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- Cuando mi padre... -habló Vicnáz por fin, interrumpiendo sus pensamientos. Cortándose a medias frases- Cuando él...
- Cuando Ta...
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Ambos se enzarzaron en una pelea, heridos por amor, enfrentados por querer.
Eran iguales, compañeros, amigos. Casi podían ser hermanos.
Moldeados por diferentes manos, pero formados por la misma sustancia. Los hijos de las estrellas usaron sus puños el uno contra el otro.
Un frenesí de alas y destellos que explotó en los cielos de la creación, hasta que ambos fueron separados.
Separados por el mayor de los hijos. Separados por quien más tarde caería.
Separados por Arasmael, cuando aún respondía a ese nombre. Detenidos de su estupidez por quien sería llamado el oscuro, detenidos por al que luego llamarían Seremet.
Seremet, señor de la noche, señor de muerte.
✴✴✴
Dírimir lo había seguido a toda prisa, desesperado, ya hace días esperaba respuestas. Y Vicnáz por fin había accedido a darlas.
Luego de haberle repetido mil infinitas veces que no recordaba.
Que no sabía.
Vicnáz le había llamado, sin previo aviso, diciéndole qué ahora si lo hacía. Que sabía qué había ocurrido. Que reconocía dónde estaba ella.
Dírimir pensó en su amada, en su querida otra vez. Sintiendo un dolor horrible en su pecho. Un vacío en su corazón, el silencio del que perdió lo que amaba.
Su todo.
Ayla, Ayla. Ella era ahora lo único que movía los engranajes de su alma.
Se juró encontrarla. Se prometió no perderla.
Voló junto a él, ansioso de que le explicará qué había sucedido con ella. Pero Vicnáz permanecía en silencio, pidiéndole que solo lo siguiese, sin responder a sus incesantes interrogaciones.
¿Ayla dónde estás?¿Dónde te fuiste amor mío?
Se había hecho las preguntas, mil veces, mil veces y una. Mil veces y dos. Dónde. Dónde y por qué. Había desaparecido hace ya seis días, de repente y sin aviso. Sin sentido alguno.
Y su hermano sabía. Vicnáz sabía el porqué.
Tenía que saberlo.
— Cuando mi padre... —habló Vicnáz por fin, interrumpiendo sus pensamientos. Cortándose a medias frases— Cuando él...
— Cuando Taík te expulsó —cerró Dírimir en un crudo instante, ciego del significado de sus palabras. Aún joven, tanto él como los tiempos que habitaba. Sin conocer lo que fluía en la sangre de su antiguo amigo.
Inconsciente.
Era inconsciente y estaba apurado. Ansioso por encontrarla. No podría entender.
