero con la potencia del que ama desmesuradamente, del que desea mostrar con el cuerpo su amor.
Una voz leve carraspeó desde la puerta del lugar, causando que ambas aves se separaran a regañadientes, emocionados y sumidos en la promesa nunca dicha de terminar con sus asuntos más tarde y en su alcoba. Damian le robó otro rápido beso a su esposa, interrumpido una vez más por el dichoso carraspeo que ahora sonó más fuerte que antes.
Miraron a la puerta en silencio y con una expresión insatisfecha en el rostro para ver a la asesina del momento. Sahira estaba allí, su cabello de noche purpúrea callendo elegantemente sobre sus hombros y cubriendo uno de sus ojos esmeralda. Ella sonrió de esa forma tan particular que al matrimonio le recordaba a Talia, sonrió a sabiendas de que había interrumpido el momento, sonrió con esa sonrisa tan malditamente típica de los Al Ghul y de su padre.
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Cuatro Cuentos
FanfictionExisten infinitas tierras innumerables, infinidad de mundos que componen el multiverso. A Raven se le hace difícil pensar que en algún otro mundo ambos tienen la oportunidad de hacer una vida juntos, y sin embargo se le presentan tres evidencias irr...