Capitulo 1:El descenso

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El viento movía las hojas en un vaivén casi hipnotizante, cualquiera que estuviera poniendo atención se percataría de la belleza que había por doquier, sin embargo nadie estaba haciéndolo, este era solamente el jardín de una gran casona, tan grande que ocupaba toda una cuadra y tan lujosa que era casi imposible acertar su costo a simple vista, dentro se llevaba a cabo un gran baile, era el festejo que se llevaba a cabo en nombre de la nueva príncipe de Paris, Antonella Lebaron. La misma Elena que la ayudo a conseguir el principado se encontraba ahí, festejando junto a un buen número de vastagos pertenecientes a diferentes Clanes, por supuesto que los que abundaban eran los Toreador, siendo de este clan la mencionada principe, no dejaban de contar como en tan poco tiempo había derrocado al Ventrue que ocupaba ese puesto antes que ella, y alababan la forma en que paso de ser una simple guardia del príncipe a ser la señora de esas tierras.

Por su parte una joven de cabello tan rojo como el fuego se encontraba ensimismada, recargada en el muro de uno de los lujosos balcones, no pudo evitar el pensar que justo ahí se llevo a cabo el sangriento derrocamiento del antiguo príncipe. Ella era su protegida, o por lo menos eso le hizo creer hasta que la abandonó en plena lucha.

A lo lejos pudo escuchar a un hombre que iba pasando por la calle, gritaba la hora para que las personas pudieran saber. Según el hombre era apenas la media noche, aún le quedaba mucho a la fiesta que la toreador ofrecía a sus fieles súbditos.
Una fuerte voz la sacó de sus pensamientos y unos fuertes brazos que la rodearon la hicieron voltear al instante.

-Por qué no estás adentro enseñando las pinturas que le hiciste a la príncipe, he escuchado buenos comentarios al respecto y como eres casi nueva chiquilla, está urgida de mostrarle al mundo lo piadosa que puede ser si te rindes ante sus encantos.-
Audra miró a quien le hablaba, Sir Robert, un salubri que ahora es el amante favorito de la degenerada príncipe, la joven Audra trato de zafarse de su abrazo, pero esté la tenía totalmente sometida.

-Ni si quiera a mi verdadero Sire le permití tenerme de mascota, sabes lo que hice con él. -
Dijo Audra abandonando la idea de salir de su agarre y recargando la cabeza sobre el hombro del vampiro.

-Diablerizar a tú sire no es algo de lo que te debas sentir orgullosa, trata de no gritarlo a los 4 vientos mi hermosa doncella.-
El Salubri le apreto uno de los senos al tiempo que buscó los labios de la joven y los apresó con los propios, el beso tenía cierto sabor a engaño, en los labios aún estaba el fantasma casi desaparecido de la vitae de la príncipe.

-Has vuelto a beber de su vitae, no puedo seguir confiando en ti si estas vinculado a ella.- Audra por fin se soltó del agarre del vampiro, mientras le reprochaba, caminó alejándose de él para introducirse al gran salón, adentro la crema y nata de los hijos de cain se regocijaban bebiendo sangre de un quinteto de jóvenes que colgaban de los pies, teniendo heridas lo suficientemente abiertas para que la sangre fluyera, Audra se acerco a uno de ellos, tomó una copa y la colocó debajo de la frente del joven, este la miró con ojos temerosos.

-Eres hermoso.-
Dijo Audra pasándole la punta de los dedos por el ensangrentado rostro.
-Casi deseo hacerte un cuadro. Pero te daré algo que te haga un bien mayor.-
Acercó la cabeza al pecho del joven, el cuál intento moverse sin éxito, Audra sonrió al escuchar como el corazón le latía acelerado, con delicadeza incrustó los colmillos en uno de los musculosos pectorales, succionando con lentitud el caliente liquido rojo que emanaba, de inmediato escucho como el chico gemía sintió como se retorcía de placer, no le sacó más sangre de la necesaria, lo que quería era darle el orgasmo del beso. Habiéndolo logrado sin dificultad, al despegarse vio como el liquido blanquecino y pegajoso corrió por el estomago del joven que aún gemía sumergido en un placentero orgasmo. No pudo evitar el sonreír, para luego alejarse del joven que la siguió con la mirada deseoso y extrañado por el suceso.

-Juegas con la comida como una chiquilla.-
Audra volteo a ver de donde venia la voz, pero no pudo localizarla al instante por lo que tuvo que dar unos pasos hasta un rincón oscuro, en donde un par de ojos brillantes la veían.

-Que gracia tendría ser inmortal si solo te dedicas a planear como derrocar a la nueva príncipe?-
Al decir eso soltó una risita lasciva, quien le hablaba salió de las sombras para pararse más cercana a ella. Su interlocutora era una Nosferatu, la arpía del antiguo príncipe y la mayor causante de su derrocamiento.
-No hables solo por hablar.-
Dijo a Audra con tono chillón, Audra le acarició el desfigurado rostro y le sonrió.

-Se que querias quedar tu como príncipe y esta Toreador te gano el puesto, solo por ser la única chiquilla de la gran Elena de Troya, así que a mi no tienes que mentirme, he estado lo suficiente contigo para saber que se atravesaron en tu plan, pero también se que esta nueva príncipe no durará mucho.-
La Nosferatu le sonrió condescendiente y pego su cara a la de porcelana de Audra.
-Son solo piedrecillas en el caminó, cuando me enteré que habían atacado al Ventrue antes de tiempo, sentí algo de decepción, pero al enterarme que tú le habias rebanado la cabeza para dársela a la príncipe, sentí un profundo pesar. Tú mi protegida, a quien yo misma traje con el Ventrue, traicionarme de esta forma. Casi lloré esa fatídica noche.-
Audra pego su cuerpo por completo a la vastago, la reacción ajena fue besarla con acalorada pasión, cuando por fin la soltó Audra por fin pudo responder.
-Querias que mi cabeza fuera la que se perdiera mientras hacias tratos con los Setitas? No soy estúpida y no buscaba la muerte definitiva, además la príncipe tiene un poder de encanto avasallador, como resistirme yo que soy de su mismo clan al llamado de sus efluvios.-
La nosferatu se alejo de golpe de ella, agachandose como si fuera un perrito siendo golpeado.
-Tus palabras me lastiman, y sabes que eres la única que tiene el poder de lastimarme.-
Audra se acomodo el vestido para poder ponerse en cuclillas junto a ella, le acarició con cariño la cabeza calva y se la beso con fingida dulzura.
-Sabes que te amo solo a ti, pocas veces el amor se da entre los nuestros, por lo menos un amor sin esperar algo a cambió, pero prefieres que este en el lecho de la príncipe o perderme para siempre?-
La Nosferatu la miró aterrada, y la abrazó con fuerza.

-Prefiero que terminemos el plan que habíamos hecho y seas tú la príncipe y yo tu consejera.-

La Nosferatu tenía una amaestrada manera de ocultarse ante los ojos de todos, ahí en esa habitación podía pasar alguien y ni si quiera tomar en cuenta que las dos se encontraban entre las sombras, a pesar de eso Audra volteó nerviosa hacia la puerta, luego dirigió la mirada hacia el horrible rostro de Clarence, ese era su nombre desde que había sido abrazada, antes de eso tenía otro, que con el paso de los años fue olvidando tal como iba dejando atrás su humanidad, sin embargo al conocer a Audra todo pareció tener otro sentido para la Nosferatu sintió de nuevo el aleteo del amor que le inundaba el cuerpo y por eso la protegía hasta con su propia existencia de ser necesario.

La Nosferatu se pego a la hermosa pelirroja, mirándola con los ojillos hinchados, con esa mirada que le lanzaba siempre, llena de autocompasión y fanatismo, Audra alzo el brazo y coloco la fria mano en la mejilla de la criatura de la noche.

-De que nos sirve querer tener tanto poder a nosotras que somos criaturas repugnantes.-
Las palabras de Audra estaban impregnadas de dolor, un autentico dolor que sentía al haber perdido su humanidad, ella se imaginó demasiadas veces jurando amor y lealtad eterna a un buen hombre que la desposara, tener una casa a las afueras de alguna ciudad parisina y llenarla con hijos salidos de sus entrañas, todo eso había sido arrebatado por el vampiro que en un momento de locura la había abrazado.

Clarence le tomo la mano y comenzó a besarsela con idolatría, luego con voz tan suave como si quisiera adormersela le respondió.

-Ah mi pequeña, fácilmente podríamos abrazar a la bestia, dejarla que se adueñe por completo de nuestra inverosímil existencia, pero aún así, hasta tú que estas asqueada de nuestra no-vida la repeles con todas tus fuerzas, aún en este estado sigues teniendo sueños, alegrías, ilusiones, y que nos dice que por ser lo que somos no debemos tenerlos? Solo nosotros podemos limitarnos. No te limites tú, lucha, lucha siempre, no caigas en las garras de la bestia.-

Audra escuchó lo que la mujer le decía, sabia que en algo tenía razón: a pesar de que renegaba de lo que es ahora, no quería tener la muerte definitiva. Mientras Clarence comenzó a besarla con lentitud, empezando por los dedos y luego recorriendo el brazo hasta llegar al aperlado cuello, Audra no sentía nada, y eso le daba a entender que estaba más cerca de la bestia que de la humanidad que algún día tuvo.

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⏰ Última actualización: May 12, 2020 ⏰

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