Capítulo 2 - Dance, dance, dance

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Aquella noche me acosté nerviosa. El motivo por el cual no pude dormir fue la música clásica que resonaba en mi cabeza. Debía empezar Ballet. Lo que yo más deseaba era ser como mi madre, tener la figura perfecta de su cuerpo y llegar a la cima. Quizá, ese era uno de los requisitos: la delgadez.

Pero sabía que con mucha voluntad y esperanza podía llegar lejos.

A la mañana siguiente, Sábado, me senté en la mesa con mi padre para desayunar.

—Allison, ¿estás bien? Te noto muy distraída.

—Sí, estoy bien. Estaba pensando. Te contaré algo padre— le contesté.

—Bueno cariño, sabes que puedes contarme lo que sea.

—Anoche entré a la habitación de mamá…—en ese instante a mi padre se le cayó su taza de té al suelo y se rompió en mil pedazos. Así estaba su corazón.

—Ya hablamos sobre tu madre, y sabes que recordarla no me hace bien. Ya te dije que no entres a su habitación— mi padre advirtió con enojo.

—Pero solo te quería decir que me gustaría comenzar con algo nuevo. Me gustaría ir a Ballet. Es mi forma de recordar a mi madre, solo así puedo mantenerla viva en mi corazón y en mi memoria—hubo una pausa hasta que finalmente mi padre contestó.

—Está bien, pero con la única condición de que no entres más a su habitación. Recuerdo bien que la había cerrado con llave…— recordó.

En ese instante noté la llave en el bolsillo de mis tejanos negros. Se me había olvidado guardarla en el segundo cajón de la cocina, en donde mi padre la había puesto la última vez que entró ahí.

Al llegar la tarde, comencé a navegar por Internet hasta que encontré una escuela de Ballet en Pórtland: “Dance, dance, dance”. La profesora aparecía con el nombre de Regina McClain.

Las inscripciones ya habían tenido su fecha. Pero no quería perder la oportunidad de estar en esa escuela, por lo que decidí investigar los horarios en los que estaba abierto para ir con mi padre. Le mostré alunas imágenes e inmediatamente nos dirigimos hacia Dance, dance, dance.

Mi padre estacionó el auto justo enfrente. Era un edificio gigante, por fuera tenía dos columnas blancas de cerámicos que sostenían parte del techo. Las paredes por fuera eran color blanco y cuatro escalones del mismo tono se dirigían hacia la puerta. Cuando entramos, nos encontramos con la recepción. Aquella sala tenía las paredes rosadas con cuadros en los que pude divisar bailarinas, bailarines, competencias y obras. Al fondo, habían dos escaleras que se unían en el primer piso.

Subí por la escalera de la izquierda y cuando me di vuelta, mi padre estaba hablando con la recepcionista.

Cuando llegué al primer piso, doblé el pasillo. Había un salón que tenía paredes de vidrio, por lo que se podía ver para adentro. Una fila de bailarinas con tutú rosado paradas sobre una sola pierna, mientras que sostenían una baranda de madera que se encontraba aferrada a la pared. Me impresionó el hecho de que las otras tres paredes tenían espejos. Y las bailarinas se observaban en todo momento. Sólo había un detalle que me incomodaba. Las bailarinas eran esqueléticas, poseían una delgadez extrema.

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⏰ Última actualización: Dec 17, 2014 ⏰

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