Voyeurs espías europeos

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Los grandes ventanales se empañaban un poco con el cambio de temperatura del vapor de la ducha, el espejo que cubría la pared contraria me devolvió el reflejo de mi cuerpo desnudo entre el vapor, tomé una de las toallas despacio y me enrollé en la misma. Caminé hacia el centro de la habitación, que estaba decorada en tonos dorados y caobas. La habitación que había reservado en el Beyond, daba en sus vistas directamente a la Plaza Mayor de Múnich. Los edificios del centro histórico de la ciudad, en su mayoría estaban edificados en ladrillos anaranjados del siglo XVI y se apostaban a los lados de los enormes ventanales de mi habitación. Después de una sesión de trabajo siempre me gustaba tomarme una larga ducha, era como una manera de cambiar de mi vida de dominatrix a mi espacio personal mientras el perfume de las cremas y demás enseres de baño se adherían a mi piel.

El sol caía despacio ocultándose entre los edificios, contemplaba en silencio: Hacia tanto que no escuchaba el silencio del sol; desde que me había mudado a nuestro apartamento no recordaba haber escuchado un silencio tan vacío y bello. Pensándolo bien, no lo echaba de menos, la vida en el 221B era entretenida, aleatoria, interesante pero sobre todo me hacía feliz compartirla con tu padre y contigo. Había varios grupos de personas a pie de calle, unos jóvenes riendo al pie del hotel; una pareja mayor caminando por la acera derecha, algunas personas ocupaban la pequeña terraza de la chocolatería que había al fondo de la avenida; otros grupos de turistas con un guía que llevaba un paraguas amarillo fosforito para que no se perdieran. El sol seguía cayendo, y allí estaba yo, apostada contra los ventanales y envuelta en la toalla suave de algodón egipcio en tonos nacarados del hotel. Apoye la frente u poco cansada contra el cristal, cuando un detalle llamó mi atención. Entre el grupo de turistas que seguían al hombre del paraguas, algo llamó mi atención. Uno de ellos estaba dándole la espalda al resto, como un poco atrasado en su caminar en comparación al resto que restaban atención a la explicación. Su cara se ocultaba bajo un sombrero, unas gafas de sol y una cámara de fotos. Había algo que no estaba bien, ese objetivo parecía excesivo para un turista, el flash saltó a lo lejos y entonces lo entendí. Estaba haciendo fotos al Beyond, por el ángulo probablemente a las plantas superiores. Entre las que estaban la azotea en la que me encontraba yo, dos veces seguidas en dos países distintos... Podría ser una casualidad, pero, el universo rara vez es perezoso y los agentes de Mycroft no solían ser tan descuidados una vez, ni mucho menos dos veces seguidas. El sonido de mi teléfono móvil me sacó de mis pensamientos de repente, caminé apresurada hasta la mesa del salón de estar de la suite donde el dispositivo móvil se desplazaba suavemente sobre la mesa con la continua vibración. Tomé el móvil con cuidado y descolgué un poco confusa la llamada, y al otro lado del teléfono se escuchó un rumor familiar.

- ¿Irene?- La voz de tu padre sonó un poco dudosa al otro lado del teléfono.-

- ¡Buenas noches, Sherlock!- Dije yo realmente complacida con la llamada.- ¿Es el fin del mundo hoy? No me has llamado por teléfono nunca...

- Prefiero escribir, pero Hamish todavía no escribe y quería darte las buenas noches...-Noté el tono de su voz titubeando un poco al otro lado del teléfono.-

- Seguro que sólo era Hamish, si.-Contesté yo con una pequeña sonrisa mientras me sentaba en la mesa y me ajustaba un poco la toalla.-

- Voy a poner la videollamada.-Su voz se distorsionó un poco al hablar hacia el lado contrario al micrófono del teléfono móvil.- ¿Hamish, estás listo para darle las buenas noches a mamá?

- ¡Sí, papá!- Segundos después, la imagen apareció en mi móvil, tú estabas con el pijama puesto y metido en la cama mientras tu padre estaba sentado al borde de la cama con un libro en la mano que no estaba ocupada por el móvil. Tu pequeña mano se movió con ilusión a modo de saludo- ¡Hola mami!

Memorias IIWhere stories live. Discover now